Por Salvador González González.
Se suele decir que en el pecado, muchas veces, se esconde la propia penitencia del mismo. Eso parece que empieza a suceder con el movimiento independentista catalán, ya que utilizando sus propias argucias y sus bases, que pretenden ser el argumento que sustenta la justificación de la desmembración y separación del tronco común que forman con España, a saber: primero, un supuesto derecho a decidir de un lado; y segundo, que España se aprovecha de los recursos que una Cataluña floreciente produce, el tan manido y falso argumento de «España nos roba»; digo falso porque más bien se ha demostrado todo lo contrario, pues del FLA (Fondo de Liquidez Autonómico) quien más se ha nutrido ha sido Cataluña y si se analiza la historia, como ya tuve ocasión de exponer, se comprueba que ha sido Cataluña la que, a través de ella, ha buscado una posición de prevalencia preferencial en el comercio de sus productos y manufactura, respecto al resto.
Pero siendo así, sin embargo han sido esos -los dos argumentos, sobre todo- los que han calado en una población, ensimismada con una idea supremacista sobre el resto de los territorios españoles; de nada han servido los argumentos de contrarios que multitud de personas, algunas muy cualificadas, han intentado -con razonamiento- demostrar que esas dos afirmaciones no son ciertas.
Y a pesar del desastre económico y la vía sin salida emprendida, de nuevo han vuelto a votar prácticamente lo mismo, ciertamente ha ganado las elecciones un partido constitucionalista que ha acaparado en sí una transferencia de votos, que le han hecho ser el más votado, pero que va a servir de poco por la ley electoral, por lo que -de nuevo- la suma de parlamentarios independentistas ostentará la mayoría absoluta en el Parlament; por tanto, el bucle no se ha deshecho y, consiguientemente, siguen dando por válidas dichas afirmaciones, como axiomas verdaderos, inmutables e incuestionables, para esa gran masa de personas que han votado de nuevo esa mayoría, en el nuevo Parlament que se debe constituir a partir del 17 de este mes (aunque de nuevo siguen habiendo más votos constitucionalistas que independentistas; las cosas de D’Hondt).
Como esos argumentos de razón en contra, no han sido capaces de reconducir a esa multitud de votantes soberanistas, ha aparecido en el horizonte un nuevo escenario, basado en la propia medicina que se ha utilizado antes indicada, es decir: el derecho a decidir y España se nutre de las riquezas que genera Cataluña, de una manera jocosa y yo diría propia de esa sapiencia innata que poseen los hispanos y meto aquí a todo los que tuvieron contacto con España de una u otra manera y, por supuesto, el pueblo catalán que ha contribuido a ese acervo cultural que ha irradiado al mundo, junto con los demás pueblos de nuestro país, y no ha sido otro que la aparición de una propuesta, basada en la creación de otra comunidad autónoma dentro de Cataluña, es decir, un movimiento independentista dentro del independentismo existente en Cataluña, justificado en que existe una mayoría cualificada de catalanes situado en esa franja de terreno formada por Barcelona y Tarragona que no quieren dicha independencia y quieren seguir formando parte de España. Coincide con la zona más urbana y desarrollada, que, además del deseo de independizarse de la zona independentista, utilizan igualmente el segundo argumento, que no es otro que ellos generan alrededor del 2/3 de las riquezas del conjunto de Cataluña, por lo que –ciertamente- los otros independentistas, que son más rurales y de interior, se aprovechan de los recursos que ellos generan; así pues, argumento similar al que utilizan los independentistas para justificar su independencia de España, pero es que, además, aquí está basado en datos realmente ciertos. Esta idea que posiblemente surgió, como he dicho, de una manera jocosa y como forma de demostrar a los otros catalanes partidarios de la ruptura con España de lo descabellado de la propuesta, ha proliferado de manera exponencial y no me extrañaría que, siguiendo la misma deriva, pueda Barcelona desear constituirse en una Ciudad Estado independiente, como ya así lo ha indicado el Valle de Arán.
Es más; estas ideas tienen cabida en la Constitución, por estar amparado en el articulado de la misma, y pudiera –perfectamente- arbitrarse un posible referéndum con dichas pretensiones, cosa que no contempla, sin embargo, respecto de Cataluña en relación a España. Los primeros serían legales, si se solicitan con la tramitación necesaria; el segundo requiere una modificación constitucional, siguiendo los pasos que la propia Constitución establece, ya que de lo contrario este sería ilegal, como lo han sido los celebrados al respecto hasta el momento.
«No hay mejor cuña que una de la misma madera», dice uno de los refranes que de tantos posee nuestro bagaje refranero y se cumple a la perfección con Tabarnia; y lo que encarna y ataca, con los mismos argumentos vienen a demostrar que ese camino no lleva más que a reproducir una etapa, que deberíamos haber superado, cuando el cantonalismo nos llevó a situaciones irrisorias, si no fuera por las guerras de zonas de un territorio contra otros, que quedó simbolizado en cierta medida con el famoso «Viva Cartagena»; parece que de bien poco sirvió esa etapa ya histórica entre nosotros. ¿Estaremos de nuevo abocados a repetirlas? Parece que preguntan al respecto los futuros tabarnianos o como se denominen gentiliciamente en ese nuevo escenario si se consolida esa idea, que parecía peregrina y ya no lo parece tanto, a la vista del seguimiento que ha tenido.