Bedmar. Un martes de Septiembre. Tras un día de calor africano, a las 19:30 estamos en la Lonja de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, buscando espacios de sombra que nos protejan del aún ardiente sol. La magnífica fachada de la iglesia, de dorada piedra caliza, refleja ondas de calor. Pronto se pondrá el sol tras el Cerro Aznaitín, que nos protegerá con su benéfica sombra. Este monte era Neitin para los iberos, un santuario de Netón, dios del fuego y del trueno, al que los árabes llamaron Isnatin (llana, sin tilde)
Nuestro amigo Diego Rodríguez Vargas presenta su libro “Isnatin” en su pueblo, a los pies de este Olimpo ibérico. Casi un centenar de personas nos hemos congregado en esta recoleta plaza, más un mirador que un ágora, venidos de diversos sitios: Málaga, Sevilla, Marbella, Úbeda. Y por supuesto, vecinos de Bedmar.
Comienzan los discursos de las autoridades. Primero el Alcalde, que se muestra orgulloso de su pueblo y de su gestión. Luego, el vicepresidente del IEG (Instituto de Estudios Gienenses, editor del libro) que se muestra no menos orgulloso de su editorial y de su gestión, y hace una ajustada referencia al libro, finalizando con palabras de Santiago Caballero. Y por último, el presidente de la Diputación, que se enorgullece de la gestión de la entidad y, por fin, hace una semblanza del autor y de la novela. Si alguien quiere más detalles de su discurso, que lea el diario «Jaén» ( https://www.diariojaen.es/provincia/bedmar-acoge-la-presentacion-de-la-novela-isnatin-obra-de-diego-rodriguez-vargas-editada-por-el-ieg-DD8014140 ) pero que no busque ni una línea de la intervención de Diego ni de la interesantísima trama de la novela. Ya se sabe, la prensa local no está para fruslerías…
Diego, arrinconado al extremo de la mesa, toma el micro con calma e inicia su presentación con solvencia insuperable. Claro, agradece a las autoridades su presencia y a los demás su asistencia, especialmente “a los que han venido de fuera, han subido la cuesta, se han perdido…” Pronto adopta su tono didáctico, encantador, profundo y nos transporta a los parajes de su espíritu, jugando con sus recuerdos y con los hechos narrados: “Yo nací muy cerca de aquí, en esa casa, que fue construida por Santiago Caballero –actor protagonista del libro- y jugué bajo un naranjo que plantó él”. La Lonja de la Iglesia se transforma en un espacio mágico, un silencio dominado por el Cerro Isnatin. “Me ha acompañado la luz del Isnatin, los olores de las casas, el trabajo de los agricultores, la espalda dolorida de los olivareros, el esfuerzo de las mujeres, el poder inmenso de los ricos, el peso ominoso de la religión…” No quiere ser protagonista de nada, dando todo el peso a los personajes, quedando como narrador reducido al último capítulo, porque “Isnatin es una novela basada en personas, sitios y hechos reales”
El germen de la novela es un baúl, “propiedad del abuelo Santiago Caballero, que estaba guardado en la cámara, y que no se podía abrir bajo ninguna circunstancia. En la casa se hacían prácticas espiritistas, y el abuelo participaba de lleno en ellas. Él creía en la reencarnación y esperaba que, al volver del otro mundo, se encontraría todas las cosas tal cual las dejó”. Pero picado por la curiosidad e imbuido de la arrogancia del adolescente, a los 16 años pidió permiso para abrir el arcón, y lo obtuvo con el compromiso de dejarlo todo tal como lo encontrase. Al abrir la tapa “me encontré un tesoro: libros de todo tipo, especialmente de espiritismo, objetos personales variopintos, periódicos del siglo XIX, entre ellos un diario donde se narraban hechos de Bedmar, cartas… Y en especial, la intensa correspondencia con Roque Correa (cuya tumba está siempre ornada con un ramo de flores) ¿Quién las pone?”.
Aparece un personaje muy relevante, el teniente Caballero, oficial del Regimiento Alcántara – 14, que fue enviado a proteger la retirada de las tropas que huían de Annual. “Un inmenso error del generalato africanista, que condenó a la muerte a miles de reclutas, se agrandó con una orden suicida que acabó en una masacre de quienes se lanzaron a una carga contra los tiradores de las kábilas rifeñas. Los supervivientes de uno y otro contingente se refugiaron en Monte Arruit, donde fueron diezmados. Al teniente Caballero, como a todos los que no consiguieron llegar a Melilla, le dieron por muerto. Su padre no lo aceptó y se marchó a buscarlo por todo Marruecos, sin éxito”.
Entra en escena con fuerza el Marqués de Viana, D. José de Saavedra, título concedido por Alfonso XII al Duque de Rivas, por su papel en la Restauración. Dueño del palacio de Garcíez, mantiene una relación amorosa con una bellísima vecina, que se convierte en su amante y se traslada con él a Madrid (por lo que su familia será conocida como “las madrileñas” desde entonces). Pero el vínculo con la villa se mantiene: compra el cortijo Linares, una casa que arregla y acomoda, y la fonda. En la casa se verá con su amante y la hija frutos de sus amores, en discretas visitas desde su palacio de Garcíez.
Esta novela también está trufada de personajes no tan relevantes, pero llenos de vida: los jornaleros que esperan en la plaza a ver si el capataz los contrata ese día y pueden llevar comida a casa, las mujeres que trabajan el doble y cobran la mitad, el “mantero” que te vendía hasta una vajilla, el “quesero” manchego con su burro, etc. Destaca la presencia de algunas mujeres, como Trinidad Grund (un personaje de tragedia griega: viuda de Manuel Heredia que se descerrajó un tiro en una cacería, y madre de dos hijas que se ahogaron en un naufragio del que ella se salvó milagrosamente), Lucía Paladí (esposa del X Marqués de Bedmar, rumana, a quien el Duque de Rivas llamaba “la Muerta” por su tez pálida, causada por la tuberculosis, y de quien estaba perdidamente enamorado Juan Valera, aunque todo fue un amor platónico) y la simpar Amalia Domingo Soler, autora de libros espiritistas como el famoso “Memorias del Padre Germán” y los conocidos “Cuentos espiritistas”.
Ya el sol había declinado del todo tras el cerro Naitin cuando Diego dijo, conmovido: “Hace dos años que este libro debió ser presentado. Motivos que todos tenemos bien presentes han aplazado este momento. Y ahora, por fin, solo me queda decir ¡Gracias!”.
Me alegro de que alguien haya tenido la valentía de decir algo que se repite cada vez que se presenta un libro editado por la Diputación. El autor es el menos importante, tanto en la presentación como en las notas de prensa posteriores. En fin, así es la política.
Ansioso estoy por leer la novela que ya he encargado y pagado al IEG.
Muy acertada y emotiva la crónica que has hecho, José Luis, se ve que vales para todo. Estoy seguro de tu respuesta: «Es que soy maestro de la Safa…»
Y del comentario de Teresa me congratulo. No sé qué es peor si que asistan las autoridades políticas o institucionales a la presentación de un libro para aprovechar el momento y al público cautivo para largarles sus mítines de partido o mejor que no asistan…
Cuando presentamos el libro de mi esposa MIS CUENTOS, a pesar de estar invitado el alcalde, no asistió ni se disculpó, pero el acto fue todo un éxito sin mitin incluido…
Enhorabuena al autor por su pundonor y valentía.
Cuando lea tu libro, Diego, te lo comentaré.
Un abrazo y mucha salud para seguir disfrutando de la vida y de tus recuerdos, haciéndonos partícipes de tus jugosas experiencias.