Por Fernando Sánchez Resa.
El pasado 1 de marzo recibí un whatsapp de Virginia, una antigua alumna del colegio Santísima Trinidad de Úbeda (Jaén), por intermediación de mi hija Margarita, para avisarme de que el sábado siguiente (día 3) se iba a celebrar un encuentro de su promoción en el colegio y una comida de hermandad, con motivo del 25 aniversario de la finalización de la EGB; como ya han hecho algunas promociones anteriores de este mismo centro educativo y de otros. Y como siempre resultan estupendos estos encuentros, esta promoción no quería ser menos; y más si contaba con el apoyo de la dirección del centro y de los organizadores que en todo grupo humano hay, gracias a Dios. ¡Siempre es loable y educativo imitar las buenas acciones…!
Este curso se constituyó con la brillante cohorte de los nacidos en 1979, formándose la promoción 1983-93 del pasado siglo, ya que cursaron dos cursos de preescolar, más ocho de EGB, saliendo con un bagaje más que sólido en busca del instituto, la formación profesional o el mundo del trabajo, con 14 añitos. Y, por eso, tenían ansias de verse y abrazarse en ese glorioso y recordado sábado de marzo, aunque con apariencia muy diferente, al ser más adultos y atesorando serena madurez en cuerpo y alma, pero siendo los infantes-zangalitrones que siempre fueron…
¡Cuántos viajes y excursiones hicimos en aquellos tres años, tres por cada curso, (uno cada trimestre), y las salidas que se terciaron; así como la celebración de festividades puntuales y finales de cursos inolvidables, pues entonces todos éramos mucho más jóvenes y afloraba la ilusión por todos los poros de nuestra piel! ¡Cómo estaba abierta, aquella escuela al mundo, de una manera lúdica y entrañable! ¡Cuántas amistades trenzadas, cuántos amores entreverados, cuántos exámenes realizados, cuánta luz, juegos y ruido en esos gloriosos patios trinitarios, cuánto aprendido y olvidado…! Qué decir de esa venta de tortas, durante los recreos, y de los mantecados para conseguir el dinero necesario para hacer el viaje de estudios ansiado, que quiero recordar fue a Asturias y Galicia… Eran años felices en los que el devenir del tiempo se ha ido consolidando en nuestra memoria, aunque en aquel entonces, con el tráfago trepidante de la vida, ninguno fuésemos conscientes de ello…
Por eso, me hubiera gustado estar entre vosotros, en ese mágico día de vuestro reencuentro, para poder ver vuestros semblantes, para escuchar vuestras voces, para sentir vuestras enjundiosas conversaciones después de un cuarto de siglo; anécdotas, sin fin, de aquel vuestro mundo infantil-juvenil que ya solamente está en vuestras mentes, en los vídeos y fotos de entonces y en la de vuestros profesores, tutores o familiares.
Mas, como no pudo ser, mi imaginación me transporta por derroteros azules y coloridos en los que vosotros sois mis principales protagonistas, alegrándome en esta joven vejez jubilosa que disfruto en Sevilla, con mi querido nieto Abel, y que me sirve para rememorar vuestros años de parvulario y los cortos años de primaria (a pesar de que entonces os pareciesen largos), que tuvisteis la suerte de vivirlos en este colegio, antiguo convento trinitario. Fuisteis descubriendo la magia de la existencia, la felicidad más sencilla, con tener solamente una sonrisa del amigo o amiga –e incluso el beneplácito del docente o familiar, que fue vuestro mejor refuerzo–; y esos juegos infantiles, protagonizados por la pandilla de turno… Sé que todo esto y mucho más constituyó vuestro encuentro en las antiguas, ya renovadas, aulas, el pasado sábado, en las que tanto aprendisteis, crecisteis, madurasteis…
Solo pido a Dios tener la suerte de asistir a vuestro –espero– 50 aniversario, en buenas condiciones físicas y mentales, para deciros, en persona, uno por uno, cuánto os quiero y el bien que me hicisteis, al permitirme ser mejor docente y hacerlo con vuestro entusiasmo y asentimiento.
Aunque si pensáis celebrarlo antes, mejor avisadme…
Sevilla, 9 de marzo de 2018.