Cabreo ciudadano

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Los va a votar otra vez su p… madre.

Así de claramente se manifiestan las gentes ante el vergonzoso espectáculo que nos están ofreciendo los partidos políticos tras las elecciones generales de abril. Y no falta razón de tal cabreo, máximo, ante la necedad de los dirigentes que los representan: o incoherencia, o narcisismo, o meramente intenciones oscuras, donde se mezclan lo anterior con un nulo respeto a los votantes y un nulo sentido del propio deber para con al país al que deben servir (y del que no deben servirse).

Ansias locas por masacrar al contrario a costa de lo que sea, en eso de “muera yo y hágase el diluvio”…, pues es indudable que prefieren el diluvio, cualquier catástrofe si no están ellos y solo ellos con su ego y su incapacidad.

Se convoca a la ciudadanía a unos comicios a los que fue sin duda ilusionada, libremente dispuesta a refrendar con su voto la presencia del líder y compañeros de la opción elegida, como preferible, como mal menor o como tabla de salvación ante lo mostrado en las candidaturas. Pero siempre, en la credulidad de que esos candidatos representarían el interés de los votantes y en interés de los mismos obrarían. Que, como lo hiciesen, iba ya implícito en el contrato explícito de su representación, que para ello se les otorgaba. En esa confianza, se basa todo el sistema de la democracia representativa, que por ello no es asamblearia y supone la inmediata acción de los elegidos en la dirección adecuada, a la consecución de los fines que sus ideas han representado y así han sido comprendidas y admitidas.

Se ha traicionado y ninguneado al votante y a todo el sistema democrático. Se han reído del sistema. Si vuelven a convocar elecciones generales en tan escaso tiempo y no llegan a constituir ningún gobierno viable (por eso mismo), demuestran descaradamente la crudeza y el tamaño de la burla.

Que, aunque las derechas muestren divergencias, la realidad es que tienen muy presente que salen del mismo tronco (franquismo) y, por ello, tienen los mismos intereses, los mismos fines, que son -claramente y en principio fundamental- el no dejar paso a los gobiernos de las izquierdas. Si para ello han de ceder en sus postureos y protagonismos, al final lo hacen, en aras de una meta común. Lo hemos visto hacer y lo seguiremos viendo, dado además que potencialmente saldrán beneficiadas, a menos que el ego desacerbado de algún dirigente rompa la baraja.

Pero esta izquierda fraccionada, indescifrable, imprevisible, caprichosa y doctrinaria tanto en los caudillismos tan queridos (¡ay, adorados comandantes!) como en el fanatismo intransigente, es un terreno de tierras movedizas, difícil si no imposible de transitar, cruzar; en cualquier momento o recodo, te traga o te impide continuar el camino. En general, ni comen ni dejan comer. Todo un clásico.

Lo que sucede entre PSOE y Podemos (me niego al juego ese de Unidos o Unidas) va siendo ya de un hartazgo total. Cuando hubo posibilidad de establecer un gobierno decente, dejaron que Rajoy volviera a gobernar; se aplicaba así la vieja doctrina del “cuanto peor, mejor” por parte de los podemitas, en clarísima línea prerrevolucionaria leninista. Tenían bastantes más escaños que en la actualidad, es verdad; y el señor Iglesias, prepotente, se lanzó a la yugular de Sánchez en exigencias imposibles de aceptar (y no la menor de Iglesias, de superministro).

Y sabían que, como pasó, el socialista no iba a aceptarlo. En vez de mirar alto, por obtener un gobierno socialista al que se podría controlar desde la Cámara, decidieron ir al órdago, que era -ni más, ni menos- no echar a los socialistas ni a los populares, sino ir a nuevas elecciones y obtener más escaños para alcanzar el poder por sí solos; pero era pura entelequia, porque sus votos iban cayendo y con ello su tinglado. ¿Les suena el guión?

Presentaron, como ejemplo de buena voluntad, el haber concretado la moción de censura que acabó, por fin, con Rajoy y elevó a Sánchez al gobierno, pero… ¿Por qué para ir a la moción y facilitarla no exigieron alguna contrapartida de gobierno evidente y efectiva para relanzarse? Yo no me creo que lo hicieron por mero altruismo; no, porque no es su estilo.

Las elecciones de abril abrieron una profunda fosa entre los unos y los otros. PSOE al alza, Podemos más a la baja. Y, sin embargo, estos se siguen ateniendo al guion de antaño. Lo que manifiesta a las claras la ambición personalista de Iglesias, pues la propuesta para dar votos a Sánchez es meramente cuestión personal; que debe ser ministro -y no cualquier ministro, sin lustre- Pablo Iglesias, sí o sí (o su cónyuge, que para el caso es lo mismo o peor). A esto, se remite la gravísima crisis existente de gobernabilidad y de posibilidad de irse otra vez a elecciones generales; a que Iglesias –concretamente- se vea alzado a la categoría ministerial y tenga y exhiba su poder dentro de un consejo de ministros que se vería controlado por su comisariado político. Leninismo puro.

¿Pero dónde se ha visto que un partido, que no da ni para la mayoría, imponga sus condiciones al que obtuvo más votos con diferencia? Además, se sabe que se ha de contar con otros minoritarios para consolidar cierta mayoría estable; y estos no aceptan el reto, ni se plegarían a sus manipulaciones.

Mientras que el país se sienta traicionado, que se deterioren las instituciones, se alcen las voces de las derechas más fascistas pidiendo que les den la razón y el poder, eso no tiene -se ve- ninguna importancia. O sea, que se vuelva a repetir el llegar a un gobierno de derechas, lo cual no es improbable, si se repite el proceso, porque la abstención va a ser manifiesta entre los votantes de izquierda y centro y las derechas cerrarán frente tras los resultados. Si cree Iglesias que va a ganar más escaños, va listo; todo lo contrario se dará, aunque acuda al viejo truco de forzar elección tras elección (o pliego de firmas tras pliego de firmas, como se estilaba antaño), hasta lograr su fin por cansancio. Y siga ninguneando a su clan de fanáticos, a los que requiere consulta, para luego hacer lo contrario que estos decidieron; todo un detalle democrático, vamos.

¿Y se sigue por este camino? ¡Pues que se vayan ya del todo, pero a sus casas!

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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