Relatos y vivencias del ayer ubetense, 04

Por Fernando Sánchez Resa.

Algunas antiguas profesiones de Úbeda que testimonian nuestro glorioso pasado.

Tuve la suerte de nacer en una familia pobre y honrada por lo que desde pequeño comprendí que “no había mejor filosofía, en la vida, que el trabajo y la economía”.

Por eso, gracias a mi modo de ser despierto y con ansias de aprender fui metiéndome en muchos ambientes y lugares ubetenses para ir conociendo lo importante que eran las distintas profesiones con las que ganarse la vida desde la década de los años 30 del siglo XX.

En mi casa ya palpé lo que era ser panadero, con sus madrugadas en blanco, y donde no nos faltaba nunca “el pan nuestro de cada día”, pues mi padre tuvo esa profesión en una época de su vida; también sabía lo que eran las capacheras pues mi madre y hermanas hacían capachos diariamente trabajando dura y primorosamente el esparto para ganar unos reales de entonces, cuando mandaba la peseta, que tenía cuatro reales.

Una de mis profesiones manuales, en mi juventud y madurez, fue la de albardoneroque consistía en hacer aparejos resistentes para los animales de carga. De ahí mi inveterado amor por el trabajo manual y la artesanía ya que debía coser los aparejos de forma que ninguna puntada ni reborde tocara la piel de animal, evitando así rozaduras que lo lastimasen. Igual de importante era la colocación y amarre del aparejo, para evitar que este se escurriese. El hilo, el lienzo, el esparto, la paja de centeno, el algodón, la lana y el cuero fueron los diversos materiales que empleé para llevar a cabo mi trabajo.

También fui talabartero pues hacía talabartes (cinturón del que cuelga la espada o el sable y otras correas y objetos de cuero), con la que disfruté mucho, pues entonces fue cuando descubrí mis cualidades artísticas para elaborar albardas y otros enseres de los cuadrúpedos; y que derivaría, durante los 31 años de mi jubilación, en la elaboración de centenares de rosarios, con huesos de aceituna principalmente, para vender (los menos) y para regalar (la mayoría), tanto a mi amada cofradía de la Virgen de las Angustias como a los misioneros de Benín (África) y, también, a los primeros compradores del libro que escribí al alimón con mi hijo Fernando, “Relatos y vivencias”.

Pero es que vi con mis propios ojos cómo pululaban por la ciudad diferentes obreros, empleados, vendedores ambulantes, mendigos y autónomos con su extenso muestrario de profesiones que no puedo ni quiero dejar de mencionar,aunque lleven bastante tiempo durmiendo el sueño de los justos y únicamente pervivan en las mentes de los pocos mayores que todavía los recuerdan.

¡Qué decir de las tradicionales tiendas de comestibles o ultramarinos, con su olor y cercanía característicos! ¡Cuánta charla, amistad y confidencias se cocía en ellas…!

Los cobradores que nada tenían que ver con “los cobradores del frac” actuales, pues se dedicaban a ir, por los domicilios particulares, cobrando productos que se habían comprado antes con la condición de pagarlos en diferentes plazos pues la economía no era muy boyante que digamos.

Los afiladores (que procedían mayormente de Galicia y todavía hay alguno que se resiste a morir) ofrecían sus servicios con sus flautas, entonando la escala tonal y sus cantos correspondientes para que el ama de casa los oyese y mandase al niño o al abuelo para afilar sus cuchillos o herramientas un tanto melladas o que necesitaban filo nuevo. Algunos también eran especialistas en arreglar paraguas.

Según el diccionario de la RAE, aladrero es el carpintero que construye arados, aperos de labranza, carros, etc. También el que labra la madera para las entibaciones de las minas. En tiempos pasados, cuando el automóvil aún no se había inventado, el medio de locomoción más usual era el carro, la carreta, la tartana y la diligencia.

Esta actividad tenía mucho auge y resonancia en nuestro pueblo. Varios carros eran los que se encargaban de hacer el transporte público. Si tenías necesidad de hacer mudanza o transportar cualquier cosa, ibas a la plaza, y junto a la tienda de Enrique Albandoz, en la acera de don Segundo Más, encontrabas alineados los carros de Nelo, Taranto, Chichanga y otros.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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