(Miguel Ángel Buonarroti, 1536-41)
Apocalíptico juicio postrero,
con cuerpos de formas exuberantes
mecidos por luz y color vibrantes
y un Cristo como Zeus justiciero.
La Virgen Madre evita temerosa
el rostro altivo y el brazo imponente
del Dios-Hijo, esperando, casi ausente,
una redención misericordiosa.
En el próximo Concilio de Trento,
bienaventurados y condenados,
tocados por la gracia o la venganza,
a la gloria o al averno se lanzan.
Danza macabra, expresión de un momento
que Miguel Ángel pinta atormentado.
Bello fresco de una paleta mágica
en una atmósfera irreal y trágica.