Por Fernando Sánchez Resa y Margarita Latorre García.
Fernando:
Se cumplirán, cuando finalice este mes, 45 años que salimos, juntamente con otros muchos compañeros, de esta gran tahona educativa ubetense que tanto nos ha marcado durante toda la vida, ya que cogimos tal cúmulo de experiencias y vivencias que cuanto más envejecemos, más nítido y diáfano es su recuerdo.
Por eso, hoy, en este VI Encuentro del Antiguo Alumno de la Safa de Úbeda, digna y meritoria elucubración y puesta en práctica del amigo Paco Bordés y de su pequeña cohorte de incondicionales y amigos, con Manuel Martínez Molina a la cabeza, y últimamente muy afanado en que este proyecto se consolide y perdure por muchos años, os damos las gracias sinceramente, habiendo mejores candidatos para ello, puesto que nos brindáis la oportunidad de exponer públicamente lo que nos supuso, a mi esposa y a mí, aquel período estudiantil y formativo que tuvo mucho de prodigioso y tanto de novedoso; aunque no por ello dejase de tener sus muchas luces y alguna que otra sombra.
Margui, explícanos sinceramente por qué te has animado a intervenir hoy aquí, siendo tan poco amiga de subirte al estrado.
Margarita:
Los que me conocen saben que me cuesta mucho hablar en público, porque me pongo muy nerviosa. Así que cuando me dijiste que tenías una sorpresa para mí, no me imaginaba que era ésta. No sé cómo calificarla: ¿Encerrona? Pero, claro, como me conoces muy bien, no en vano llevamos treinta y nueve años casados y siete más desde que nos conocimos, sabes que insistiendo, diciendo, animando…; y, por no dejarte en mal lugar, accedí a intentarlo.
Ahora te toca el turno a ti, Fernando. Tú que eres más dicharachero, ¿por qué no nos cuentas tus anécdotas y primeras impresiones al llegar a este centro educativo?
Fernando:
Parece que fue ayer cuando vine a este colegio de los jesuitas, al que desde pequeño había oído nombrar. “Los azuletes”, llamaban a sus alumnos de primaria porque su babi era azul, mientras que a los salesianos nos llamaban “Los lisiados”, porque el nuestro era de color marrón. Venía de un ambiente más rígido, religiosa y cívicamente hablando, y aquí me encontré con una libertad desorbitada, viéndome rodeado de gente nueva, tras mi decisión de estudiar magisterio en Úbeda, a pesar de tener vocación universitaria y haberme querido ir a estudiar Historia del Arte en Granada; mas por no provocar gastos excesivos a mi padre que estaba (y estuvo siempre) trabajando en Casa Biedma de esta localidad, con su sueldo escaso, a pesar de tener beca; y, además, viniendo mi hermano pequeño por detrás y no queriéndole estrechar su posible futuro estudiantil, decidí quedarme aquí. Y fue todo un acierto…
En fin, que a mis 16 años, me encontré con un montón de nuevos e intrépidos compañeros y féminas, pues en La Trinidad y Los Salesianos, tanto en primaria como en bachillerato, la enseñanza estaba segregada por sexos y nunca había estado compartiendo aula ni pupitre con niña o muchacha alguna.
Por eso, fue aquí en donde se me rompería el hechizo al ir conociendo, a pesar de mi timidez natural, a ese otro 50% o más de nuestro mundo real, tan cercano, al que en esos momentos me sentía tan ajeno y extraño, pero con muchas ganas de conocer.
Y a ti, ¿qué te supuso la Safa? Seguro que tienes sustanciosas anécdotas que contarnos.