Antes la obligación que la devoción

Antes la obligación que la devoción

Por Antonio Pedrajas

Nada más lejos de mi intención que criticar a nada ni a nadie.
En 1960, como había sucedido en años anteriores, las escuelas SAFA en muchos pueblos, así como en otros centros religiosos, acontecía un final de curso apoteósico en los que en una representación casi institucional, se concedía un premio a los mejores alumnos del colegio.
En Alcalá la Real, las distinciones eran tres : Príncipe del colegio, Brigadier y Jefe de Clase. Recaía siempre en los del curso superior, a esta sazón, Preaprendizaje. Para conceder dicha distinción, el único baremo existente era la nota media del curso. Dicho año, obvio los nombres, y en el ámbito del Teatro Martínez Montañés, dos alumnos obtuvieron la nota media más alta. Un servidor y otro compañero: 8,2.

Como el premio no era conocido de antemano, supuse que , Príncipe del Colegio, no, pero Brigadier, sí. Conocidos los nombres de los agraciados, ni Príncipe del Colegio, ni Brigadier, sólo Jefe de Clase. Lo de Brigadier se lo otorgaron a un compañero de curso con una nota de 8,1.
En aquel tiempo, con doce años recién cumplidos, no caí en la ignonimia. Un par de años después me atreví a preguntarle a uno de mis maestros el porque de tal afrenta. Me contestó que es que yo no iba a misa los domingos como era preceptivo. Nunca se le ocurrió preguntarme cuál era la razón.
Le hubiese respondido que los domingos por la mañana, mi padre albañil, estaba construyendo una casa con la ayuda de compañeros y era mi obligación ayudarles. Tardamos dos años en construirla. Todavía existe.

Sin acritud por lo que ocurrió hace más de sesenta años, pero sigo pensando que está antes la obligación que la devoción.

Antonio Pedrajas.

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