A un 28 f

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Hace años, cuando uno tenía todavía ilusiones y hasta fe en su trabajo, me enrolé en un curso de esos restringidísimos a unos cuantos de la cuerda o avisados previamente, porque versaba sobre una temática, por entonces, muy querida y puesta en valor por la administración educativa. Para no cansar, se empezaba a trabajar e insistir en aquello de la Cultura Andaluza; materia que debería quedar como troncal, si se quería colocar a la región, a la altura de las otras nacionalidades ya desarrolladas. Por entonces, el PSOE andaba dando palos de ciego al respecto y trataba de consolidar nuestra nacionalidad como contrapeso a esas otras; es cierto que, para ello, trató de anular o dejar como meros subsidiarios a IU y al partido Andalucista (y así monopolizar el poder); y también que, a pesar de esos esfuerzos y debido a idas y venidas ideológicas, en parte, esto se logró.

Pusieron, al frente y como ponente principal del curso, a un tal Pope Godoy, señor del que yo hasta ese momento no había oído hablar, pero que me pareció, desde el primer instante, ser bastante conocido y hasta seguido por parte de los asistentes. Su porte era profético, de físico imponente, acentuado por una abundante y blanca cabellera y barba. En sus exposiciones, comunicaba energía, de esa que arrastra tras sí adhesiones incondicionales poco críticas. Llevaba bastante material informativo, que observé como muy trillado (consecuencia lógica del peregrinaje por provincias y cursos del ponente).

Este material estaba bien, como base informativa y formativa, para poder poner en práctica programas didácticos, convenientemente aligerado de su carga ideológica, porque transpiraba cierta idealización del ser andaluz, desde los orígenes tartesios hasta el último conflicto civil, tal que esto fue una tierra donde manaba leche y miel y donde las culturas que la pisaron convivieron dulcemente; excepto, claro está, con la irrupción de los cristianos del norte y del señoritismo terrateniente oligárquico aliado del capitalismo explotador.

Llevando razón en la exposición de los aspectos negativos que nos cubrieron de atraso y miseria, también abundaban en atribuir estos males a factores externos al pueblo, sin detenerse en la necesidad de ejercer una crítica severa y un estudio sincero y sosegado de las raíces endémicas de tanto factor retrógrado. Adolecían estos trabajos y charlas de ciertas contradicciones, entre el tufillo sevillano que ya se anunciaba y la ideología más bien libertaria de aquel profeta.

La prédica de ese andalucismo era, hasta cierto punto, radical; de haberla dejado fructificar, hoy es posible que estuviésemos, tras una labor de adoctrinamiento eficaz, al nivel de los catalanes, en cuanto a las ansias de nuestra autodeterminación; pero el PSOE dirigente, en su núcleo de Andalucía Occidental (especialmente el sevillano), se asustó o se contentó con desarrollar un sucedáneo de cultura andaluza, basado en ese centralismo político, social y cultural, a despecho de las demás zonas andaluzas, tan diferentes y variadas. Y, también, promoviendo hasta la náusea el tipismo anquilosado y manido, rescatado de los baúles más rancios del caciquismo y de los fondos de armario del franquismo. Así que, ahí quedó todo y, a lo largo de los años, se fue diluyendo y perdiendo, entre la memoria de algunos, los apuntes y libros viejos y desechados, todo aquel intento de avanzar en la educación y la cultura del sentimiento, estricta y verdaderamente andaluz; acá se da al alumnado, para el 28 F, un desayuno de pan y aceite y vamos apañados.

Vemos, con tristeza, la televisión pública andaluza, bien controlada por los directivos, al servicio del siempre dominante socialismo; y la sucesión de programas trillados de tópicos típicos, los de siempre (será por eso, porque son de siempre) y a mayor gloria de Sevilla y sus aledaños; de ahí salen el flamenco ‑¡faltaría más!‑, el habla ‑¡ele el salero!‑, los políticos con mando en España, la industria y el turismo, la religión ‑¡esa Semana Santa única!‑… Han reducido nuestro territorio y nuestro sentir, a ese triángulo de las Bermudas, donde se debe caer para no perderse; donde debe estar todo lo que se llame andaluz, verdaderamente andaluz… Si acaso, y por su propia fortaleza, se admite en el negocio al sector malagueño y, por cohabitación, al gaditano; lo demás, o no existe o pertenece a un extraño mundo ajeno a los anteriores.

Alguien, si lee estas líneas, tendrá la tentación de argumentar que son producto de cierto complejo que tenemos; de viejas e infundadas afrentas; del, precisamente, carente espíritu andaluz que nunca hemos sentido (ya saben: «Hay quien dice de Jaén que no es su tierra andaluza…»). Pues bien; sí; sea así todo ello y más tenemos, más… ¿Que no hay base para ello, no tenemos motivos más que fundados?, ¿no se ven las diferencias de trato entre unos y otros?, ¿qué se ha hecho por nosotros, que no se haya hecho con antelación en otros lugares y con creces?

Estamos viendo ahora el desconcierto que existe en el PSOE a nivel nacional. Plantean, como solución al guirigay, que la presidenta andaluza agarre las riendas de todo el partido. ¿Ella será el bálsamo del fierabrás…? Una señora fabricada en la factoría del aparato sevillano, fiel ejecutora de las órdenes de sus valedores, que no ha salido de allí y su experiencia, tanto personal como política (y no digamos laboral), es mínima. Exportamos, pues, más espíritu andalusí del bueno, el del «ariquitrán, tran, tran», el rebujito, las sevillanas y «blanquiverde es mi bandera» y así, que así quieren vernos por ahí (y conozco dichosas Casas de Andalucía, a las que pertenecen cuatro adeptos al topicazo). Mientras, en Jaén y otras tierras marginadas se vivirá a la sombra de las mercedes de los caciquillos locales y de las que se reciban de los jefazos sevillanos; que los votos siempre vienen bien; para muestra, un botón: la baronesa, a fin de iniciar su asalto a Madrid, intentó dar la salida en tierras de la fidelísima Jaén.

¿Por qué escribo esto, así, tan descarnado? Pues, porque me ha venido el recuerdo de esos años pasados, de ese curso recibido, de los trabajos que una vez hicimos y que ahí se quedaron, en el olvido (yo, se ve, no era de la cuerda); porque estoy digitalizando una vieja cinta que grabé de Andaraje, al arrimo de esas actividades; porque estoy hasta el gorro de Sevilla y lo sevillano. Porque me da la gana, ¡ea!

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

Deja una respuesta