Hablemos de sexo

Por Mariano Valcárcel González.

Hace años yo era un optimista. Por eso (y por razones materiales, claro) no dejaba de acudir a cursos y cursillos que más o menos se adaptasen con mis capacidades y mis perspectivas.

Así hacía un curso de formación catequística (en la Universidad de Navarra -no se crean-) que me apuntaba a otro de monitor sexual (y esta vez por Salamanca); ya verán que no me cortaba yo. Vamos a este último, que lo hice en los ochenta. Mi optimismo me susurraba que ya era hora de encarar esta temática con cierta valentía, dadas las carencias y las trabas (ni trabas ni nada, la inexistencia total) que se habían arrastrado durante la dictadura. Para los que mandaban y velaban por nuestra salud mental, física y espiritual, la mejor educación sexual era la que no se daba.

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