Por José María Berzosa Sánchez.
3.4. Recursos lógico—lingüísticos.
34.1. Antítesis.
Figura que consiste en contraponer una frase o una palabra a otra de contraria significación.
A).
«Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe».
Poesías líricas. Lope de Vega.
B).
«La vieja diplomacia vaticana y la joven ancianidad del papa, que de pronto acepta a Darwin y a Castro, tienen grandeza máxima y nos permiten vivir uno de esos momentos históricos en que da gusto haber estado allí, aquí«.
La derechona. Francisco Umbral, Barcelona, Planeta, 1997.
C).
«Si en aquel entonces hubiera intuido que lo veía sano por última vez, si hubiera adivinado que veinticinco años después lo vería convertido en un sucio montón de huesos y vísceras en podredumbre, mirándome tristemente desde el fondo de unos ojos ya casi ajenos a este mundo, entonces habría tratado de comprender a aquel hombre áspero pero bueno, enérgico pero candoroso, violento pero puro. Pero siempre entendemos demasiado tarde a los seres que más cerca están de nosotros, y cuando empezamos a aprender este difícil oficio de vivir ya tenemos que morirnos, y sobre todo ya se han muerto aquellos en quienes más habría importado aplicar nuestra sabiduría».
Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sábato, Barcelona, Seix Barral, 1991, 5.ª edición (definitiva).
Alguna vez, la antítesis se hace enfrentando dos bloques en conjunto:
D).
Estrofa 1 Estrofa 2
«Cada vez más ausente. «Cada vez más presente.
Como si un tren lejano Como si un tren querido
te arrastrara más lejos. recorriera mi pecho.
Como si un negro barco Como si un tierno barco
negro». tierno».
Cancionero y romancero de ausencias. Miguel hernández, edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, Madrid, Cátedra, 1993.
34.2. Atenuación.
Figura que consiste en no expresar todo lo que se quiere dar a entender, aunque dejando clara la intención y el alcance de lo callado. Generalmente niega lo contrario de lo que se quiere afirmar.
A).
«Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día; reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de nuestra Señora, y confío siempre en la misericordia infinita de Dios nuestro Señor».
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.
B).
«Tenía … unos senos bajo el suéter negro a los que ya no convenía el calificativo de adustos».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
34.3. Catacresis.
Tropo que consiste en dar a una palabra o a una expresión un sentido traslaticio para designar una cosa que carece de nombre especial: veo menos que un gato de yeso.
A).
«Pelo fue aquí, en donde calavero;
calva no solo limpia, sino hidalga;
háseme vuelto la cabeza nalga:
antes greguescos pide que sombrero».
Poemas escogidos: ‘Poemas amorosos’. ‘Poemas satíricos y burlescos’. Francisco de Quevedo, Madrid, Castalia, 1972.
B).
«—Aficionados —dictaminaba con desdén Juan Rojo—. Aprendices. Membrillos …».
Ardor guerrero. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1995, octava edición.
C).
«Por más que me exprimo el coco, no doy».
Cambio de piel. Carlos Fuentes, Madrid, Alfaguara, 1994.
D).
«Apareció un hombre de contitución endeble y rostro como de gárgola, muy atildadamente inepto; tuvo que agacharse al entrar en el gabinete para no tropezar con los cuernos en el dintel«.
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
E).
«Le acaricié la pelvis, apenas tapizada por la piel, y las caderas de repente copiosas, para demorarme en esas superficies trémulas y claudicantes donde se adormece la celulitis. Pistoleras o cartucheras, las llamamos en términos coloquiales, y Chiara estaba doblemente armada».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.