Recuerdos de la SAFA – 33 : La música en la SAFA (II): La tuna
Ya estando en Oficialía surgió otro portal musical para nosotros: la tuna SAFA. Cada año participaban en las fechas navideñas, en los actos de la SAFA en el patio de columnas o en la clausura de curso. A veces, los veíamos cómo se congregaban en la puerta, esperando que se completase el grupo para salir por el pueblo a cantar, y sabíamos de sus andanzas nocturnas por el pueblo, lo que para nosotros era el summun de la libertad y el despiporre.
Ese curso, un cura nuevo, el H. Casares, se presentó en nuestras aulas para tantear la incorporación de nuevos fichajes. Dado el ambiente general del Centro, no era raro que hubiese más de una docena de compañeros que tocaban algún instrumento, mayoritariamente la guitarra. A ellos se dirigió en primer lugar, invitándolos a una serie de sesiones en la sala de juegos de los mayores, donde les haría una audición. Dos de mis compañeros de camareta se apuntaron de inmediato, y ya sabía que uno de ellos, Manolo Molina, sería seleccionado, porque tocaba la guitarra en un conjunto musical en su pueblo, Alcaudete. Para ser seleccionado, mi paisano Antonio Sánchez se dedicó con fruición a practicar con el laúd, que era de los instrumentos más escasos en la tuna. Por el contrario, Luis Villar estaba convencido que no habría otra bandurria como la suya.
Por otro lado, a los que estábamos en el coro nos invitó a hacer pruebas de voz y afinación. Con una flauta nos marcaba una nota y nos pedía que la entonásemos. Y con el acordeón, tocaba una melodía que habíamos de repetir. La mayoría estábamos aún con la voz de tiple, o cambiándola, con lo que no dábamos el perfil requerido, y nos dijo que el próximo año haría pruebas de nuevo. En concreto, a mí me pilló en la época del cambio de voz, de niño a adolescente, y en la prueba que me hizo solté un par de gallos que acabaron con mi carrera en el género lírico… Pero desde el primer momento hubo un par de compañeros que fueron seleccionados, Antonio de la Blanca, un alumno externo, y Juan Pinillos, que compartía conmigo pupitre en el estudio y trabajaba en la mesa de al lado en el taller de Delineación. Éste compañero, más adelante, llegaría a ser el vocalista del Grupo SAFA.
Días después, fuimos conociendo los inicialmente seleccionados como instrumentistas, entre los que figuraron Luis Villar, de Torreperogil, excelente en la bandurria pero que se pasó al laúd vista la escasez de instrumentistas, y el ya citado Manolo Molina, que decidió dejar la guitarra y pasarse a la bandurria. Mi paisano Antonio Sánchez, tras sus esfuerzos por dominar el laúd, también pasó a formar parte de la tuna. Ya en el tercer trimestre se sumaron José Fernández, que con los años llegaría a ser al abanderado, Mariano y Guillermo Cumbrero. En años sucesivos se incorporaron Paco M. Berzosa, Valentín y Diego Castellanos.
Con varios de ellos compartí camareta tanto ese año como los siguientes, con lo que pude seguirle sus peripecias.
Lo primero que noté es que el citado cura les iba a hacer trabajar: tenían ensayos continuos, a cualquier hora, con lo que restaban horas al estudio y sobre todo al tiempo libre. Ensayaban por instrumentos, por voces y en conjunto. Ensayaban canciones de tuna y algunas de tipo popular que el cura seleccionaba. Ensayaban en estático y desfilando. Ensayaban todos juntos o en grupos según el nivel alcanzado. En suma: se daban una buena paliza.
A principios del curso siguiente, coincidiendo con la finalización de estudios de varios alumnos mayores, mis compañeros entraron a participar de lleno. Lo primero, el traje de tuno. Una tarde se presentaron en mi camareta Manolo Molina y Valentín con sendas perchas de las que colgaban unas prendas negras y unas enormes capas con cintas multicolores. Y empezaron las pruebas: ambos eran altos y corpulentos pero les habían dado la talla más pequeña, así que, lo primero fue volver corriendo a ver si tenían otro traje de tamaño adecuado. Hubo suerte, pudieron intercambiarlo con un compañero de nuestro mismo curso y con otro de un grupo superior, aunque más menudito de talla. Aun así, a Manolo la guerrera le iba un poco apretada, y apenas podía abrocharse la gola blanca. Las calzas, eso sí, le iban bien, pues eran muy anchas de asiento y de pierna y apenas se sujetaban por un elástico a la cintura. Recuerdo que en vacaciones se las llevó al pueblo y le pusieron una cinturilla que le impedía que se le cayeran y le apretaron la banda que las ceñía por debajo de la rodilla. Las medias blancas que les dieron a ambos habían conocido mejores tiempos: estaban un poco amarillentas, y las de Manolo tenían un agujero en el talón.
La capa era lo mejor: negra, de tejido sedoso, anudada mediante un cordel sobre el hombro izquierdo, y decoradas con cintas de colores. Miramos las cintas con atención y vimos que algunas estaban bordadas por sus donantes pero dos o tres estaban rotuladas a bolígrafo. Pronto cada cual se procuró añadir nuevas cintas a su capa, con lo que podían cantar con justeza:
Enredándose en el viento
van las cintas de mi capa,
y cantando a coro dicen:
quiéreme niña del alma.
Son las cintas de mi capa,
de mi capa estudiantil,
un repique de campanas,
un repique de campanas,
cuando yo te rondo a ti.
Recuerdo que la primera canción que ensayaron fue la más conocida del repertorio, “Clavelitos”. Era habitual que se juntasen en nuestra camareta para afinar las voces, con la bandurria de Manolo y la guitarra de Paco:
Clavelitos, clavelitos,
clavelitos de mi corazón.
Yo te traigo clavelitos
colorados igual que un tizón.
Si algún día, clavelitos
no lograra poderte traer
no te creas que ya no te quiero
es que no te los pude coger
A estos ensayos nos sumábamos con entusiasmo el resto de los compañeros de la habitación, donde había quien daba la talla y quien daba la nota. Incluso, al oír la música, venían de otras camaretas y ya los desafines se hacían monumentales.
En el mes de diciembre salían con bastante frecuencia a rondar, con un programa musical propio de las agrupaciones de “campanilleros”, en muchos casos ante los balcones de alguna hermosa moza ubetense amiga de algún tuno, pero no faltaba el homenaje de la rondalla a los domicilios de algunos egregios miembros de la clase dirigente del lugar. Tambien era habitual la parada en el patinillo de las vicviendas de los maestros, justo detrás de la iglesia.
En estas rondas, tras las oportunas canciones (dos o tres, no era cosa de pasarse) eran invitados a subir al piso, en cuyo salón se exponían bandejas de mantecados y polvorones, junto con botellas de anís o coñac. Tras pimplarse un par de copazos (para el frío, decían) y zamparse un par de polvorones, pronto aprendieron que con discreción podían hacer desaparecer media docena en las calzas (el traje de tuno no tenía bolsillos), de los cuales nosotros, los pobres mortales que nos quedábamos en el internado, podíamos beneficiarnos al volver bien entrada la noche. Manolo me contaba que tras pasar por cuatro o cinco casas, ya no desfilaban con tanta marcialidad y tenían las calzas como bombachos, con una pinta infame. Una noche tuvieron que parar en una iglesia, no sé si San Isidoro o San Pablo, y al arrodillarse varios chafaron los mantecados que llevaban, con el resultado previsible.
Pero el culmen de la música era el grupo SAFA… De eso hablaremos próximamente…
(Continuará…)
N.B. Invito a todos los compañeros que tuvieron el honor de ser tunos a que compartan sus experiencias y anécdotas. Escribidlas al pie del artículo, en el apartado de «Comentarios». Gracias!
Hola Jose Luis , no se si te acuerdas de mí. Soy Juan Bote Lavado de Almendralejo (Badajoz) . Precisamente el que toca el acordeón y también en el Grupo SAFA.
Un saludo compañero y gracias por tus aportes que nos hacen revivir nuestro pasado (¿reciente? je je).
Hola, Juan, bienvenido a esta página! Estaría bien que nos contases algunas de tus vivencias musicales en la SAFA, que fueron muchas y buenas.
Sí que fueron muchas Jose Luis pero mi memoria es RAM y debe ser de pocos megas, je,je.
Después de leer tu articulo sobre la tuna estuve leyendo el de Vargas sobre el grupo Los Safa y disfruté de lo lindo recordado las cosas que contaba con una precisión y maestría como el acostumbra.
Tengo un recuerdo de haber dado un pequeño concierto con el piano vertical que teníamos tocando «Granada» y «Rumores de la caleta» de Albeniz.
Y quiero recordar un sainete que yo acompañaba con el piano pero no sé como se llamaba y quizás tu lo recuerdes. Un abrazo y sigue con tus relatos que nos hacen felices.
Está sembrado. Además de los audios, las calzas anchas de asiento y de pierna, y los unos dando la talla y los otros la nota😄😄
Jajaja, bien dicho…
Antonio de la Blanca y yo aunque éramos externos teníamos asignado un dormitorio, donde nos cambiábamos de ropa para las rondas pero al terminar de madrugada volvíamos a nuestro domicilio. Como el portero se hacía el loco (o dormía profundamente) no teníamos más que saltarnos la verja de entrada para salir. Imagínense, en la madrugada de aquella Úbeda invernal y además algo «adobados» tras las invitaciones habidas… Surrealismo puro.
Hola amigos, en la Tuna SAFA, pocos podrán decir que estuvieron cuatro años como yo, pues entre en 2°de Oficialia tocando con un laúd propiedad de mi padre y además por recomendación de P. Juan Pérez, porque al ser jovencito no quería el P Navarrete que saliera por ahí de Ronda.
De eso se encargó mi amigo Santos Ortega para camelarse al mismo. Guardo un grato recuerdo del cariño que nos tuvimos.
Bueno pues las primeras anécdotas que tengo son que como todos eran mayores que yo un par de años, me trataban con mucho cariño y no permitían que bebiera en las invitaciones aunque a escondidas y como cómplice el amigo Santos, en alguna ocasión se me pusieron los pies redondos, ja ja ja
Voy a contar una cosilla que ocurrió cuando a la vuelta al colegio, así a las dos de la madrugada nos teníamos que pasar por la capilla y adorar al Santísimo durante media hora y cantar un par de cosas que teníamos preparadas para la ocasión
Mi amigo Valentín Calero, tenía que darnos la entrada con el triángulo, pero como veníamos todos de cierta manera, no acertaba a darle al instrumento y termino cayéndose le de las manos, menudo lío, todos riendo no sabiamos donde meternos, hasta que Diego Casares logró poner un poco, solo un poco de orden y la cosa medio salió a flote.
En otra ocasión bajábamos tocando hacia la Plaza y nos encontramos con una boda, pues nada a tocar un par de canciones a los novios, muchas gracias por su parte y adios
Pero continuamos nuestra marcha y por la puerta de Biedma nos alcanzó un camarero de la boda y nos hizo volver a los salones Monterrey y así lo hicimos
Nos agasajaron con de todo lo que allí había, y nos pusimos moraaaooos además de tocar todo lo que nos pidieron. Casi nos tuvimos que volver al colegio, pues había respetar el horario si queríamos salir otra vez
Bueno amigos en otra ocasión contaré alguna más, pues esto da para mucho
UN ABRAZO A TODOS
Gracias por tus recuerdos, Luis. Además, eras el más longevo en la tuna, así que seguro que tendrás muchos más escondidos en tu memoria. Los esperamos.
Muy bien José Luis, gracias por darme esta oportunidad. Desde luego que si que hay muchas y variadas anécdotas y curiosidades que podíamos comentar aquí, por eso invito y animo a otros compañeros Tunos safistas, a que podamos aportar nuestras vivencias de esa etapa.
Por desgracia no podemos contar con mi buen compañero y mejor amigo M. Molina Contreras y alguno más que yo sepa, como A. Moreno Fernández, (PILO GRANDE), cariñosamente le llamábamos El Chacho
Perdona que no siga ahora pues tengo un nudillo que no me deja, gracias y hasta pronto
Gracias Luis, por contarnos algunas de tus anécdotas que muchos no las conocíamos.
Vez recordando y vuelve a contarnos más.
Un fuerte abrazo.
Recuerdo una ocasión que estábamos de ronda y estuvimos cantando a una chica en su casa, ella se asomó al balcón y cuando acabamos nos quiso obsequiar con una botella. Quiso bajarnosla atada a una cuerda y, creo que fue Molina, le dijo: no, no, tirámela a mi que soy portero de balomano. Así lo hizo y, claro ya íbamos un poco tocados del ala, así que los reflejos no estaban muy finos, la botella se le resbaló y le dio un buen golpe en la frente. Por suerte nada grave y sirvió más de risas que de lamentos.
P. D. No estoy muy seguro si fue Molina.
Jajaja, no me extraña! Una botella (de anís?) voladora…