Empezamos, todo ilusionados, un nuevo curso cinematográfico 2015-2016 amparado por Cineclub “El Ambigú”, una vez que la feria de Úbeda había desfilado por nuestras vidas, un año más.
Juan y Andrés habían programado un interesante ciclo sobre Orson Welles, de ocho semanas de duración (durante los meses de octubre y noviembre) para tener asegurado el triunfo de su original iniciativa. Con este cineasta, todo va bien y se tiene el éxito a la mano.
Puntuales, a las siete y media de la tarde-noche, nos fuimos presentando a filas los de siempre, pocos pero escogidos, para disfrutar de una velada cinematográfica agradable. Tuvimos la suerte de que la concejala de educación y cultura del excelentísimo ayuntamiento de Úbeda nos hiciera una visita, pues quería saber de primera mano cómo funcionábamos y llevarse en cartera el encargo para que en futuras proyecciones pudiésemos contar con la sala de proyecciones del palacio Luis de la Cueva (de la que ya disfrutamos antaño), en la plaza Josefa y Manuel. Incluso una amable y guapa periodista del periódico comarcal Úbeda y Baeza se presentó también para entrevistar a Juan y echar unas fotos de los asistentes y la sala de lectura en donde se desarrollaba la proyección. Lo del palacio Luis de la Cueva hemos comprobado que se quedó en agua de borrajas…
Comenzó el visionado un poco más tarde de lo previsto, debido a los acoples de sonido de última hora y a la entrevista que le hicieron a Juan, el mencionado medio periodístico comarcal (quien ya aquella mañana había mandado su habitual cuña publicitaria a la emisora de la Cadena Ser ubetense para abrir boca). Eran pasadas las 7:45 h, cuando comenzamos la proyección. La corta pero enjundiosa explicación de Juan sobre la película“Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1941) y su director fue sumamente interesante.
Nos dijo que ya, con 25 años, Orson Welles la había realizado en 1941, en blanco y negro, haciendo gala de su gran saber cinematográfico, su ópera prima, pues había visto muchas películas de todo tipo y, especialmente, del realismo francés y del cine alemán que -luego, en la proyección- íbamos a tener tiempo y ocasión de comprobar. Ciudadano Kane llegaba con la aureola de ser una de las mejores películas de todos los tiempos, pero él nos pidió que no la visionásemos como tal, sino como un filme más y que después sacásemos las conclusiones personales que cada uno viese más oportunas. El propioOrson Welles aparece en varios papeles y momentos de la película y hay un abuso de flashback, pues comienza con la muerte del personaje americano Charles Foster Kane y su publicación y panegírico en los principales periódicos estadounidenses para ir volviendo, poco a poco, reconstruyendo lo que fue su vida. Quizás haya transcurrido demasiado tiempo como para que hoy día podamos entender la película con todo el rigor que se merece, comprendiendo la revolución cinematográfica que causó en su momento.
Está escrita por Herman Mankiewicz y Welles, que se inspira libremente en datos biográficos de WilliamRandolph Hearts. Se rueda, en B/N, durante 3 meses, en exteriores y escenarios naturales de California y NY y en losRKO Studios (Hollywood, CA), con un presupuesto de medio millón de dólares. Fue nominada a 9 Oscar, ganando uno (guión original). Producido por Welles, se estrenó el 1-V-1941 (NYC).
La acción tiene lugar en Colorado, NY, Florida, Chicago y otras localidades, entre 1880 y 1941. Aporta una novedosa profundidad de campo, que permite enfocar al mismo tiempo el primer plano, los planos medios y el fondo. La narración es compleja, densa y de gran brillantez.
Son escenas memorables: el desafiante aplauso de Kaneen solitario; el plano general sobre los objetos embalados para ser subastados; la cámara que asciende desde Susana dos tramoyistas con gesto de desaprobación; plano superior del mitin electoral de Kane…
La música, de Bernard Herrmann, ofrece cuarenta cortes descriptivos. La fotografía, de Gregg Toland, presenta imágenes muy contrastadas, reflejos en espejos, movimientos espectaculares de cámara, planos picados, contrapicados y de detalle, encuadres generales grandiosos y sugerencias explicativas.
La visionamos en español y en blanco y negro; incluso con subtítulos en castellano para matizar más la conversación entre los distintos personajes, aunque comprobamos que, a veces, no coincidía con lo que decían en verdad.
Ya demostró Orson Welles su sumo talento, como Picasso en la pintura o Mozart en la música, y que marcaría honda huella en este competitivo mundo cinematográfico, pues sabía contar historias y hacer guiones como éste (que vimos el 8 de octubre de 2015) y que impactaban y daban mucho en qué pensar, compitiendo con otros directores ya consagrados del momento (John Ford, Howard Hawks o William Wyler) y poniéndose a su altura e incluso superándolos.
Fueron dos horas de un intenso relato, en donde el protagonista principal cuenta su vida desde que era pequeño y va desvelando la historia de separación de su madre, por tocarle una herencia millonaria de una mina de oro, lo que le provocará ese carácter egoísta e indestructible que va forjando a lo largo de toda su vida, luchando contra viento y marea, contra todo y contra todos, incluso en sus dos fallidos matrimonios, y construyendo una mansión de cine llamada Xanadú, en la que al final es su tumba, en todos los sentidos, y en donde muere pronunciando la palabra Rosebud sin que nadie averigüe lo que significa; hasta que los espectadores, al final de la sesión, nos damos perfectamente cuenta: la añoranza de la infancia y del tiempo perdido en aras de un triunfo social y mediático del que, al final, no se encuentra tampoco satisfecho.
Charles Foster Kane tiene múltiples lecturas. El cine es como la literatura: depende de quien lo visione, pues sacará sus propias conclusiones en función de su inteligencia, historia personal, sensibilidad, profundidad de pensamiento…
Por ello, yo aprecio en esta peli muchas cosas: el arquetipo de ciudadano norteamericano que se hace a sí mismo y supera todas las dificultades, labrándose un futuro triunfador y un patrimonio material inconmensurable; a la vez, se ve lo insensato de su actuar y la infelicidad que ello conlleva, no llegando a ser feliz en ninguno de sus dos matrimonios, ni disfrutando de la paternidad de su hijo; tiene mucho poder, pero no amigos ni familiares que avalen ese estado, y más bien se torna en una amargura vital que lo entierra en vida en su cementerio de Xanadú, donde hay multitud de posesiones materiales valiosas, pero que, a su muerte, servirán para desecharlas o mal venderlas; también está reflejada la pacata moral puritana americana que, en cuanto quiere presentarse a senador y se le descubre un desliz amoroso fuera de su matrimonio, todo lo echa a rodar y se va al garete; la fuerza del dinero y de los medios de comunicación escritos -como los periódicos- o por las ondas, que son esclavos de sus amos y que mueven a las masas en uno u otro sentido sin que este ejemplo haya servido históricamente, ni sirva, para las generaciones actuales que seguimos esclavizadas y marionetizadas por lo que los medios de comunicación (hoy complementados y desbordados con las redes sociales) nos indican y mandan.
En fin, esta película es una alegoría múltiple, tanto a los comportamientos personales como sociales, en el eterno laboratorio estadounidense, del que en la fecha actual todavía no nos hemos desviado o apartado; y una llamada a la conciencia personal para que reivindiquemos que lo importante en la vida es la introspección de lo cotidiano, lo familiar, la infancia…, en la que nos criamos, con el amor indispensable de nuestros padres (y de la madre, especialmente), puesto que nos van a modelar como personas para el día de mañana.
Realmente, tras dos horas de proyección, sonó el aplauso final sincero y un cierre del círculo en la película, averiguando lo que significaba Rosebud, la palabra por la que los inspectores de la película quieren conocer algo más de este personaje rico e influyente que, sin ser presidente del país, puso y quitó a varios presidentes, influyó en las dos guerras mundiales, etc.
Bicheando en internet, me enteré de cómo dos genios se encontraron el 7 de mayo de 1987, en una ceremonia breve y sencilla, de apenas veinte minutos, en la finca “El Recreo de San Cayetano” del ex torero Antonio Ordóñez, en Ronda, a seis kilómetros de Málaga.
Beatrice, tercera hija de Orson, habida de su matrimonio con su tercera esposa, la italiana Paola Mori, condesa de Cifagio (actriz en su filme Míster Arkadin de 1953, con la que había contraído matrimonio dos años después), transportó las cenizas a Madrid en una maleta que su padre utilizaba en todos sus viajes. Hasta esa fecha la urna había permanecido en uno de los despachos de su empresa de estética, en Las Vegas.
Y de que el sacerdote salesiano Gonzalo Huesa (que me dio clase de literatura -en 4º de bachillerato-, en el colegio “Santo Domingo Savio”, de Úbeda (Jaén); y del que tengo tan buenos recuerdos), siendo amigo de Antonio Ordóñez, recitó un responso y unos salmos y declamó una pequeña plática en la que destacó la fidelidad como virtud esencial en este director de cine.
Buen comienzo cinéfilo, aquel añorado jueves de otoño, en el que ya iba gustando ponerse la manga larga e irse arrimando a las faldillas de la mesa camilla del hogar. Nuevo curso, viejas vivencias renovadas; así es el ciclo de la vida que nos muestra el repetitivo y pendular camino del vivir cotidiano, ya que quisimos y pudimos disfrutarlo, una vez más, en aquel año 2015, de la mano de nuestros amigos Andrés y Juan, auténticos baluartes del Cineclub “El Ambigú”, ONG cultural ubetense al servicio de todos los que quieran acercarse a disfrutar de una tarde-noche agradable y provechosa, todos los jueves del año, para obtener una agradable y dadivosa terapia de descanso, con marchamo de gratuidad, pues soñar siempre será una profilaxis pura y necesaria, imprescindible para ser feliz.
Úbeda y Sevilla, 13 de enero de 2020.
fernandosanchezresa@hotmail.com
<span data-mce-type=»bookmark» style=»display: inline-block; width: 0px; overflow: hidden; line-height: 0;» class=»mce_SELRES_start»></span>