Por José María Berzosa Sánchez.
1.4. Transformaciones por el añadido o la supresión de uno o varios sonidos.
14.1. Aféresis.
Supresión de algún sonido al principio de un vocablo.
A).
«Ora [ahora] la brisa süave
entre las flores susurra,
y de sus gratos aromas
el ancho campo perfuma».
Poesía: ‘A la noche’. ‘El ángel y el poeta’. José de Espronceda, Madrid, Alianza, 1987.
B).
«¡Marañada [enmarañada] madeja
este mundo de duelo y desventura!».
Poesía: ‘A la noche’. ‘El ángel y el poeta’. José de Espronceda, Madrid, Alianza, 1987.
C).
«Marchitaré la hermosura,
rugaré [arrugaré] la juventud,
el alma que nació pura
renegará la virtud,
maldecirá de su hechura».
El diablo mundo. José de Espronceda, Madrid, Alianza, 1987.
14.2. Apócope.
Supresión de algún sonido al fin de un vocablo.
A).
Una calle estrecha y alta,
la calle del Ataúd:
cual si de negro crespón
lóbrego, eterno capuz [capucha]
la vistiera, siempre oscura,
y de noche sin más luz
que la lámpara que alumbra
una imagen de Jesús.
…
¡Una mujer! ¿Es acaso
blanca silfa [sílfide] solitaria,
que entre el rayo de la luna
tal vez misteriosa vaga?
…
Voy a morir; perdona si mi acento
vuela importuno a molestar tu oído.
Él es, don Félix, el postrer [postrero] lamento
de la mujer que tanto te ha querido.
…
Y en medio el delirio que embarga su mente,
y achaca él al vino que al fin le embriagó,
la lámpara alcanza con mano insolente
del ara do [donde] alumbra la imagen de Dios.
…
Si quier [quiera] de parte de Dios,
si quier [quiera] de parte del diablo,
¿quién nos trajo aquí a los dos?
Decidme, en fin, ¿quién sois vos?
Y sepa yo con quien hablo.
El estudiante de Salamanca. José de Espronceda, Madrid, Alianza, 1987.
B).
«Tal vez, en trono de celeste lumbre,
su incomprensible majestad se asienta:
de mundos mil la inmensa pesadumbre
con su mano tal vez rige y sustenta,
sempiterno, infinito, omnipotente,
Invisible doquier, doquier presente [también síncopa de do(nde)quiera].
Y allá, en la gran Jerusalén divina,
tal vez escucha en holocausto santo
del querub [querubín] que a sus pies la frente inclina,
voces que exhalan armonioso canto.
…
Nosotros, genios del mal,
aunque en nosotros no cre [cree],
somos su Dios, condenado
nuestro influjo a obedecer.
…
Sobre una mesa de pintado pino,
melancólica luz lanza un quinqué,
y un cuarto ni lujoso ni mezquino
a su reflejo pálido se ve;
suenan las doce en el reló [reloj] vecino
y el libro cierra que anhelante lé [lee]
un hombre ya caduco, y cuenta atento
del cansado reloj el golpe lento.
…
El refrán dice, hijo Adán,
que Dios es omnipotente,
y el dinero es su teniente.
Sin el din [dinero] no hay dan.
El diablo mundo. José de Espronceda, Madrid, Alianza, 1987.