MIS ESCRITOS FAVORITOS.
9. LA MALDICIÓN DE UN CURA ROMANO

Hace poco más de un mes hicimos un viaje de varios días a Roma.

Tras llegar al aeropuerto y al hotel nos dispusimos a callejear con el deseo de embebernos de esta ciudad única. (Teníamos auténtica hambre de Roma). Y así lo hicimos, recreándonos en la Fontana di Trevi, en la Plaza de España o en la monumental Plaza de Venecia. Y para concluir la tarde-noche una cena agradable en una trattoría próxima a la Fontana. Feliz jornada.

Al día siguiente, madrugamos para visitar los Museos Vaticanos y la Basílica de San Pedro. Más de dos horas de espera mermaron ya nuestra capacidad de resistencia. Las estancias se visitaban a la velocidad de vértigo porque el destino principal estaba allá en el fondo: la Capilla Sixtina. Apenas importaba la hermosura de la Estancia de la Signatura donde llegamos a asir, con Rafael Sanzio, una belleza esplendorosa de grandes horizontes en sosegado equilibrio. Qué pena que Rafael sea sólo la antesala del gran momento: el encuentro con Miguel Ángel. Un encuentro soñado por tanto tiempo que, cuando se alcanza, te deja como anonadado. Varios segundos sin respiración y una sala asfixiante de formas, volúmenes, colores, enigmas y misterios insondables. Un espacio abigarrado y exuberante en el que una fuerza terrible y sobrecogedora (la terribilitá) se enseñorea mostrándonos al gran dios Miguel Ángel (el verdadero dios de la Capilla Sixtina) rodeado de acompañantes de lujo haciendo de héroes o dioses menores. Son el Perugino, Boticelli, Ghirlandaio, Pinturrichio o Luca Signorelli.

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