Todo pasa y todo llega pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar…, dice la canción de Serrat basada en una poesía de Antonio Machado. ¡Y cuánta verdad encierra!
Naces un día cualquiera, en una familia determinada y encuadrado -irremisiblemente- a unas coordenadas espacio-temporales e históricas. Te educan para que aprendas a desenvolverte en el mundo en el que vives y para que te ganes la vida cuando llegues a la mayoría de edad. Después, te colocas y/o te emparejas (pudiéndote llegar los hijos anhelados, o no); así vives la mayor etapa de tu vida, sobre todo cuando ves cercana la hora del retiro para poder hacer realidad tus sueños más preciados…
Como el período laboral se acaba, tarde o temprano, llegas a coger la jubilación; y, si has sido previsor, como la hormiga de la fábula (que no la cigarra), disfrutarás de tiempo, dinero y tranquilidad; y, sobre todo, si tienes salud, será la mejor etapa de tu vida, que hasta podría ser la más larga y provechosa. Siempre contando que no se cruce por el camino el dichoso estado -por mediación de los políticos que ejerzan el poder en ese momento- o de tu propia familia que te acompañe o te hayas buscado, para que no te sisen, secuestren o amarguen la existencia, frustrando así los bellos proyectos que te habías forjado para ese período encantador de tu vida.
Por eso, la jubilación, además de ser una lotería en la que hay que llevar muchas y buenas papeletas, también puede ser el mejor tiempo para recoger una buena cosecha vital e irse al otro mundo bien despachado y con los deberes hechos…
Sevilla, 27 de mayo de 2022.
Fernando Sánchez Resa