Nuestras tiranías cotidianas

Por Fernando Sánchez Resa.

En nuestra vida diaria, muchas veces -sin quererlo o ansiándolo- cada uno de nosotros vamos adquiriendo una serie de pequeñas y/o grandes esclavitudes, tiranías al fin, que nos atenazan el presente e hipotecan nuestro futuro, por ir cediendo terreno paulatina y continuamente, tanto en lo personal como en lo social, al no querer-saber plantarnos ante el aprovechamiento ajeno patente.

Ejemplos los hay, y muchos: la tiranía doméstica y/o familiar; la moda actual de ser viajero empedernido (y cuanto más lejos marches, mejor); la del trabajo y sus circunstancias (incluyendo jefes dictatoriales y nefastos compañeros); la del partido político en el que militamos o al que votamos por convicción o cabezonería; la religión que practicamos o de la que nos abstenemos en sus más conspicuos elementos; la de las guerras de la información en las que nos tienen inmersos los medios de comunicación que siempre están al servicio del mejor postor o amo y, demasiadas veces, con la mentira por bandera…

Y por qué no referirnos a las tiranías reales y cotidianas de cada cual: la envidia, la frustración, la avaricia, la gula, la desazón diaria, el desamor, la lujuria, la concupiscencia…, cuando vemos cómo nuestro propio mundo camina con pasos agigantados a la destrucción o al caos, con símbolos inequívocos de que el apocalipsis se acerca, aunque muchas veces nos quieran tildar de catastrofistas.

Nuestra propia tranquilidad, nuestra recta conciencia, nuestro natural y limpio proceder…, son zaheridos, una y otra vez, por el maremágnum de preocupaciones e intereses creados que nos envuelven, ahogándonos en nuestra propia conciencia, porque incluso ellos saben -y lo consiguen- la manera de penetrar en nuestro inconsciente con sus impactantes mensajes sibilinos para hacernos esclavos de vicisitudes y anhelos, que muchas veces son harto ajenos a la sencilla forma de vivir que deberíamos practicar. La auténtica felicidad anda seguramente en la sencillez y en lo pequeño (un milagroso amanecer, una tierna sonrisa de un hijo o nieto, una palabra amable, una conversación agradable, el trabajo bien hecho…), y en que todos nuestros quehaceres cotidianos deberían estar más al servicio del ser que del poseer, del saber natural y no del impostado por nuevos y capciosos modismos que lo que pretenden es ganarte para su causa y que permanezcas esclavo de su tiranía adquirida, al igual que cualquier droga permitida o prohibida.

¡Ah!, si fuésemos unos sabios auténticos, como los antiguos filósofos griegos o romanos, y quisiésemos ser escépticos de toda la hojarasca que nos rodea y tienta (sea poder, fama, dinero, sexo, codicia de todo tipo…), seríamos mucho más felices desprendiéndonos de los agregados inútiles con los que nuestra sociedad occidental nos está colonizando, puesto que no sabemos (ni queremos, muchas veces) prescindir de sus avances o inventos (alias el móvil, el alcohol, la droga de todo tipo -permitida o no-, las redes sociales, etc.), creándonos grandes tentaciones y sentimientos negativos y de ansiedad en nuestro interior que, luego, precisarán curación psicológica o farmacológica, pues crearán en nosotros el síndrome de abstinencia: otra nueva tiranía cotidiana.

Sevilla, 30 de julio de 2018.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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