¡Sonoro y desgarrador silencio…!

Andan nuestras calles y plazas desiertas y sombrías, a pesar del sol y la luz que las iluminan. Se respira un tétrico e inhumano frío en esta visión dantesca de nuestras ciudades y pueblos vacíos por el miedo y la obligación legislada. Llegó la hermosa primavera a nuestra tierra andaluza, aunque travestida de ausencia, silencio y pena por la guerra bacteriológica en la que la han metido desde China.
Nadie preveía que los almendros en flor, con sus nevados atuendos, serían, este año, premonitorios de una pandemia que nos come y atenaza por todos lados, sin que el mismo confinamiento poblacional nos sirva de consuelo excesivo. Van demasiados muertos en este tiempo sin primavera real ni Semana Santa barroca (siendo hoy Domingo de Ramos, en el que aprendimos de pequeños, en nuestra querida Úbeda (Jaén), que si no se estrenaba alguna prenda de vestir se nos caerían las manos) con las que consolarse para pedir más salud y trabajo para todo el mundo; ¡ah!, y que los políticos se entiendan y lo hagan acertadamente, por favor, para bien de todos.

 

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