Breves semblanzas y vivencias de hace 50 años

Promoción de magisterio del año 1967

Por Salvador González González.

Mi promoción del 67 celebrará este año en Úbeda el 3/6/2017, sus bodas de oro. Como pasa el tiempo, ya para 5 décadas, cuando acabamos en la SAFA, llenos de ilusión y esperanza ante un final feliz, después de pasar penalidades, dificultades, innumerables quebrantos, necesidades…, todo ello fue dado por bueno, con el título bajo el brazo y la Convalidación en Granada (por cierto, mi agradecimiento al compañero Lozano, famoso entre nosotros por su memoria fotográfica, que me brindó su casa, creo que en Jimena, donde permanecí con él hasta marchar ambos a Granada, para el examen del título). Abriéndose un horizonte de profesión, trabajo y la mayoría con dedicación para lo que nos fueron preparando: la docencia.

Quedamos aproximadamente 1/3 de los que comenzamos en la 3ª división. Aún me acuerdo de algunos compañeros de entonces, venidos de latitudes andaluzas, la cual más dispar y todos con escasos recursos. Salvo algunas incorporaciones posteriores por objetivos y finalidades distintas.

Me viene a la memoria un compañero que sólo aguantó un curso, venido de Minas de la Herrería (aldea minera de la provincia de Huelva), que se cerró en la década de los 80. ¿Qué sería de él, se haría minero, o pudo cumplir su deseo de estudiar y acabar estos estudios que en la SAFA no le fue posible? Recuerdo su apellido: Gómez. Casi siempre iba con una corbata, que se la ponía con un elástico, de manera que alguna vez, al sacarlo el profesor en la clase para preguntarle, ésta estaba casi en el cogote; o de que, cuando recibía un paquetillo de su casa, le duraba lo que le mandaban, apenas el tiempo de la clase en la que le daban el paquete .O de Hidalgo, otro compañero solidario, que me prestaba para salir un gabán tipo trenca muy chulo, que se abotonaba con engarce de huesos a lo horizontal. Este llegó a estar dos cursos. Por cierto, le hice una faena accidentalmente, que me supo perdonar y comprender. Íbamos por las calles secundarias, fumando aquellos primeros cigarrillos Koch mentolados, de tapadillo obviamente; y, cuando incidíamos a la calle principal, para evitar que algún profesor nos viera o algún hermano o padre, metíamos el cigarrillo cogido de una mano en el bolsillo, hasta llegar a otra calle secundaria, donde lo volvíamos a sacar al exterior. Pues, en una de estas maniobras, le quemé el forro del bolsillo del gabán, se llevó un disgusto, pero me perdonó; comprendió que había sido un accidente. Igualmente, otro compañero, este aguantó cuatro cursos creo, su nombre era como si fuera familia de Franco: Polo de Franco. Pequeño, pero vivaracho y activo, también acabó por aquella norma del centro de que el que suspendía más de dos asignaturas no podía continuar. Le tengo que agradecer un gran favor y disposición de ayuda hacia mí, cuando ya no estaba en la SAFA. Lo cuento en su memoria y deseo que ojalá la vida le haya deparado lo que no pudo obtener en nuestro centro, lamentablemente.

Mi familia se había desplazado temporalmente al País Vasco. Por eso, en las vacaciones de Navidad, con mi kilométrico y muy pocas perras, saqué el billete para Madrid y luego de la estación de Atocha tenía que desplazarme a la del norte y sacar billete hasta Miranda del Ebro (a unos 40 km de Vitoria) y de allí coger un tren de cercanía hasta Vitoria, donde ya me encontraría con mi familia. Pues bien; todo estaba calculado: los horarios de enlace y los costos del viaje; pero la mala fortuna hizo que, a la locomotora que nos llevaba a Madrid, se le rompió un eje de las ruedas motrices; y, por ello, entre las maniobras de arreglo y/ o acomodo de nueva locomotora, llegamos con más de dos horas de retraso, sobre las 12 y pico de la noche, cuando el tren para el norte salía sobre las 10 y algo, con lo que me vi en la estación de Atocha, a las doce, sin apenas pasta y teniendo que esperar hasta el otro día, a las 9 de la mañana, en que salía un nuevo tren. ¿Qué hacer mientras tanto, donde quedarme sin recurso; dónde comer? Afortunadamente, en aquellos momentos, nunca me separaba de una libretita pequeña, donde tenía las direcciones de compañeros, amigos, familiares, etc.; y me acordé de Polo de Franco, que estuvo el año anterior, pero ya no estaba en la SAFA. Así que le llamé desde una cabina telefónica, se puso al teléfono y, después de los saludos de rigor, me dijo: «No te apures; quédate ahí en la estación, que voy a por ti». Y así fue; allí llegó Polo de Franco y cogimos el metro hasta Vallecas, que era donde vivía con su familia, un hogar típico de emigrantes, donde compartí todo con él. Hasta dormimos en la misma cama, ya que no disponía de ninguna otra para mí. A la mañana, con su hermana, cogimos el metro hasta la estación del norte, donde regularicé el asunto del billete para el norte. Desde aquí mi recuerdo y de nuevo mi agradecimiento, esperando que la vida le haya ido bien. Podría citar algunos más, pero sería interminable y se trata nada más que de unas semblanzas.

De los que terminamos, que espero saludar y que, al menos con los achaques propios de sesentones cercanos a los setentas (seguro muchos como yo), nos nutrimos de pastillas para distintos temas: tensión, azúcar tipo II, próstata… Pero mientras lo llevemos relativamente de una manera tolerable, tenemos que dar gracias de estar en el primer mundo. De seguro, si nos hubiese tocado vivir en el tercer mundo, estaríamos todos ya en el otro barrio. Por tanto, esperando esa presencia y contacto de todos el 3 de junio, en que estaré Dios mediante a las 9, para recordar “in situ” esas vivencias, que obviamente como ellos tendremos unos de otros y que de seguro saldrán algunas en ese contacto personal.

Sí quiero hacer alguna de los dos compañeros que se nos fueron y que D.E.P. De José Jiménez recuerdo su gran potencial físico, buen jugador de fútbol y de tenis de mesa, en lo que era un consumado rival, servicial y solidario. Desde aquí, mi recuerdo y memoria (daba siempre la sensación, cuando salíamos juntos de padre protector de algunos de nosotros, por su corpulencia y serenidad).

O cómo no, de Diego Verdera Casanova, con el que me unía una amistad profunda y total, hasta el extremo de llamarnos uno al otro “paisa” a pesar de ser yo de Coín (Málaga) y él de El Puerto de Santa María (Cádiz). De él puedo contar innumerables situaciones y sucesos que nos ocurrieron a los dos, pues, prácticamente, en la SAFA lo compartíamos casi todo. Voy a contar una de pasada que puede demostrar hasta qué punto nos unía la amistad y que refleja perfectamente las ocurrencias y manera de ser de Diego. Ahí va y con ello termino, esperando continuar con todos los compañeros en la próxima jornada del 3 de junio.

A Diego lo nombraron responsable de la sacristía de la iglesia, ya terminando en la segunda. En algunos días fríos de invierno, de esos que disfrutábamos en Úbeda, donde a algunos se nos llenaban las manos de sabañones, antes de terminar la misa se acercaba a mí, como el que no quería la cosa y me decía: «“Paisa”, quédate rezagado y vete por la sacristía». Yo así hacía, cuando todos habían salido de la iglesia. Me dirigía a la sacristía y allí Diego, “mi paisa”, tenía preparadas dos vinajeras de vino de misa (tipo Málaga riquísimo) y nos dábamos dos lingotazos que nos hacía entrar rápidamente en calor. Esto duró hasta que el padre Flores detectó que el nivel del vino bajaba más de la cuenta y comenzó a controlar la garrafa. Vamos; se nos acabó el chollo. No a él. Os contaré en persona, si viene a bien, qué hizo en alguna ocasión para burlar el férreo control del padre Flores y darse algún que otro anhelado trinque. Descansen en paz ambos y que su tránsito por la vida haya sido al menos tolerable, que fructífero seguro lo fue, vistas las cualidades y valores que poseían.

Como digo, espero estar con todos mis excompañeros, de los que aprendí mucho. Creo que ellos, también algo de mí. Unas estupendas jornadas conmemorativas, de nuestra bodas de oro. Abrazo anticipados a cada uno de ellos.

bellajarifa@hotmail.com

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