Salvador González González.
No se ha aclarado el panorama, después de estos días de campaña, sobre el referéndum, que sólo la han hecho, yo diría que incluso la han intensificado al máximo, los que son favorables al sí; los que no lo son, ni los que piden la abstención, no han hecho campaña, creo que coherentemente, ya que si es ilegal, cualquier participación activa, en el sentido que fuese, daría alas a que se intentara legitimar la consulta, con lo que con las aberrantes leyes exprés y de transitoriedad (basta que los síes, sean cuales sean para considerar que se ha conseguido la independencia, aunque los datos de la mayoría no demuestren esa premisa) darían pie a un declaración unilateral de independencia.
Declaración unilateral, que a estas alturas y tal como se están sucediendo los hechos, el órdago independentista (ojo para los que han jugado o están jugando al mus, saben que el órdago significa o todo el juego o nada; por tanto, eso puede suceder que sirva para que se aplique el tan mencionado 155 C.E., lo que significaría nada de autonomía, o el 116.3 estado de excepción ante ese golpe de estado ya sin tapujos; luego, si es así, ellos serán los únicos responsables de esas consecuencias) que ha seguido la estela (nunca mejor dicho) del extremismo más radical, a pesar de que lo quieran revestir de supuestas llamadas a no caer en las provocaciones, que son cortinas de humo, nada más. Hay hechos constatados de ese radicalismo. Aquí los únicos que se están moderando por imperativos de sus mandos, que con toda probabilidad siguen las pautas marcadas por el ejecutivo, son las fuerzas y cuerpos de seguridad, que pese a las provocaciones (algunas graves: rotura de coches, rodearlos impidiendo salir…), no han actuado contundentemente como cabría haber intuido; por tanto, su actuación hasta ahora es superlativamente proporcional. Veremos en las últimas tacadas de los radicales, que ya están hablando de ocupar los colegios electorales para que no los puedan precintar y de echarse a la calle con declaración unilateral de independencia, a los que parece se van a sumar radicales anti sistema, de otras latitudes internas y externas a España; esa mezcla explosiva veremos cómo acaba; basta una chispa (un error humano, perder el control por la situación de tensión, etc., etc.) para que el desastre y las consecuencias negativas estén servidas.
Esta situación se está retroalimentando, de manera que una medida para evitarlo produce una contramedida para realizarlo y así en una espiral diabólica.
Lo que me llena de preocupación, es ¿de dónde han salido tantos recursos para la campaña?, ¿quién paga los costos de la misma que tienen que ser enormes? Puede que hayan camuflado dinero público (malversándolo); pero, con toda seguridad, esos recursos también vienen de otras fuentes, que deberán ser investigados, para conocer quiénes están detrás; nos podemos, quizás, llevar alguna sorpresa.
No entiendo cómo la burguesía catalana, que generalmente es mercantilista, ante estas radicalidades, al parecer, permanece tranquila y no se moviliza, porque si las consecuencias de esa radicalidad se llevase, aunque fuese transitoriamente a efectos, sus bienes y hacienda corren riesgo y ya se sabe el dicho catalán: “La pela es la pela”.
Estos días están llegando, seguro a todos, WhatsApp, dedicado a este tema con muy y variado contenido; quiero comentar uno que me ha llenado de irritación y malestar, por mis 42 años de docencia; es la de unos niños, de apenas 11 o 12 años, pegando carteles a favor de la independencia, con un aire festivo como de celebración, a los que entrevista una periodista en ese instante; por las respuestas que dan, se entiende el grado de intoxicación y manipulación al que han sido capaces de llegar; así se han atrevido, inmoralmente, a utilizar hasta los niños, a los que les han inoculado el odio contra el que no defienda la independencia y a todo lo que sea o signifique España. Lo mismo ha sucedido con la declaración de más de tres centurias de sacerdotes y diáconos católicos, aunque aquí no tengo claro si son ellos los que se han dejado manipular o son los manipuladores (¿la iglesia católica no es universal?) a favor del referéndum y, por ende, de la independencia del oprimido pueblo catalán. Criticábamos con razón las entradas y salidas bajo palio del dictador y sus acólitos del movimiento nacional, para ver ahora prácticamente lo mismo, sólo que ahora el movimiento nacional es catalán. Han alarmado tanto a los creyentes, que ha obligado a la conferencia episcopal a hacer una declaración institucional, eso sí, con palabras medidas, propias de la diplomacia vaticana, no como los anteriores que han ido a saco, con el suyo.
Termino con el célebre refrán que creo sintetiza la situación a la que hemos llegado: “Lo que mal empieza, mal acaba”. Hay otro dicho en un pueblo cercano al mío; es de los perotes (vecinos de Álora, cuna malagueña, de ahí que se les llamen “perotas” o “cuneras”). Las cosas, para que se arreglen, primero se tienen que desarreglar, aunque a veces eso traiga un mal arreglo. Espero que se cumpla en su primera parte.