Es viernes, tres de junio, y, desde que amanece tengo en mente una cita obligada en la Safa de Úbeda (Jaén), como antiguo alumno, que no me quiero perder; y más, después de dos de años de parón, por culpa de la pandemia de la Covid.
No podré marchar por la mañana sino que lo haré por la tarde, una vez recogidos mis nietos de sus labores escolares, pues ellos desean vivamente ir conmigo a Úbeda, a la que nombran frecuentemente con arrobo y veneración encomiables.