Por Fernando Sánchez Resa.
Es noche de viernes luminosa -gracias a la bonita iluminación navideña-, cuando diecisiete ansiosos visitantes vamos congregándonos ante las puertas del ayuntamiento hispalense, desde donde nuestro guía y su ayudante de las audiciones de las psicofonías y del juego final de la ouija o güija, van a acompañarnos en un recorrido por el centro histórico y paranormal de esta encantadora ciudad que, en la nocturnidad cotidiana, multiplica su atractivo y morbo.
Son poco más de las diez, del 29 de diciembre de 2017, cuando José Manuel García Bautista, avezado y afamado periodista radiofónico y escritor, que tiene en su haber muchas horas de radio y libros sobre estos temas, se nos presenta, advirtiéndonos de su propia idiosincrasia jocosa, que va a demostrar con anécdotas y verbo sobrado a lo largo de las más de dos horas de recorrido por la Sevilla oculta.
Haremos seis estaciones o paradas, más la de despedida ante la Facultad de Bellas Artes, cual vía crucis parapsicológico, que nos proporcionará información y preocupación para el resto de la noche, especialmente, cuando nos vayamos a dormir y surjan miedos y fantasmas nocturnos, entreverando lo visto y oído con lo soñado en un deslavazado puzle.
José Manuel nos introduce el tema diciendo que en la Sevilla paranormal vamos a saber de fantasmas, casas encantadas, edificios malditos, leyendas, misterios, historias reales, psicofonías, ouijas… Y lo hace frente a la inmensidad de la Plaza Nueva, para meternos la quemazón de la curiosidad, la duda y el encantamiento antiguo que teníamos algunos; y que aún recordamos, cuando éramos pequeños y nos juntábamos alrededor de la mesa camilla familiar, en aquellas largas noches de invierno, mientras la luz eléctrica era escasa o ausente y había que usar palmatorias y/o velas de cera que, con el ulular del viento, metía más presión a la historia del más allá que nuestros padres, tíos o abuelos nos contaban.
Vamos a hacer un recorrido pedestre pausado, por las callejas estrechas del entramado histórico sevillano, hasta que lleguemos a la espalda de la Plaza de la Encarnación, en donde practicaremos una sesión de ouija o güija electrónica, como experimento, interviniendo los asistentes que lo deseen. Esperamos que sea divertida y que no nos cause excesiva preocupación o desasosiego.
1. AYUNTAMIENTO. PLAZA NUEVA.
La primera parada la hacemos ante las puertas del cerrado ayuntamiento, en su fachada delantera, y José Manuel menciona los cortos y efímeros períodos políticos -de cuatro años- de alcaldes y concejales actuales, en contraste con los de los fantasmas conocidos que tienen más recorrido y permanencia en estos lugares. Desde 1972, se sabe del fantasma de este ayuntamiento, al que popularmente llaman “El Monje”, porque va vestido con capucha, mientras se materializa y sube o baja por las escaleras como Pedro por su casa. Refiere, nuestro guía, que tiene amigos o conocidos que trabajan aquí, en este edificio, y le transmiten información sustanciosa. Así, uno que es policía y trabajaba una noche, le comentó fenómenos referidos al Monje. Comenzaron, a la una y cuarenta, sintiendo ruiditos en la zona alta del edificio y, al ponerse en contacto con José Manuel, le dijo que mirase el arcón del que provenían. Lo que se encuentra es un bote con cenizas, en un lado, y papeles en otro. García Bautista aprovecha la ocasión para referir que la Virgen del Cachorro lleva las cenizas de la anterior imagen o Virgen, en su pecho. Luego, le pidió a su amigo que hiciese la correspondiente grabación; y nos la pone para que la escuchemos. No es el concierto fortuito de madera que todos oímos en nuestras casas en algún momento, porque aquélla se hincha o encoje, sino que es rítmico y, además, nos dice que se enciende o apaga una luz. En la psicofonía que escuchamos se oye nítidamente: ORACIONES.
Refiere brevemente la historia de la Plaza Nueva que era el entorno en donde estaba el antiguo Convento de San Francisco y que se derriba con el fin de imitar a la Plaza Mayor de Madrid. Y como en los conventos había muchos enterramientos, se descubren, en 1972, al tirar una pared del ayuntamiento, cuerpos y huesos de antiguos franciscanos. Y es en agosto, de ese mismo año, cuando empieza a parecer “El Monje”. Era como si se quejara de los desenterramientos. Ya anteriormente, en San Onofre, apareció otro monje, porque se habían dejado de celebrar unas misas y Juan de Torres colaboró para que se terminasen.
Esta historia me recuerda bastante a la que contaba mi suegra sobre unas misas prometidas por su abuela materna a San Expedito, en Úbeda (Jaén). Cuando todavía vivía, ella le había contado a su nieta (mi suegra), que debía unas misas a este santo milagroso, prometidas cuando uno de sus hijos estuvo muy enfermo. Más tarde, ella fallecería el último día del año; y estando, días después (mi suegra) vistiendo un muñeco para su hija Juani, se acordó de lo mala que estaría su abuela por aquel día y de la promesa de las misas, posiblemente incumplida; por lo que le entró miedo, lo dejó todo y se acostó rápidamente. Al día siguiente, lo consultó con un cura de confianza que le aconsejó encargara unas misas por las intenciones de su abuela. Y así lo hizo, quedando para siempre saldada la deuda con el más allá.
Otro relato del ayuntamiento, casi reciente, es de una amiga. Le contó que había acabado de cenar y dejado el papel de cocina encima de la mesa y, de pronto, salió ardiendo sin que ella fumase ni tuviese fuego para hacerlo; y, además, no se dispararon los aspersores para apagar el fuego…