Por Fernando Sánchez Resa.
Ahora hacemos la tercera parada en la Plaza de la Virgen de los Reyes. Manuel afirma que el anfiteatro estaría por la calle Gonzalo Bilbao, aunque todavía no se ha localizado arqueológicamente, pero que por esta plaza estaban las termas. Callejeamos un poco y paramos en la calle Mármoles, donde hay tres columnas que nos llaman la atención y que son hermanas de las de la Alameda, donde sirven de pedestal a esculturas de dicho héroe.
Son los restos de un templo, que marca uno de los centros de la Hispalis romana. Lo historiadores no están seguros de que sea un templo romano. Lo que sí es seguro es que este punto correspondería con uno de los centros neurálgicos de la villa. Se trata de tres columnas, pertenecientes posiblemente al pórtico del templo de la ’civis’ de Sevilla. Están en su cota original, es decir, a unos cinco metros de profundidad con respecto al nivel actual de la calle; y otros tres por arriba, lo que le dan una altura total de unos ocho metros asentadas en basas áticas salvo una de ellas, que lo hace sobre basa jónica.
En 1574 fueron descubiertas otras tres columnas pertenecientes al templo. Una de ellas se rompió en la calle Mato Gago durante su traslado al Alcázar de Sevilla, y las otras dos se pueden aún contemplar en la Alameda de Hércules. Éstas poseen también basas áticas y fustes monolíticos de granito. Además, conservan sus capiteles de mármol blanco, que fueron restaurados en el siglo XVI.
La altura de las columnas y pensando que fuesen de la portada, el templo podía tener 20 metros de frente y unos 40 de fondo, nos explica el experto. Es un edificio BIC en la actualidad, donde las columnas conviven con casas, habiendo entre ellas una escasa distancia. Todos nos preguntamos cómo permitieron construir en 1960 la casa que está tan pegada. Misterios de la vida y de las influencias.
El foro del centro estaría sobre esta zona: basílicas, mercado…, aunque el más importante estaría en la Alfalfa. Comenta que en la calle Guzmán el Bueno se han descubierto varias domus que eran las viviendas de las familias de un cierto nivel económico, cuyo cabeza de familia (paterfamilias) llevaba el título de dominus. En la calle Aire, donde vivió Luis Cernuda, estaba la cota más alta de Rómula.
Y hacemos la cuarta parada en la plaza Ramón Ibarra. Ya estamos en pleno centro del foro del imperio. Mientras estamos parados, la mayoría cansada y sentada sobre los pozos de agua con acristalamiento que hay en ella, nos va anocheciendo lentamente, aunque el sol no quiere despedirse de esta interesante charla.
Volvemos a revivir la historia de algunas puertas de Sevilla para adentrarnos en el pasado remoto y reconocer los paisajes sonoros de la ciudad: ruido de carros, vocerío y animales que no cesaban ni siquiera cuando se cerraban las puertas de la muralla. Es una noche de hace siglos en Sevilla, junto a una de las puertas históricas que ya no existen. El viaje en el tiempo es vertiginoso. Fueron cercas defensivas en época romana, murallas de protección contra las riadas del Guadalquivir para luego convertirse en entrada y salida de viajeros y aduana comercial de aranceles, portazgos o alcabalas.
Hoy sólo quedan el Postigo del Aceite, el Arco de la Macarena, la Puerta de la Victoria o Arquillo de la Plata y la Puerta de Córdoba (aunque ninguna es romana), al recordar la destrucción de aquellas puertas y otras historias contra el patrimonio se nos destempla el alma, ya que ése fue el triste destino de aquella desaparecida Sevilla amurallada.
Sería en la Hispalis romana cuando se comenzasen a construir las murallas, entre los años 68 y 65 AC; en esta época estará Julio César de cuestor en Sevilla. Se construirá tanto el recinto amurallado como el acueducto de los caños de Carmona. En cuanto al acueducto, Miguel comenta que traerá el agua del manantial de Santa Lucía desde la vecina población de Alcalá de Guadaira situada a una distancia de 20 km de la ciudad.
Pero volvamos a esta muralla que protegerá a la ciudad y que durante la historia se irá ampliando paulatinamente hasta convertir a Sevilla en una de las mejores ciudades fortificadas de Europa. Durante la época romana, la ciudad de Hispalis se asentará sobre la antigua población nativa de Ispal y cambiará la empalizada, que defendía la ciudad durante la dominación cartaginense, por una muralla de la que en la actualidad solo quedan unos pocos restos en la zona del Alcázar.
Nos recuerda la Puerta de Carmona, que estaba a la entrada de la calle San Esteban y que era la puerta del Este. Era continuo el trasiego de viajeros que llegaban desde un camino con huertas y naranjos, charcos y canalillos llenos de ranas, según las crónicas. Esta puerta estaba abierta toda la noche y de aquí partía la antigua Vía Augusta que llevaba a Roma. Desde ella se oía el tránsito del agua de los cercanos Caños de Carmona que traían el agua desde los manantiales de Alcalá.
Afirma que aquí había una puerta romana: Puerta de la Carne-Puerta Carmona y nos recuerda que el río se va desplazando a lo largo de los siglos, pues estaba principalmente por la calle Constitución, dirección la Encarnación, y tenía otros brazos: Alameda, Sierpes, Tetuán, Plaza Nueva… Nos relata que los vikingos incendiaron la Mezquita del Salvador (que noveló el ubetense, Jesús Maeso de la Torre, en Al-Gazal, el viajero de los dos orientes) y nos introduce en otros interesantes temas como el urbanismo. La vieja ciudad romana de Itálica se ubica debajo del actual pueblo de Santiponce. El asentamiento romano en el valle del Guadalquivir se establece tras las II Guerras Púnicas. Fue Cornelio Escipión quien fundó la ciudad en el año 206 AC, con carácter militar. El desarrollo se produjo en el siglo II DC, con los emperadores Trajano y Adriano y se realizaron numerosas mejoras urbanísticas y arquitectónicas.
También nos habla del foro civil que se puede desplazar hasta aquí, en esta plaza. El foro comercial estaba en la cera del Alcázar. La Encarnación era zona portuaria. Remarca que aquí había un vicus-municipio que vivía todavía independiente de los derechos romanos. Luego sería colonia con derechos y deberes romanos.
Y hace un discurso gracioso y oportuno, argumentando que Sevilla siempre ha sido acogedora con sus visitantes, pues hasta los almorávides (con lo estrictos que eran) se relajaron tanto, al estar aquí, que se permitían salir de noche y acompañarse de mujeres y cervecitas…