Por Fernando Sánchez Resa.
Andamos plantados en una sociedad pompa en la que sabemos o creemos conocerlo todo (pues nos podemos informar de ello en google o internet…); y, además, muchos expertos saben darnos buenos consejos o directrices para no equivocarnos ni traumatizar a nuestros hijos o nietos en su educación y aprendizaje de la vida.
En contraposición, nuestros padres y abuelos, que no tenían ese apoyo psicológico y científico de expertos, curiosamente sí poseían ese instinto natural de saber educarnos en la pobreza y la renuncia para que no fracasáramos en la dura vida que nos quedaba por delante hasta llegar a la vejez.
Refiriéndome a uno de tantos detalles de nuestra educación casera y amorosa, nuestros padres siempre nos sugerían, más que nos obligaban, a dar besos cuando llegábamos o nos despedíamos de una casa familiar o amiga con el fin de dejar claro la buena educación de la que gozábamos, aunque no fuésemos de familia rica o bien.
Pero, como últimamente todo hay que cuestionarlo, no solo en política o religión, sino en cualquier ámbito de la vida, este tema de los besos infantiles -nos alertan algunos psicólogos- puede ser motivo de trauma futuro para el infante, porque, si se le obliga a besar al visitante o amigo, puede provocarle situaciones de ansiedad, que se verán agravadas por saber que van a ser criticados por sus padres al no reaccionar como se espera de él. Todos sabemos que todos los niños no son iguales, pues pueden ser retraídos o que les dé vergüenza hacerlo. Los expertos apuntan que es necesario conocer a nuestros hijos y respetar sus tiempos de vinculación con los demás. Lo que nuestros padres y abuelos, en general, hicieron -salvo excepciones- sin ayuda externa. Se ve que ellos tenían el sentido común a flor de piel (como se suele decir “el menos común de los sentidos”) y que, conforme vamos avanzando en algunos campos, retrocedemos a marchas forzadas en otros, pues hemos caído en la moda de buscar especialista de todo y para todo, como le ocurre a muchos políticos que necesitan un experto o asesor a su lado, permanentemente, para llevar a cabo cada acción o decisión que han de
afrontar. A los particulares nos está ocurriendo tres cuartos de lo mismo; la moda americana de necesitar un psicólogo para todo llegó a España viento en popa y para cualquier minucia se ha de acudir a ellos. Esto no quiere decir (que no se me malinterprete) que no sean necesarios, como el doctor o el abogado en su justa medida y momento, pues su labor es muy importante. Pero de ahí a que todo hay que consultárselo y que múltiples situaciones cotidianas que siempre se han resuelto con el sentido común, hoy en día sea un problemón y nos entre reconcomia pensar que podemos ser los causantes de un futuro trauma psicológico o problemazo conductual a nuestros hijos o nietos va mucho.
Por eso, creo que se debe seguir besando y abrazando (si no se está enfermo o resfriado, claro; y con las salvedades precisas) para que esa energía del beso y abrazo fluya y se intercambie por nuestros cuerpos y sepamos sentirnos bien con esas y otras acciones similares. Las nuevas generaciones nos lo agradecerán en su futuro desarrollo emocional…
Sevilla, 17 de febrero de 2019.