Estamos en la collación de San Isidoro que hubo en el siglo XVIII, aunque entonces era San Isidro y un barrio rico. Aquí bautizó a dos hijos Murillo y algún compadre. Esta es otra iglesia parroquial perteneciente al Salvador. Afirma que aquí no hubo sinagoga, aunque esté en su fachada una extraña estrella de David que suelen ser de cinco puntas, pero ésta es de seis. Manuel dice que lo investigaría al día siguiente, pues le parece muy extraño y lo más seguro es que sea un añadido. Explica la portada principal con su estrella de David en lo alto de las archivoltas, las albanegas, etc. En el interior, es donde hay restos mudéjares claros. Anima a que los visitemos en cuanto podamos. Y sigue con su encendido discurso de entendido al que, a veces, es difícil seguir con sus palabras específicas de historiador del arte avezado. Nos vuelve a hablar por el camino de Pedro I el Cruel o Justiciero, mientras yo echo fotos, y nos recuerda que llevó alarifes a Granada para la construcción de La Alhambra y que es un personaje importante de Sevilla como promotor y amante del mudéjar. Añade que los alarifes mudéjares tenían sus gremios, aunque había unos 50 o 60 solamente en toda Sevilla capital y se dedicaban magistral y exclusivamente a la construcción.
La iglesia de San Isidoro es la sede de una parroquia católica. Se construyó a mediados del siglo XIV, siguiendo los parámetros gótico-mudéjares propios del momento histórico en que se inscribe. A finales del siglo XVI o principios del XVII se reconstruyó de nuevo toda la cabecera de la iglesia, ampliando el presbiterio y creando dos capillas laterales. Por su privilegiada ubicación en el centro urbano hispalense, la iglesia parroquial de San Isidoro disfrutó de una numerosa y activa feligresía, que impulsó la creación de capillas en el templo y efectuó numerosas donaciones. Fueron vecinos de la collación, figuras tan ilustres como Miguel de Cervantes y Bartolomé Esteban Murillo.
La iglesia presenta tres portadas. La torre, situada en el lado de la Epístola, responde, prácticamente en su totalidad, a una profunda readaptación al estilo barroco, efectuada a mediados del siglo XVIII. Quizás, el único resto mudéjar que conserva sea una escalerilla de caracol con bóveda de aristas. Se encuentra decorada con azulejos, en los que se representa a san Isidoro y san Leandro; fue levantada, por el arquitecto Francisco Jiménez Bonilla, en 1752.
El templo presenta planta rectangular con tres naves, crucero y capillas laterales. La nave central se cubre mediante una armadura de madera en forma de artesa, repleta de lacerías de clara tradición mudéjar. También destacan las interesantes yeserías de mediados del siglo XVII, que decoran el interior de la capilla sacramental.Aquí tienen su sede, dos históricas hermandades: Archicofradía Sacramental de las Tres Caídas, que hace estación de penitencia en la Semana Santa, el Viernes Santo; y Hermandad de Nuestra Señora de la Salud y San Ignacio de Loyola, que hace una procesión en el mes de mayo.
Caminamos un poco más, entre callejuelas iluminadas por la luz artificial y la refulgente luna, con penumbras manifiestas; y hacemos una parada en la plaza de Pilatos, que se encuentra presidida por monumento a la figura del maestro sevillano Francisco de Zurbarán, máximo representante del naturalismo tenebrista en el Barroco español. Allí se encuentra enclavada la conocida Casa de Pilatos, perteneciente a la Casa de Medinaceli. Es lo primero renacentista que hay en Sevilla, con la portada de mármol de Carrara. Por dentro, tiene muchas yeserías mudéjares. Es uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura civil andaluza del siglo XVI y presenta una combinación de los estilos renacentista italiano y el mudéjar español, fruto de las diferentes intervenciones acontecidas, desde el último tercio del siglo XV hasta el siglo XVII. La obra se levantó sobre varios solares que habían sido confiscados por la Inquisición. Tras su relativo abandono durante el siglo XVIII, se restauró a partir de finales del siglo XIX.
El palacio se estructura en torno a dos patios -el de ingreso y el principal-, en torno a los cuales -en una y dos plantas-, se disponen las estancias principales. A ambos lados de este cuerpo principal, ocupando el resto de la parcela, se extienden dos jardines de distintas dimensiones y formalización: el denominado jardín chico, en el lado este, y el jardín grande, al oeste. En la actualidad, es residencia permanente de los duques de Medinaceli.
Se le llama Casa de Pilatos, porque había la misma distancia desde esta casa al Gólgota sevillano (como la de Pilatos al Gólgota en Jerusalén). El origen de su nombre, Casa de Pilatos, proviene de un Vía Crucis que se comenzó a celebrar en la ciudad, en la década de 1520 (se conservan los azulejos que representan cada una de las estaciones a lo largo del mismo). Primeramente, comenzó a celebrarse en el interior de la capilla, dentro de la propia casa. En 1529, debido a que el número de personas para realizar la estación de penitencia había crecido tanto, decidieron empezarla junto a la puerta del edificio, en lo que vino a considerarse la primera estación, siendo finalizada en el templete de la Cruz del Campo, y siguiendo los sucesos de Cristo. Joaquín González Moreno, archivero de la Casa de Pilatos y conservador del Palacio durante más de 30 años, fue la persona que recuperó esta tradición al localizar la documentación que sobre este hecho existía en el archivo de Medinaceli de Madrid y restablecer, en 1971, el Vía Crucis de la Cruz del Campo, que durante el siglo XVI sería el germen de la Semana Santa en Sevilla.
En la Casa de Pilatos, se han rodado varias películas, entre las que destacan cuatro superproducciones de Hollywood: en 1962, se rodaron en el palacio escenas de la mítica superproducción Lawrence de Arabia, ganadora de 7 Oscar. En 1992, el director Ridley Scott rodó aquí parte de la película 1492: La conquista del paraíso. Este director volvería a repetir en 2005, al rodar escenas para El reino de los cielos. Y a finales de 2009, Tom Cruise grabó en el palacio la película Knight and Day, con Cameron Díaz. El patio principal y alguna de las alcobas de La Casa de Pilatos también sirvieron de escenario en 2017, para la serie de televisión La peste, que fue dirigida por Alberto Rodríguez Librero y estrenada por Movistar.
Y llegamos a la última de las iglesias que veremos por fuera: la iglesia de San Esteban, que es un templo católico situado en el barrio de San Bartolomé, en el casco histórico de la ciudad. Data del siglo XIV y es de estilo gótico-mudéjar. Fue levantada sobre lo que era una antigua mezquita, presentando tres naves con ábside, dos portadas ojivales en piedra -de principios del siglo XV- y una torre del siglo XVIII, con campanario. Tuvo que ser reconstruida tras los daños sufridos por el terremoto de Lisboa de 1755. En su interior, existen retablos, imágenes y lienzos de gran valor, tanto artísticos como históricos y culturales, atribuidos a importantes artistas como Miguel Polanco y Zurbarán. Es iglesia filial de la parroquia de San Bartolomé y acoge a la Cofradía del Cristo de la Salud y Buen Viaje, que procesiona a la iglesia catedral los Martes Santos; y a la Hermandad de la Virgen de la Luz, que hace procesión anual con su imagen, en el mes de septiembre.
Destaca la muy buena portada principal mudéjar que curiosamente no es por la que se entra normalmente a la iglesia, sino que es que está en el callejón lateral. Habla de los baquetones y del Dios creador, que es posterior y que este es el modelo de fachada que sirve para hacer San Juan de la Palma. Aquí está bautizado Valdés Leal y el famoso Cristo Ecce Homo. Para Manuel, es la portada más completa y desconocida del público en general, donde se mezcla gótico con mudéjar; por eso, ha querido terminar aquí, ya que la gente no la suele ver, pues está en una calle interior y no la calle pasajera y ancha, por donde circulan los coches y viandantes principalmente. Agrega que también aquí había un arco, que se tiró hace un tiempo, aunque todo está refundido; por eso, ha querido tener aquí su punto final.
Son exactamente las once y cuarto de una noche intensa. Hace también un fresquito rico que nos refresca y un hambre canina que nos llama a voces a la cervecita, la tapa y lo que se tercie. Todos hemos quedado empapados de sabiduría y buen humor; por lo que marchamos cada cual a la casa o al bar elegido, con el regusto de haber sido bien informados y anhelando asistir a la nueva visita programada: La Sevilla del Siglo de Oro, el martes siguiente (31 de julio) para que Manuel también nos la muestre a su gentil manera.
Sevilla, 20 de octubre de 2019.