Recuerdos de la SAFA – 52: D. Isaac (I): ¿Parlez-vous français?

Recuerdos de un safista – 52: D. Isaac – I: ¿Parlez-vous français?

Ese día teníamos nuestra primera clase de Francés, que era el único idioma que se estudiaba entonces. Vimos en el cuadro de clases que el profesor sería D. Isaac Melgosa, a quien ya habíamos conocido en los breves ensayos del himno de la SAFA. Estábamos en el estudio todos en absoluto silencio, cuando Don Jerónimo, nuestro tutor salió al pasillo dejando la puerta abierta. Aprovechamos para hablar con el compañero, rebuscar en el pupitre el lápiz o el cuaderno, por lo que en instantes el nivel de ruido se elevó. De pronto, por la puerta abierta oímos una tos característica, única. Juan C., que estaba al lado de la puerta y ya era veterano del año anterior, dijo: “¡El Viejo!”. En décimas de segundo todo aquel pequeño maremágnum volvió a la normalidad, al orden y a la disciplina. La tos in crescendo, más cerca, ya casi en la puerta. Era don Isaac. Su carraspeo matutino, profundo e inconfundible, producto del humo de cientos de paquetes de Ideales, brotaba de su garganta abrasada por el fuego del tabaco, templada por la nicotina y pulida por la copa cotidiana de coñac “salta trincheras”, recuerdo de otros tiempos.

D. Isaac en clase. 1956

Entró, con su perenne cigarro en la comisura de los labios, se sentó en el sillón profesoral y tras pasar lista de forma mecánica nos dijo:

– “Todos en pie, pegados a las paredes, por orden alfabético.

Eso nos sorprendió aunque obedecimos con presteza. El primero de la lista a su lado, a su derecha. Los demás, pegados a la pared de las ventanas y a la del fondo. Por pura coincidencia el último coincidía con la puerta de salida, lo que parecía premonitorio.

Y entonces nos explicó: cada día, preguntaría la lección anterior. Empezaría por el cabeza de fila y si respondía bien, pasaba al siguiente. Si alguien no lo hacía así, pasaba el turno y el que acertase adelantaba puestos hasta colocarse por delante del que hubiese fallado. Al finalizar la clase ponía las notas: los tres primeros un 10, los tres siguientes, un 9, y así hasta los últimos, que cargarían con un enorme cero. Los dos primeros días no pondría notas, pero a partir del tercero ya nos colocábamos en la posición en que hubiésemos terminado la clase anterior y nos sometíamos al bombardeo de preguntas, sobre todo de vocabulario, incluyendo las conjugaciones verbales.

Diccionario de Francés. Ed. Sopena

La verdad es que el invento, aun siendo perverso para los que siempre se quedaban al final, nos parecía divertido pues era como un concurso. Nuestro entusiasmo era digno de observar sobre todo cuando sabías la respuesta y esperabas con la mano levantada y dando botes, a ver si llegaba hasta ti y adelantabas cuatro o cinco puestos, o por el contrario el suspiro de decepción cuando, pese a saberte la respuesta, alguien antes que tú contestaba correctamente.

En años posteriores, cuando se nos suponía un mejor conocimiento del idioma, empezó a obligarnos a decir frases completas. Para empezar, la oración de cada día:

Manual de Francés. Método Perrier

– “Je vous salue, Marie, pleine de grâce, le Seigneur est avec vous…”

Luego, a inventarse conversaciones corteses, empezando por lo elemental:

“¿Comment allez-vous, monsieur García?”

– “Tres bien, merci, ¿et vous, monsieur Ggedondo?”

Luego pasábamos a situaciones del día a día, reducidas a la mínima expresión:

– “J’ai faim”

– “Moi aussi”

– “Il fait chaud”

– “Oui, c’est vrai”

Pero lo bueno fue cuando dos ingeniosos compañeros, tras ponerse de acuerdo y  prepararlo bien, le propusieron a D. Isaac mantener conversaciones sobre situaciones reales de la SAFA; por ejemplo, el menú del comedor. Con su asentimiento, se lanzaron a un diálogo en un francés macarrónico que provocó las carcajadas del respetable.

 —“¿Que c’est que nous avons pour souper cette nuit, monsieur Gómez?

—Comme chaque semaine, nous avons lentilles pour souper, monsieur Ggodríguez.

—¡Ah, oui! ¡Quelle mémoire la mienne! ¿Et pour le second (!) plat?   D. Isaac corregía: se dice deuxiéme!

—Comme chaque jeudi, pour le second (!) plat, omelette espagnole.  Nueva corrección: ¡deuxiéme!

—C’est magnifique. Quelle surprise!”

– ¿Et pour dessert?

– Pour dessert une orange trés jolie

Y en medio de las risas, tras dejar un silencio ominoso, sueltan el chiste final:

—“¿Et quand pouvons nous manger un filet de veau avec de langoustines a la fleur du sel?”

Y desde el fondo de la clase, Márquez, con su vozarrón reventaba el diálogo:

—Esta noche nuit … ¡No!  Y demain mañana… ¡Tampoco!

Con un suspiro de alivio, vimos que hasta Don Isaac se partía de risa…

Al hilo de su buen humor sarcástico, recuerdo que ya en Magisterio encontró en mi cuaderno una frase que yo había copiado de una viñeta cómica de un periódico francés (No recuerdo si fue “Le Monde” o “Le Figaro”) durante mis veranos trabajando de recepcionista en un hotel de la Costa del Sol, con bastante clientela francófona, que me hizo practicar a tope las enseñanzas recibidas. La leyó, se rio y me dijo: “Bien pensado, Rodri, bien pensado…

La verdad es que era una especie de ogro venido a menos, pues su sentido del humor compensaba sobradamente sus regañinas. Con el tiempo, dado que siempre lo tuvimos de una forma u otra con nosotros, sea como profesor, como tutor o como director del coro y de las actividades musicales, nos dimos cuenta de que era una excelente persona. Tras su aspecto severo, duro, hermético, reservado y difícil, escondía una profunda soledad y una aceptada, meditada y demostrada vocación docente.

D. Isaac profesaba una disponibilidad total a la Escuela, una obediencia absoluta a la jerarquía y una lealtad a la Dirección que le llevaba a asumir de forma acrítica las disposiciones de la superioridad.

D. Isaac, 1953

Pasados todos estos años, pese a ser una persona de excepcionales cualidades humanas e intelectuales y a pesar de ser un instrumento valiosísimo para las Escuelas, no estamos del todo seguros de que tras los primeros tiempos, en los que tuvo toda la consideración que merecía, fuera excesivamente comprendido por las personas que con el paso de los años dirigieron la Institución. Lo mismo podríamos decir de sus compañeros de claustro: los más jóvenes lo veían como un referente de autoridad y solvencia, pero inabordable por su carácter; mientras que sus compañeros de quinta lo respetaban por su valía y entrega pero no soportaban su indudable superioridad intelectual. Era visto en el claustro como un hombre al que gustaba luchar solo, sin apoyarse ni dar su apoyo a los demás, aparentemente frío, cerrado y seguro de sí mismo, con la seguridad que otorga la conciencia tranquila y el trabajo bien hecho. Pero creo que, aunque nunca lo vimos triste o conturbado, se sentía solo en su torre de marfil.

Su falta de amigos entre sus colegas y coetáneos la llenaba con el enorme afecto que nos profesaba a todos nosotros, estima que algunos tuvimos la suerte de percibir en algunas ocasiones concretas.

Aunque hubiesen transcurrido muchos años, nunca dejó de apreciar a sus alumnos, y siempre que su salud se lo permitía, asistía a las reuniones de Antiguos Alumnos y nos asombraba con su memoria fotográfica, reconociendo caras y nombres sin aparente esfuerzo.

Recuerdos de la SAFA – 53: D. Isaac (II). Gran profesor y mejor persona

Autor: José Luis Rodríguez Sánchez

Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de la SAFA de Úbeda (AAMSU)

13 opiniones en “Recuerdos de la SAFA – 52: D. Isaac (I): ¿Parlez-vous français?”

  1. Muy bien, José Luis. Creo que has dejado traslucir el respeto y el cariño que casi tos nosotros llegamos a profesarle. Te puedo decir que el corro de la pared lo he practicado de vez en cuando y siempre terminaban pidiéndome que lo repitiéramos

  2. Muy bien escrito, con humor y con fidelidad a la verdad de un profesor entregado y competente. En un poema, que he escrito recientemente, me refiero a tres profesores que no fueron debidamente reconocidos: Isaac Melgosa, Lisardo Torres y Jesús Burgos.
    Podría seguir hablando horas y horas de don Isaac, pero este no es el espacio para ello. Así que te felicito por estos recuerdos que suscitan añoranzas.

  3. Enhorabuena por los articulos que se han escrito sobre el P. Prefecto , D. Doroteo y D. Isaac nos trasladan a una epoca vivida con intensidad . Los autores de los articulos han sabido definir con precision a los elegidos . Felicidades

  4. Muy completo, exquisito y veraz, tu artículo, José Luis.
    Yo no tuve la suerte de disfrutarlo, pues ya le pilló mayor cuando yo hice magisterio…
    Un abrazo y enhorabuena por tus trabajados artículos

  5. Ejemplo de que todo tiene sus vueltas y lo que hoy nos parece blanco mañana podría serlo negro. Pasé del estado de alumno tras unos años al de maestro y por lo tanto compañero de algunos de los que fueron mis profesores. Así que con don Isaac terminé y terminamos un verano en la mismísima Universidad de Navarra en un curso de didáctica de la religión; nuestros paseos por el casco antiguo de Pamplona nos llevaba a visitar sus más reconocidas paradas del chato y la chistorra. Ya jubilado y yo colaborando en el semanario local en cuanto me veía me comentaba acerca del último artículo que yo había publicado.

  6. Me permito reproducir aquí el comentario que nuestro amigo Pedro Mora Figueroa ha escrito en la web Amigos SAFA, por creer que es muy ilustrativo:
    «Yocreíquepensequeborriquete». Así respondía D. Isaac al alumno que justificaba su desconocimiento sobre el tema del día con un «Yo creí que hoy tocaba el verbo savoir», por ejemplo.
    O «Sois unos destripaterrones» cuando la torpeza afectaba al común.
    Solo tuve a D. Isaac en 1º de Magisterio (curso 55/56), pero lo tengo en un pedestal: un talante digno de admiración.
    Os pregunto a los que lo tratasteis en cursos superiores cómo veía él, burgalés, tan próximo al núcleo del castellano, esa variedad de hablas andaluzas con las que tuvo que lidiar: en mi tiempo, con la de Hinojosa, Arévalo, Lara, Toscano, Bustos, Vera, Pertíñez o Criado y treinta más.
    Pedro Mora Figueroa

    1. ¡Cuántos recuerdos! !Cuánta nostalgia! Seco como una vieja cepa castellana torcida y rugosa, D. Isaac era la obediencia en persona, asi nos lo dijo en su discurso de despedida, «Yo en mi vida solo he hecho una sola cosa: obedecer» Asi se convirtió en el factótum de todo, a veces con más buena voluntad que eficacia, como en la recien asignatura de Historia de la Pedagogía que se la adjudicaron sin mediar consideración alguna a alumnos de séptimo de magissterio, avispados y maduros, que descubrían fácilmente las lagunas de una materia que no la había visto ni por los forros a pesar de su buena voluntad, disciplinados y experimentados en la obediencia jesuita: » periende et cadaver». Jamás nos desviamos de nuestro papel de alumnos sumisos que solo nos permitimos colar algunos goles en la innumerable lista de pedagogos. Yo conocí verdaderamente a D. Isaac, ya maestro recien salido de la incubadora, en su soledad y en en el olvido: ni una invitación a los aniversarios de las promociones a pesar del protagonismo tan esencial en nuestra formación. Era la madrastra del cambio brusco de los años setenta que lo dejaron huérfano de aquellos ideales que él habia servido tan obediente y discreto. De una SAFA que ya hoy no se reconoce a sí misma tan alejada del espíritu del fundador. Al fin y al cabo una empresa, no una institucion tan difícil de entender por los alumnos de la edad de hierro de la Institución. Hoy entiendo la soledad de D Isaac y aquella sonrisa cuando uno de sus antiguos alumnos, a pesar de los años,le hacían su primera visita en Úbeda.
      DESCANSE EN PAZ. JOSE GONZÁLEZ PERTÍÑEZ

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