Por Fernando Sánchez Resa.
Llevo viviendo poco tiempo en esta bella ciudad andaluza, capital de nuestra comunidad, y ya estoy enamorado de ella, pues su historia, su arquitectura, su colorido, su alegría de vivir…, me han enganchado para siempre. Por eso, cuando he tenido la oportunidad de asistir a exposiciones pictóricas de la Galería Félix Gómez, sita en calle Morería 6, cerca de la plaza Cristo de Burgos, no he dejado pasar la oportunidad de hacerlo y disfrutarlas.
Han sido Caminares, de Antón Hurtado, del 1 al 19 de de diciembre de 2017; y Jardín Místico, de Luis Manuel Fernández, desde el 22 de diciembre de 2017 hasta el 19 de enero de 2018. A continuación dejo anotadas mis impresiones.
Tuve el gusto y la suerte de estar en la inauguración de Caminares y poder hablar con el autor, quien me explicó de primera mano lo que ya intuía: que es un caminante empedernido, que ha hecho el camino de Santiago por distintos recorridos y que ahora se quería volver andando desde Sevilla a Salamanca. Unas veces va a pintar con compañeros, otras solo; y, dependiendo del día y del estado de ánimo en que se encuentre, los cuadros toman un cariz, unas dimensiones y un colorido diferentes.
Él es una artista que ha migrado de ser súper figurativo y puntillista, en el devenir de su carrera artística, convirtiéndose en más abstracto y esquemático, expresando con cuatro trazos lo que antaño necesitaba anotar en profusión; y queriendo modular lo que su privilegiada vista observa de una manera simplificada, a la vez que su mano ejecuta -como ocurre en el propio vivir humano y en el suyo, en particular- con trazos sencillos.
Me encontré con las cuatro paredes de la sala llenas de cuadros que demostraban su afición al deporte pedestre, su observación introvertida y continuada de construcciones humanas y/o divinas, como la propia naturaleza, y su afición a subir a los mismos oteros o montes, en diferentes horas, para tomar apuntes y colorido de manera diferente, pues la luminosidad varía y condiciona según hora, soledad o acompañamiento, así como del estado anímico personal. Lo noté locuaz en la inauguración y codeándose con gente amiga, que celebraba su valentía para llegar a exponer tan al sur de España, siendo pamplonica (1946). Con Caminares, Antón Hurtado ha sabido mostrar una visión personalísima al escogido público que visita esta histórica galería sevillana, que sigue apostando por el arte pictórico variado, a pesar de las escasas o poco boyantes ventas que hoy en día se producen, pero que sigue manteniéndose por el pundonor y la constancia de su dueño e hijo.
A la inauguración de la segunda exposición, Jardín Místico -de Luis Manuel Fernández-, no pude asistir; pero, una vez visitada pausadamente, siento que me recuerda a Los Jardines de Aranjuez, de Santiago Rusiñol y, también, a Los paisajes de Villa Médicis, de Diego Rodríguez de Silva (Velázquez), como anticipo de lo que llegaría a ser el impresionismo, ya lejano, pero incipiente en estos paisajes de Velázquez, que era un pintor figurativo y fotográfico.
Son un conjunto de cuadritos pequeños, la mayoría en claroscuro, que muestran la maestría de su autor y son momentos evocadores del recuerdo y la nostalgia; y que dependerán de la sensibilidad y sabiduría del observador o visitante, pues siempre le traerán recuerdos y emociones comprimidos en el arcón de su memoria personal; como me ha ocurrido a mí…
Sevilla, 6 de enero de 2018.