“Magallanes y la primera circunnavegación de la Tierra”, y 03

Por Fernando Sánchez Resa.

Durante la etapa transpacífica, la San Antonio, al mando del portugués Esteban Gómez, abandonó la flota por falta de víveres para volver a España. En la isla de Mactán, el 27 de abril, surgieron las complicaciones. Magallanes desembarcó con 60 hombres armados para obtener la soberanía española sobre todas aquellas islas. Contaba el portugués con el apoyo del rey de Cebú y sus soldados. Pero, mientras entraban en amigables tratos con los aborígenes, el jefe cacique local Lapu-Lapu se negó a reconocer a Magallanes como su señor y unos 1.500 isleños rebeldes cayeron sobre ellos.

Durante la emboscada, los soldados españoles atacaban con fuego de mosquetón y tiros de ballesta, mientras que los indios se protegían con escudos de madera y contraatacaban con flechas envenenadas. Aunque los indígenas filipinos parecían técnicamente incapaces de hacer frente a los europeos, el portugués cometió el error de infravalorarlos y no tomar las debidas precauciones, costándole la vida y la de algunos de sus compañeros. También fue un error el haberse implicado en una contienda de jefes locales. Sobrevivieron 114 hombres para tres barcos. La expedición quedó al mando, sucesivamente, de varios de sus capitanes que se disputaban el poder, mientras continuaban explorando las islas, entablando relaciones con los jefes locales y buscando la ruta de las Molucas. La cada vez más mermada tripulación se repartió entre las dos únicas naves efectivas. Gonzalo Gómez de Espinosa mandaba la Trinidad, y Juan Sebastián Elcano la Victoria.

Finalmente, un triunvirato encabezado por Elcano se hizo con el mando de lo que quedaba de la flota, argumentando que los jefes portugueses colaboradores de Magallanes habían eludido a propósito las Molucas para no perjudicar a Portugal, que poseía el lucrativo monopolio del comercio de las especias.

El 21 de diciembre, la expedición se divide. La Trinidad, dirigida por Gómez Espinosa, sufre una avería, por lo que se acuerda su permanencia en las Molucas hasta su adecuada reparación. El viaje de regreso se efectuaría con rumbo al Darién, entre Panamá y Colombia. Pero el plan fracasa al no conseguir encontrar una travesía de vientos que les retorne a América, el torno-viaje que medio siglos más tarde hallaría Urdaneta, y sus hombres terminaron presos de los portugueses, dueños comerciales de la zona.

La proximidad de los portugueses hizo que Elcano, al frente de la Victoria, pusiese rumbo al oeste. Allí se gestó el proyecto de dar la vuelta al mundo. Regresar a España por el océano Índico suponía la violación del Tratado de Tordesillas. Acompañado de 47 españoles y 13 naturales, arribó a la isla de Timor, ya en 1522, donde supo de la existencia de otras tierras e islas, las actuales China, Java e Indonesia.

La expedición de Elcano cruzó el océano Índico por una ruta lo más meridional posible, pasando un calvario de hambre, sed y enfermedades. Por otra parte, el rey Juan de Portugal se propuso sabotear la nueva ruta; por eso, ordenó a todos los puertos portugueses que negaran cualquier ayuda a las expediciones españolas. Elcano consiguió dominar la impaciencia de la tripulación, ansiosa de bajar a tierra desde que pasaran ante las costas de Mozambique, y el 19 de mayo de 1522, doblaron el cabo de Buena Esperanza.

Es en Cabo Verde donde supieron que llevaban un día de retraso como consecuencia de haber navegado de este a oeste, dando la vuelta a la Tierra. Un descubrimiento más, comprobado empíricamente por la expedición. Elcano comprende la situación, nadie puede aportarles ayuda y pone rumbo final por la costa oeste del Atlántico hacia España.

Por fin, después de tres años menos catorce días de navegación, el 6 de septiembre de 1522, la expedición al mando de Magallanes-Elcano, tras recorrer 14.000 leguas, entraba en el puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda. Llegó con sólo 18 supervivientes (trece españoles, tres italianos, un portugués y un alemán), exhaustos, hambrientos y enfermos, a bordo de la nave Victoria, la única que quedaba de las cinco que partieron, pero con las bodegas cargadas de especias: 381 sacos de especias, con un peso de 524 quintales. Su venta en el mercado español y europeo cubrió los gastos de la expedición y tuvo un beneficio de 346.220 maravedíes.

Apenas cuatro años después, Elcano regresa al mar, se enrola en la expedición marinera de García Jofre de Loaysa para la conquista de las islas Molucas y muere de tuberculosis el 4 de agosto de 1526, mientras atravesaba el Pacífico al mando de la nave Espíritu Santo. Supongo que, en su enfebrecida mente, latía un viejo dicho latino: Navigare necesse este, vivere non est necesse (Navegar es necesario, vivir no es necesario).

La vuelta a la realidad sevillana del viernes-noche me metió de lleno en un cálido y extraordinario ambiente, con mucha gente disfrutando del turbión de tunos que alegraban la noche, con sus mágicas y eternas canciones, por el corazón del entramado callejero, aunque algunos de ellos frisaban una edad respetable…

Sevilla, 10 de noviembre de 2018.

fernandosanchezresa@hotmail.com

Deja una respuesta