El expolio del castillo de Vélez Blanco, y 2

Por José Luis Rodríguez Sánchez y Daniel García Parra.

Los bajorrelieves pasaron a manos del coleccionista francés Emile Pierre, que posteriormente los donó al Louvre. En sus sótanos, estuvieron olvidados y almacenando polvo durante años, hasta que reaparecieron y hoy están expuestos en el Museo de Artes Decorativas de París. El conjunto de los bajorrelieves hallados constituye una de las muestras artísticas más importantes del protorrenacimiento español. En seis frisos pueden distinguirse, talladas en la madera, las legendarias victorias de Julio César en la guerra de las Galias en el año 45 a. C.; tallas inspiradas en los célebres Triunfos de César, pintadas por Andrea Mantegna en el siglo XV. Estos bajorrelieves presentan un deficiente estado de conservación. Los cuatro restantes, que adornaron en su día el llamado Salón de la Mitología, recogen, cada uno de ellos, tres escenas mitológicas separadas entre sí por los escudos blasonados de don Pedro Fajardo y doña Mencía de la Cueva.

Pero la historia del patio es más triste, si cabe. Fue vendido, en 1904, al marchante francés Godberg, por unas tristes 80.000 pesetas. Quizás una fortuna para la época, pero no por ello menos tristes. Hay que tener en cuenta que, en esos años, no había ninguna ley de protección del patrimonio. Habrá que esperar a la Segunda República, como con tantas otras leyes modernas, para que exista. Es verdad que se alzaron algunas voces de protesta; pero Almería era demasiado periférica como para que la indignación llegase hasta Madrid. En París, los magníficos mármoles de Vélez Blanco fueron comprados por el multimillonario americano G. Blumental, quien, con ellos, se hizo su propio palacio en su tierra.

 Finalmente, el patio fue donado al Museo Metropolitano de Nueva York, donde está instalado y se puede admirar como una de sus piezas fundamentales. Aquí nos quedó alguna pobre figurita y se remató el crimen con una reconstrucción horrorosa, de juzgado de guardia, de la que ya os hablamos en la entrada antes citada: “El horror nuestro de cada día…”.

http://historia-y-arte.blogspot.com/2012/11/el-horror-nuestro-de-cada-dia.html

El expolio del castillo de Vélez Blanco, 1

Me han contado que ya se ha llevado a cabo un trabajo de digitalización del patio original para la construcción de un “neopatio”. El problema estriba en que ni los tiempos están para grandes gastos, ni la ley suficientemente clara como para que un juez no eche para atrás el proyecto, como ya ha ocurrido alguna vez. Al parecer, la solución adoptada es facetar los relieves, de forma que de lejos parecerán similares al original, pero de cerca se verá el trabajo de brocha gorda. Cosas de la Ley de Patrimonio, que prohíbe la reproducción idéntica de los originales, aunque sea para fines como los que ahora se plantean.

Mientras, si tienen tiempo y algunos miles de euros de sobra, tomen un avión a Nueva York, y se dan un paseo por el Museo Metropolitano, en el nº 1000 de la famosísima Quinta Avenida. Allí, en el primer piso, en la sección 534, de Escultura europea y artes decorativas, podrá acceder al patio reconstruido; y, en el segundo piso, en la sesión 535 de Artes decorativas españolas, podrá pasear por su galería.

Entrar en la sala y ver el patio es impresionante:

Si te das la vuelta y ves por dónde has entrado, aún mejor:

Si miras al lateral, ves los ventanales de mármol de Macael:

Si subes a la galería alta, la panorámica es maravillosa:

https://www.metmuseum.org/

El autor de las cuatro fotos es Marcial Fernández, un neoyorquino amante del arte, que leyó el artículo antes citado y tuvo la amabilidad de enviarnos estas imágenes.

Por cierto; mal de muchos, consuelo de tontos. No somos los andaluces los únicos expoliados: en la sección del museo, denominada The Cloisters, en el norte de Manhattan, se halla todo un monasterio benedictino, el de Sant Miquel de Cuixá, de la Cataluña francesa, trasladado piedra a piedra por George Grey Barnard, aunque no pudo comprar todos los capiteles. Y no nos olvidemos del famoso W. R. Hearst y su robo del claustro de Sacramenia, para montárselo en su villa privada en Miami. Y como remate, la compra al arzobispo de Valladolid de la reja del coro de la catedral, por el astronómico precio de 1’15 pesetas el kilo…

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