(Velázquez, 1636)
Soberbio, altivo, casi omnipotente,
en corveta de su briosa montura,
mirada engolada en la desmesura,
símbolos y poderes, imponente.
Abrupto, desafiante ante el pincel
mágico de Velázquez, al que mira
con la pomposa fuerza que transpira
el fornido jinete y su corcel.
Y la batalla de Fuenterrabía
o la vista de sierras madrileñas,
con el color y la luz velazqueñas
completan del PODER su alegoría,
con la pose impostada, artificiosa,
que Velázquez convierte en majestuosa.