Por Dionisio Rodríguez Mejías.
CAPÍTULO V
1.- Paco abandona el trabajo.
Al día siguiente, después de cobrar el sueldo y la extra de julio, se presentó en el banco y me dijo que quería abrir una cuenta corriente. Demasiado bien sabía yo que aquel dinero no estaría en la cuenta más de un par de semanas, como mucho.
―¿Para qué quieres abrir esa cuenta?
No me dejó hablar. Me contó que se había despedido del colmado y que, a partir de entonces, se dedicaría a la venta de terrenos en cuerpo y alma.
―¿Estás seguro de lo que haces?
―Estoy muy harto. Me han descontado los tres días que he faltado al trabajo, y por ahí no paso. Con la cantidad de horas que les he regalado y nunca exigí nada. Se acabó: yo vine a Barcelona a labrarme un porvenir y estoy dispuesto a conseguirlo, al precio que sea. He abandonado mi tierra y mis raíces, para labrarme un futuro digno, y lucharé con todas mis fuerzas hasta que lo consiga. No tolero que nadie se aproveche de mí. Si no tuviera aspiraciones, me hubiera quedado en Puerto Real. ¿Lo entiendes?
Me encogí de hombros, y le dije que reconsiderara su decisión, aunque estaba seguro de que no daría su brazo a torcer.
―Habla con tu jefe ―insistí―; siempre me has dicho que era una buena persona, que te ha tratado como a un hijo, y que se quita el pan de la boca para dárselo a los que lo necesitan. En serio, Paco, piénsalo bien. Todavía estás a tiempo.
―A tiempo, ¿de qué? ¿Qué futuro me espera en un colmado vendiendo botellas de leche? ¿Qué futuro le puedo ofrecer a la chica que quiera casarse conmigo? Ahora que somos jóvenes, es el momento de conseguir algo importante.
―Pero tampoco hay que perder la paciencia, hombre; cuando termines, podrás aspirar a lo que quieras. No todos son capaces de sacar una carrera como la nuestra.
Confieso que se lo decía sin convicción. Demasiado bien sabía que, cuando a Paco se le metía una cosa en la cabeza, no era fácil conseguir que rectificara. Pero lo que más me sorprendió es lo que dijo a continuación.
―El caso es que tampoco estoy seguro de que quiera seguir con los estudios. Te dije hace unos días que no pienso pasarme la vida entre papeles, para ganar un sueldo de miseria, y lo voy a cumplir. Para ganar dinero no hace falta tanto.
―¿Lo dices en serio? Me cuesta trabajo comprenderte. Pretendes abandonar un trabajo que solo te ocupa media jornada y dedicarte a vender los sábados, los domingos y los días de fiesta; precisamente los días que todo el mundo se dedica a descansar. Y, por si fuera poco, hablas de abandonar los estudios. ¡Tienes un ojo para los negocios! ¿En qué piensas? ¿En ser una réplica del señor Bueno, para engañar a la gente y ganarle las cervezas a tus vendedores jugando a los chinos? En fin, creo que mañana deberías decirle a tu jefe que necesitas que te vea un médico; pero de verdad.