Cuando llegue septiembre…

Tengo la suerte de disfrutarte, Saúl, todas las mañanas por esta bella Sevilla, hoy tan huérfana de turistas (por la dichosa pandemia) que te piropeaban por doquier (aunque siguen haciéndolo alegremente autóctonos y nacionales), mientras vas caminando (agarrado del gorro por mi persona, para que tu trote ágil y desbocado no tenga fatales consecuencias), con gran admiración y regocijo de los viandantes que se cruzan en tu camino; o en tu cochecito, palpando siempre el cercano ambiente con tu sonrisa y candor especiales.


Tu presencia me es imprescindible (y me lo seguirá siendo por mucho tiempo), ya que lo noto -especialmente- cuando algunos días lluviosos hemos tenido que permanecer encerrados y tu ansia de calle se ha notado ostensiblemente.


Son tantos los momentos irrepetibles que vivo contigo: la visita en busca del pan cotidiano de Mickey Mouse (que tan clara y graciosamente sabes pedir a la panadera), en el mercado de la Encarnación; mi admiración ante tu amor a la música, cuando tocan a misa las campanas de San Pedro y tú vas diciendo clara y alegremente «pam, pam, pam…» a cada campanada que oyes; esa marcha a la plaza de las Mercedarias para recibir tu sustento materno

cotidiano y el intercambio de admiraciones con el alumnado del centro que allí hace su recreo diario; las compras a nuestras queridas tiendas de barrio en las que te conocen por tu nombre de pila y simpatía inigualable, pues bien que sabes hacer gala de ella saludando a dos manos (como los toreros en la plaza cuando recogen sus dos orejas y rabo por la faena realizada), acompañándola de tu abierta sonrisa; tus sueños cálidos y profundos, por el centro de Sevilla, sin que ningún ruido ose despertarte; etc.


Todo ello lo perderé cuando llegue septiembre, ya que entonces empezarás tu guardería, a punto de cumplir tus dos añitos; y aunque tenga ya más tiempo libre para ejercer otros olvidados y/o ansiados menesteres, siempre te echaré de menos, querido nieto; particularmente en estos tiempos tan especiales, aunque cansados (por qué no decirlo), puesto que no volveré a repetir esas experiencias tan entrañables y maravillosas que vivo contigo en connivencia y me recargan las pilas físicas y mentales; aunque siempre las guardaré en mi senil memoria, sabiendo que tengo la suerte de ser un abuelo privilegiado.
Sevilla, 10 de febrero de 2021.
Fernando Sánchez Resa

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