Recuerdos de la SAFA – 48: El Padre Prefecto (I)

 El Padre Prefecto I:

Una tarde de las primeras semanas de colegio, volvíamos del recreo vespertino en silenciosas filas y subimos las escaleras que daban a la planta donde estaban nuestras aulas de Preaprendizaje y Oficialía. Nosotros teníamos la nuestra en la planta baja accediendo  desde la explanada (primera, contando desde el porche y el patio de recreo), con lo que llegamos al distribuidor donde celebrábamos los ensayos de canto con Don Isaac.

Escalera de distribución del bloque de aulas

Allí estaba esperándonos un cura alto con el pelo cortado al cepillo y unas gafas con montura negra y un listón metálico en la parte superior. Estaba de pie, con los hombros algo echados hacia atrás, las manos cruzadas ante su vientre y balanceándose de atrás adelante rítmicamente. Al ver llegar al Hermano Peco, lo llamó y le dijo en un tono tal que nos permitió oírlo perfectamente:

– “Luego iré al estudio a hablar con el grupo. Que no empiecen la clase hasta que yo diga”.

Como éramos nuevos en el Colegio aún no lo conocíamos, pero a todos nos dio la impresión de que era alguien que mandaba mucho.

Llegamos al estudio, donde nos esperaba nuestro tutor seglar, Don J. Cuando todos ocupamos nuestros pupitres de madera, empezó a explicarnos algunos detalles más sobre las clases, la entrega de algunos libros de texto que faltaban y, sobre todo, detalles de nuestra organización de las clases en los talleres, donde nos impartían las clases de Tecnología y de Prácticas de cada Especialidad, y que visto el desbarajuste de la semana pasada teníamos mucho que mejorar.

No nos dio muchas más pistas sobre el particular y rápidamente nos indicó que nos pusiésemos a estudiar porque él tenía otras cosas que hacer en el edificio central. Nos dijo que esta hora era de Actividades Complementarias, pero que ese día no había nada programado, aunque nos anunció que D. Isaac había pedido un par de horas en días sucesivos para preparar con nosotros el himno del Colegio y algunas piezas de la misa, porque la primera semana no habíamos hecho lo que se dice un buen papel.

Salió del aula, avisándonos de lo que podría sucedernos si no nos portábamos bien y encomendando al delegado que nos echara un ojo.

Al pobre le cayó el marrón en el peor momento: cansados de la larga jornada, llenos de nuevas experiencias que no habíamos podido ni comentar, tras un recreo que nos había cansado pero no relajado, porque eran muchas cosas nuevas para unos ojos tan poco acostumbrados a ver nada novedoso, y sobre todo, tras el shock de la clase de Religión que a más de uno nos había dejado trémulos y acongojados, no tardamos mucho en que, pese a sus esfuerzos, el nivel de cotorreo se elevara. Y en ese momento, de golpe se abrió la puerta y apareció el cura de las gafas y el pelo al cepillo. ¡Tierra trágame!, nos dijimos todos, al ver su expresión ceñuda. Peor se puso la cosa cuando tronó:

El P. Prefecto

– “¿¡Qué pasa aquí !?”

Nadie se atrevía ni a balbucear nada. Todos agachamos instintivamente la cabeza y nos concentramos en los arañazos del tablero del pupitre. Menos mal que en ese momento apareció tras él Don J., que con indudable azoro, excusó la situación:

– “Perdone Padre Prefecto, es que he tenido que salir un minuto…

Así que ese cura era el Prefecto, el responsable de la organización y de la disciplina… Pues sí que habíamos empezado bien: apenas habíamos cumplido una semana y ya nos habíamos señalado a ojos de quien tenía el poder supremo sobre todos nosotros.

Nos miró con ojos de trueno y se marchó no sin decirle al profesor algo sobre tenernos más controlados. Nos esperábamos la bronca del siglo por parte de nuestro tutor. Sin embargo, el profesor se limitó a decir:

-“Que esto no vuelva a suceder”

Y se fue a su mesa, donde abrió su cartera y se puso a escribir algo. Nos miramos, azorados, y nos dijimos con la mirada: “de buena nos hemos librado…!”; así que, agachamos las cabezas y nos zambullimos en nuestra tarea, que aún no era mucha.

Las horas de estudio a veces se dedicaban a las lecturas en público, que en mi época fueron perdiéndose poco a poco, pero que mis paisanos de cursos superiores la recordaban como algo frecuente.

Lecturas de Oro

Un alumno pasaba por los pupitres repartiendo los libros de lectura. Aquellos libros inolvidables, de color verde, en los que cientos de niños aprendimos esas lecciones tan grandes y tan sencillas que jamás se borran de la memoria. El más usado era “Lecturas de Oro”, que en la primera página, con gran tipografía, decía: “Colección de ejemplos, fábulas e historietas para niños, de don Ezequiel Solana, maestro de las Escuelas públicas de Madrid”.

Con el libro cerrado todavía, sobre el pupitre, esperábamos atentos y en silencio a que don J. iniciara el breve comentario que precedía a la lectura. Cuando él hablaba, nosotros permanecíamos quietos y callados, escuchándolo atentos, siguiendo sólo con los ojos los movimientos del maestro. Ese día la lectura versaba sobre un sabio que, paseando por la playa, pretendía explicar las reglas del mundo cuestionando las enseñanzas de la Iglesia y se encontró con un niño que pretendía meter el océano en un hoyo en la arena con un cubito.

Nos gustaba escuchar aquellas historias que no reflejaban nada nuestro mundo pero nos hacía volar con la imaginación. Después de contarlas, don J. nos miraba afectuosamente, sonreía y nos preguntaba si las habíamos entendido. Al final de la lectura, una frase resumía los contenidos a modo de conclusión. Era el “pensamiento” que escribíamos en el cuaderno y que aquella tarde decía: Debemos admirar los misterios de nuestra religión, sin intentar comprenderlos.

Estudio de Preaprendizaje

Luego, un alumno, en pie y en voz alta, iba leyendo hasta que el maestro le decía que se sentara, e indicaba a otro que continuara en el párrafo siguiente. A veces, algunos nos distraíamos mirando los desconchados de las paredes u oyendo los ruidos que a través de las ventanas llegaban de la calle, por donde pasaba el poco tráfico rodado que iba a Baeza y Jaén; entonces, don J., que tenía ojos hasta en la nuca, pronunciaba el nombre del alumno distraído para que siguiera leyendo y el muchacho, sorprendido, no sabía dónde continuar y bajaba los ojos, avergonzado.

Después de leer, analizábamos cada palabra, siguiendo unas normas y una musiquilla que al poco tiempo de practicarlas nos eran de gran ayuda. Se empezaba por el título de la lectura.

De”, preposición propia —decía un alumno—.

un”, artículo indeterminado, masculino singular —expresaba el siguiente—.

sabio”, adjetivo calificativo, masculino singular… y así, hasta terminar el pasaje.

Los viernes, por la tarde, preparando el fin de semana y las previsibles ocasiones de pecar, tras la lectura, nuestro tutor miraba al reloj, hacía una señal y nosotros guardábamos los libros en el pupitre y nos disponíamos a escucharle atentamente, quietos y con los brazos cruzados. Aquellas conferencias, breves y concisas, estaban  encaminadas a modelar nuestra personalidad. Con estas charlas, se intentaba fomentar (con desigual fortuna) nuestra generosidad, humildad, espíritu de sacrificio, esfuerzo, disciplina y otras virtudes parecidas. El tutor era severo, pero amable y convincente, y se lo tomaba muy en serio. A estas charlas solía autoinvitarse el P. Prefecto, que a veces se sentaba junto al profesor y otras veces las daba él directamente.

P. Prefecto

Recuerdo una, ya en el segundo trimestre, acercándose la Cuaresma, en que nos disertó sobre el sacrificio, la renuncia a los placeres carnales, la contención y la ofrenda a Jesucristo de nuestra pureza. No entendíamos muy bien del todo a qué se refería porque éramos unos pardillos en todo, pero ya llevábamos cuatro meses en la SAFA y nos sonaba la cantinela de que éramos todos unos pecadores de tomo y lomo y que el demonio acechaba en cada esquina.

Otra letanía que nos soltaban de continuo era la formación de la personalidad. Y la facultad que nos recomendaban cultivar por encima de cualquier otra, y el P. Prefecto era un predicador infatigable en este asunto, era la voluntad. Un alumno sin voluntad era un veleta, un flojo, un sujeto sin personalidad y un abúlico, incapaz de plantar cara a las malas compañías y a las tentaciones de la vida, que el día de mañana le arrastrarían hacia la perdición. Por el contrario, con una voluntad fuerte, firme y un alma pura te asegurabas el triunfo, el brillo social y la posibilidad de escalar las más altas metas en el futuro. Tal cual. Y te ponían ejemplos que te dejaban desarmado: si habías sacado en Latín un cuatro, con un poco de voluntad, al mes siguiente te pondrían un notable; si en Química habías tenido un ocho, con algo más de voluntad, podías llegar al nueve e incluso al diez. Y con la misma medicina se resolvía cualquier problema de la vida en el colegio. ¡Hasta en deportes! La verdad es que yo ponía toda la voluntad del mundo, pero lo de subir 5 metros por la cuerda, a pulso, no lo conseguí jamás.

Recuerdos de la SAFA – 49: El Padre Prefecto (II)

Recuerdos de la SAFA – 50: El Padre Prefecto (III)

 

Autor: José Luis Rodríguez Sánchez

Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de la SAFA de Úbeda (AAMSU)

17 opiniones en “Recuerdos de la SAFA – 48: El Padre Prefecto (I)”

  1. Gracias, José Luis, por este fresco tan ‘secco’. Encontré a Navarrete por primera vez en agosto de 1960, cuando él vino al campamento de Cazorla a hacernos las funciones de «padre espiritual». Mi sorpresa fue encontarlo de prefecto a la vuelta al colegio en octubre de 1960 (hay en la web notas hagiográficas sobre Navarrete que dicen que empezó en Úbeda en 1961; yo creo que nos vino encima un año antes, pero puedo equivocarme). Navarrete tomó las órdenes mayores en julio de 1959 y aún hoy me resulta extraño que a un joven de 31 ó 32 años le dieran un puesto de tanta responsabilidad, porque todos los desmanes en los que se revolcaba eran producto de una gran inmadurez personal. En el tiempo que yo permanecí en la SAFA, hasta 1964, solo el rector podría haber controlado a Navarrete, pero Bermudo parecía vivir en otro mundo y, además, estaba mucho tiempo fuera.
    Para reconstituir mejor esta historia, te pediría que dieras fechas ¿En qué año ocurrieron los hechos que acabas de contarnos? Dicen esas notas hagiográficas que estuvo en Úbeda hasta 1968; (esas notas pasan de puntillas sobre su prefectura en Úbeda, y luego su dirección en Andujar, y se centran en la festejada labor espiritual y mediática que ejerció en Sevilla desde 1972 hasta 2017).
    Afectuosamente.

  2. Buen sacerdote en sus últimos años en Sevilla.
    Como prefecto, dejó mucho que desear por lo que concierna a mi promoción (Magisterio año 1963).
    Creo que era parcial con los de formación profesional y los de la Segunda División de los que fue inspector.
    A mi promoción nos ignoró y perjudicó.
    De todas formas, sé que hizo una gran labor pastoral en sus últimos años en Sevilla.

  3. Hacía yo una visita a Carmona con mi señora hace pocos años, de vuelta de Sevilla, cuando internándome en una iglesia (me gusta explorar si me dejan) encontré un aviso de que el reverendo padre Rafael Navarrete S.J., daría unas conferencias la semana siguiente sobre temas matrimoniales, en los que averigüé luego se había elevado como gurú entre la sociedad sevillana. Me quedé patidifuso.

  4. El P. Navarrete era todo un mundo, una rara avis de la Compañía de Jesus, aprendiz de intelectual del que sufrimos sus amargas experiencias no sólo como inspector de la segunda, sino, lo que es peor, como Prefecto en un espacio donde nos encontrábamos indefensos al socaire de las veleidades de cualquier profesor omnipotente, tipo «Bola», aquel tipo bajito en todos los sentidos, calvo y rechoncho, beatísimo del OPUS que se cepilló a una promocion y en mi curso la diezmó con el concurso del susodicho Prefecto. Licenciado en Química y profesor de Matemáticas sin conocimientos ni didáctica pero de una mala uva sin precedentes y aterradora.
    Nuestro Prefecto metido a pedagogo tuvo la fatal ocurrencia de introducir en el plan de estudios Física y Matemáticas de bachiller superior, que no correspondía en absoluto al plan de Magisterio vigente en su época, sin atender que tambien pudiera diversificar en Griego y Latin para los alumnos de letras, y le dio al «Bola» el instrumento de tortura que amargó nuestros últimos estudios de magisterio en 6º y 7º y fueron la causa de la expulsión, por suspender, de Juanri, González y Lanzat.
    Aun no se ha hecho una semblanza de este triste profesor ni de sus fazañas por la SAFA de aquellos años al que solo se enfrentó D. Jesus en aquella memorable jornada del examen final de Matemáticas de 7º cuando dejó entrar en tropel a sus alumnos en el estudio donde hacíamos el examen y puso en fuga al «Bola», ocasión que aprovechamos para copiar íntegro el examen que nos facilitó nuestro añorado Pedro Sanchez Cabezas que era el único que entendia aquella endiablada maraña de «derivadas» y otras monsergas que no nos han valido para nada.

    1. He dudado en responderte, amigo Pertíñez, ahora que mi vinculación a esta web se extinguirá en cuestión de días, pero me ha dolido tu comentario, que no voy a dejar sin respuesta. Lo que dices de don Diego es totalmente injusto y además es mentira. Don Diego no era ni mucho menos el monstruo que tú describes con incomprensible delectación después de 60 años. No sé qué notas te daba don Diego ni quiero saberlas, pero era muy común entonces odiar al profesor de matemáticas por parte de alumnos tan abundantes entonces que sabían hecer una ‘o’ con un canuto, pero no un 0 [cero] con el mismo canuto. En nuestro magisterio había poco tiempo y espacio para las matemáticas y ciencias en general. Don Diego, lo he mencionado alguna vez era el único licenciado que podía dar clases de matemáticas a nivel medio en TODA la ciudad de Úbeda y no lo hacía nada mal. Era un buen profesor, muy estricto, pero muy profesional, y no creo que ser del Opus le hiciera un mal profesor [un servidor es ateo desde 1962, o sea, no tengo nada que ver con tal instituto secular].
      Lo que tú cuentas de forma atropellada, o algo parecido, lo viví yo de otra manera. Estaban unos alumnos en clase con don Diego [no sé si era un examen o una clase] ya fuera de hora, mientras en el pasillo estábamos esperando para entrar en clase con don Jesús Burgos Giraldo, para ocupar la misma aula. Como don Diego no terminaba su clase, a don Jesús se le hincharon los cojones y nos ordenó a nosotros sus lacayos invadir el aula. Entraron en masa [yo no] e invadieron el aula, tras lo cual don Diego salió y dijo a don Jesús que daría cuenta al rector. Excepto los más próximos a don Jesús, que entraron triunfantes en el aula, los demás quedamos realmente anodadados y nos fuimos. Que tú, 58 años más tarde glorifiques la actuación de don Jesús, me parece muy desafortunado y tergiversador. Don Jesús no era sino un demagogo que formaba una camarilla de adeptos a su alrededor, soñando con proyectos pedagógicos futuros. Me pareció un mal profesor, pero no no lo denigraría como tú haces con don Diego de forma artera e inmisericorde.
      Acabo con lo que tú acabas, ‘era el único que entendia aquella endiablada maraña de «derivadas y otras monsergas que no nos han valido para nada.’ A ti, desde luego que no te han valido para nada; no creo que las hayas entendido. Tu torpe reflexión me ha recordado ese verso de Machado: Desprecias cuanto ignoras.

      1. Gracias por tu comentario, elogias a un profesor que se cargó una promocion y diezmó a la mia. Qué compañerismo y qué miope visión de un profesor que tanto daño causó a promociones sin más apelación que el miedo y la expulsión, y que, sin más, llegó a poner un cero colectivo a media clase por un atisbo de un comentario que, al no encontrar al culpable, castigó a todos. D. Jesús fue el unico pedagogo que conoció la SAFA en aquellos tiempos y dejó una huella imborrable en sus alumnos, y te lo dice uno que fue muy crítico con él en los tiempos de la segunda división,cuando había que hacerlo jugándose el tipo, a pesar de la solapada crítica de ese profesor que tanto elogias y que murió en el olvido más absoluto, mientras que D. Jesus, a pesar de la distancia, acudieron, en sus últimos momentos, sus alumnos. No era licenciado en Exactas, sino en Química, y en clase, Pedro Sanchez Cabezas le corregía sus errores en esas «derivadas» famosas que parece que te han ayudado tanto en la vida. Pregúntales a Juanri, a Gonzalez Moreno (¿q.e.p.d?) y a Lanzat por tan siniestro personaje que le arruinó sus vidas. En clase, cuando no entendías aquella forma autoritaria de explicar se cabreaba rápido y te ridiculizaba de una forma humillante. Aún recuerdo las lágrimas de Rosales Muñoz, humillado públicamente porque no entendía una explicacion farragosa de un teorema. Y me afirmo en mis trece, que sabría mucho de Química pero nada de Matemáticas y mucho menos de didáctica. A Antonio Lara le suspendio en junio y le hizo ir en septiembre por puro capricho, ni siquiera llegó a examinarlo. Un largo etc. de años y testigo sufrido de la Edad de Hierro.
        Para ser profesor no solo hay que tener conocimientos, sino lo más importante trasmitirlos y en ello es un buen ejemplo D. Isaac que, sin tenerlos, los trasmitía con el libro delante.
        Es verdad que D. Jesus era muy amante de camarillas, pero quería a sus alumnos y los defendía en aquella orfandad tan competitiva, fuera el P. Flores, su superior en la Segunda, fuese ese profesor que tanto admiras, que lanzaba a los alumnos contra él, llegando a crear un secreta academia de Ciencias para ridiculizarle…etc.
        Yo fui testigo del incidente del examen, que no clase, de Matemáticas de 7º desde dentro. Lo que vi fue un grupo numeroso de alumnos comandado por Márquez y la voz imperiosa de D.Jesus: ¡entren! y lo que sí te puedo decir es que gracias a eso pudimos salvar el cuello más de la mitad del alumnado, por el examen que nos facilitó Pedro Sánchez Cabezas. Hay que ser más objetivo, se puede ser duro,pero no ineducado e hiriente.
        No tengo el gusto de conocerte, pero tu vivistes ya unos años de libertad donde alumnos como Marquez, creo, se permitieron estar algún curso para terminar la carrera. Inadmisible en mi época donde la autoridad del lápiz era inapelable y profesores de un complejo de inferioridad como el que nos ocupa, se refugiaban en el miedo de unos alumnos aterrados por la expulsión.
        Tendría para escribir un libro. Yo te puedo decir que aprendí Matemáticas cuando tuve que enseñarla en la escuela, y la verdad no me resultaron complicadas. En cambio, si me hicieron falta el Latin y el Griego en la Facultad, donde tuve que elegir Árabe. En cuanto a tu comentario del Opus, el mismo Papa Francisco ha tenido que intervenir para limitar sus extremos.Por lo demás yo soy publicamente creyente, sigo mi catolicismo practicante, aprendido y practicado en Úbeda, sin comprender aquellos que eran de la Congregación Mariana y hoy fervorosos militantes ateos…
        Y termino este largo etc corrigiendo tu desafortunada cita marchadiana, sacada de contexto y por tanto inadecuada.
        «Ayer cuando dormia / soñé,bendita ilusion, que una colmena tenia / dentro de mi corazon, y las doradas abejas / iban libando en él / con las amarguras viejas / blanca cera, dulce miel» .
        En la vejez he hecho de esas amarguras viejas blanca cera y dulce miel y guardo en mi corazón un recuerdo entrañable a cuantos contribuyeron en mi formación y promoción social.
        Seamos justos y que cada palo aguante su vela.
        Jose González Pertíñez. Baena 2022

        1. No voy a contestar en extenso porque nunca aceptarás lo equivocado que estás y porque lo que escribes en un batiburrillo sin orden ni concierto, mezclándolo todo, pero te ruego que no vuelvas a denigrar a don Diego; era un buen hombre.
          Dices que don Diego murió en soledad, mientras que el sepelio de don Jesús estuvo muy concurrido. Hay que ver…
          Habría ido al entierro de don Diego de haberme enterado. Creo que murió en 2005, en Almería. En cambio, sí estuve en Moral de la Reina en 2006, en el de don Jesús. No te vi.
          Me gustaban los dos y no porque ambos me dieran buenas notas, que me las daban.
          Yo sí me acuerdo de ti. Eras un buen chaval.

          1. Antes de que salga tu último comentario te diré que lamento haberte contestado y contradicho lo que decías sobre don Diego. No lo habría hecho si hubiera sabido que estás tan mal, y lo siento. Nunca pude imaginar que una persona albergara tanto odio y tanta amargura durante más de 60 años. Solo puedo decirte que te serenes. Por mi parte, lo dejo aquí., deseándote sinceramente que te vaya bien.

  5. Esto es el colmo, ahora no hay orden ni concierto,,es un batiburrillo. Nos encontramos con un corrector, que ni entiende ni comprende. !Ni siquiera el fondo. !Qué fácil es desviar la atención atacando la forma! Tampoco hay acentos…. sí verdades como puños. No denigro, expongo los hechos tal como los viví. Mi último encuentro con este señor fue en la Delegacion de Jaen cuando fui a tomar posesión de mi cátedra del Instituto de Alcaudete. Él ni me conoció, yo sí, y despertó en mí las amarguras viejas de tantos compañeros caidos en la brecha de la humillación y la expulsión. Jamas suspendí Matemáticas gracias a mi memoria que recitaba parrafos enteros en un esfuerzo sobrehumano, pero la espada de Damocles pendía de un hilo y la angustia me sobrecogía. Nadie estaba seguro,ni el mismo Antonio Lara catedrático de Lengua y Literatura en Laussane, que tuvo que ir un curso en sepiembre, ni tantos otros. En cambio D. Jesus, el «demagogo», el «manipulador» como lo calificas, estimulaba y premiaba el esfuerzo aun en los desafectos críticos como yo (Llegó a darme un 20 en latin, id es, dos 10 seguidos por duplex al aprender los 200 supinos de la morfologia latina) y de él, si hay una lista extensa de escritores premiados, mientras yo no conozco ningun matemático de tantos como pasamos por Ubeda.
    Espero, Señor Censor,que te guste la forma y que el fondo haga justicia a los compañeros caidos.
    No denigro, expongo lo vivido hace la friolera de 60 años en la soledad, el frío y la angustia aún viva en mi, e intento recuperar la memoria de mis frustrados compañeros y de aquellas terribles clases de Matemáticas, que ojalá nunca se repitan.
    In Memoriam de mis queridos campañeros Angel Rosales Muñoz y González Moreno que a pesar de todo se abrieron paso en la vida.
    Descansen en Paz
    Jose González Pertíñez. Baena2022. Promoción de 1963

    1. A modo de epílogo y para aliviar la imaginación de quien siembra dudas y esparce afirmaciones gratuitas, yo no albergo ni odio ni amargura,sino todo lo contrario, un agradecimiento inmenso a quienes me dieron nueva vida. Un adolescente aterrado como yo estaba, no podía odiar en aquella orfandad absoluta, pero la angustia de la expulsión me atenazaba el alma y, cuando la experimenté tan cerca con la expulsión de mis compañeros Juanri, Lanzat y Gonzalez Moreno, a punto de alcanzar la meta, sentí un dolor inmenso. Aquella injusta expulsión está aun sin reparar, el daño infligido, terrible y sus protagonstas impunes en la memoria histórica de la SAFA.
      Mis sesenta años de vida activa han sido de entrega a la clase social de la que salí, desde la cátedra,la política o las ONGS en que milito y siempre » he dejado sobre el altar la ofrenda y he ido a reconciliarme con el hermano» y lo digo con la serenidad del que tiene ya el pie en el estribo.
      Yo como el poeta he cultivado una rosa blanca siempre, en Julio como en Enero, incluso para el cruel que me arranca esta vida con que vivo y en el «memento» de difuntos de la Santa Misa mi plegaria y mi recuerdo va para todos mis profesores, TODOS y mis bienhechores, los padres jesuitas.
      Jose González Pertíñez Navidad de 2022.
      Para vosotros mis queridos compañeros del alma tan vivos en el recuerdo

      1. No te hagas ahora el santurrón, Pertiñez, diciendo lo cojonudo que eres. Mejor no vuelvas a insultar a don Diego ni a nadie. TODOS estuvimos con la angustia y espada de Damocles de la expulsión. No estoy acostumbrado a leer tanto autoelogio. Me parece propio de personas inhibidas.

      2. Un consejo, amigo Pertíñez. En vez de dedicarte a escribir comentarios extemporáneos que no viene al cas0 -el artículo de Rodríguez Sánchez versaba sobre el P. Prefecto y NO sobre D. Diego Fernández-, te sugeriría que escribieras y publicaras artículos en esta moribunda web, a ver si se revitaliza un poco.

  6. Alfredo, perdona que haya dejado pasar las Navidades para contestarte.
    Tu solicitud de censurar los comentarios de José González Pertíñez no es aceptada.
    Esta nueva web nació con el compromiso de facilitar la máxima libertad de expresión a los compañeros, sin más límites que las Normas de publicación acordadas.
    Un saludo.

    1. Yo jamás te he pedido que censures ningún comentario de nadie. Como ya hizo el anterior presidente, has publicado una información privada en la que yo no pido ninguna censura y, para demostrarlo, copipasteo lo que te escribí privadamente el pasado 23:

      ‘Querido amigo:

      Te recomendaría que ejercieras alguna forma de ‘moderación’ sobre lo que se escribe en la web de tu digna dirección. No está nada bien en que una web se insulte a un asociado antiguo alumno por parte de un desnortado perrata, por el mero hecho de hacer notar las muchas cagadas de perro que encontramos en las calles de Sevilla y su área. Como no esta nada bien que otro tal, a destiempo, ofenda a alguien como don Diego Fernández por el mero hecho de ser un negao en matemáticas.

      Es curioso que tanto tu amiguete el Cuesta como el Pertiñez sean personas que NO aportan nada a la web de tu digna dirección, que no escriben un puto artículo y que han usado, abusado y servido de la web de tu digna dirección para escribir comentarios ofensivos contra las personas. Creo que tendrías que hacer algo.

      Mi consejo es estrictamente altruista porque yo ya me retiré de escribir articulo alguno y dejaré de escribir comentario alguno el próximo día 31, cuando caducará mi abono.

      Te deseo una feliz navidad y feliz año el próximo.

      ART.’

      A una carta privada se contesta privadamente. De hecho a mí tu respuesta ni me importaba ni me la esperaba. Ya te voy conociendo.
      [espero que no me censures esta nota]

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