Por Fernando Sánchez Resa.
Llegado el nuevo año, los chicos del cineclub “El Ambigú” hicieron realidad su proyecto anunciado en la última sesión de diciembre, cual reyes magos tangibles: estrenar un nuevo ciclo sobre Bette Davis, que fue el nombre artístico de Ruth Elizabeth Davis, actriz estadounidense de teatro, cine y televisión.
Y en aquel frío y despejado primer jueves lectivo escolar (8 de enero de 2015), con la irremediable vuelta al cole, los incondicionales nos juntábamos en la sala de siempre para disfrutar de una obra de arte: La loba (The little foxes –‘Los pequeños zorros’ o ‘Las alimañas’, sería su traducción literal y más aproximada–, 1941), del director William Wyler, de la que algunos habíamos oído hablar y la mayoría no habíamos visionado, entreverándola con el frío gélido que se aspiraba en el Hospital de Santiago; aunque no tanto como el día anterior, en San Lorenzo, con la presentación de la nueva novela de Antonio Muñoz Molina: Como la sombra que se va…
Tras las doctas explicaciones de Juan, que se había empapado de la vida completa de esta magnífica e irrepetible actriz, especializada en papeles de mala y con cincuenta películas protagonizadas, explicó el porqué habían escogido (Andrés y él) los cuatro filmes que anunciaba el cartel pegado junto a la puerta de la Sala de Lectura: en memoria del vigésimo quinto aniversario de la muerte de Bette Davis.
Juan nos animó a que fuésemos capaces de organizar algo para asistir a la muestra de cine clásico que se viene celebrando en Granada, a finales de febrero, para disfrutar aún más del cine auténtico y ampliar nuestro círculo de aprendizaje.
La loba está basada en la obra teatral “The little foxes” (1939), de Lillian Hellman (que fue estrenada con éxito en Broadway), y que ella misma versionará para la pantalla grande con la colaboración de media docena de escritores agrupados en torno de la legendaria Dorothy Parker, consiguiendo una obra perfecta. Nos adelantó que a Bette Davis la veríamos bastante fea, pero además con tocado y unas expresiones faciales y corporales que realzarían aún más su papel maléfico. En la vida real, estaba casada con un pintor que ganaba diez veces menos que ella y le gustaba tener sus escarceos amorosos con directores o gente del mundillo cinematográfico, como lo tuvo antes de la película con el director William Wyler. Nos contó que esta diva tenía también una hermana, en la vida real, que quiso emularla pero, como no tenía su talento, tuvo crisis psiquiátricas. Bette Davis se especializó en papeles de arpía y así es como la conocemos casi todos; aunque no era muy agraciada en sus facciones faciales, pues tenía los ojos saltones desde joven, que se le fueron agudizando con el tiempo, como le pasa a todo hijo de vecino con sus defectos físicos (y psíquicos) cuando envejece. Siempre será recordada como “La loba”, puesto que así la llamaban por las calles cuando visitó España para asistir al Festival de San Sebastián.
La película, en blanco y negro y en español, duró casi dos horas (116 minutos) y cuenta cómo en una familia, del sur profundo estadounidense, van aflorando todos los defectos achacables a sus tres componentes principales, los hermanos Oscar Hubbard (Carl Benton Reid), Ben Hubbard (Charles Dingle) y Regina Giddens (Bette Davis), que desean montar en la región una fábrica de transformados del algodón, en colaboración con William Marshall, de Chicago. Para ello, necesitan que el marido de Regina, Horace Giddens (Herbert Marshall), enfermo del corazón, aporte una importante suma de dinero, ya que es el banquero local. Los tres hermanos aspiran a otra vida mejor y no les importa avasallar a todo el que se ponga por delante, incluyendo a su propia familia o allegados, como ya lo han hecho con los negros en los tiempos de esclavitud. Destaca, entre ellos, “La loba”, que es Regina Giddens (la actriz principal, Bette Davis), que confirma la leyenda de los primeros fotogramas de la película, que ya nos adelantaba que en toda familia hay una loba que devora cuanto se le pone por delante. De hecho, Regina Giddens simboliza a la típica reprimida sexual, codiciosa, ambiciosa, vanidosa y malvada que tantas veces hemos visto clonada en culebrones televisivos como “Dinastía”, “Falcon Crest”, “El secreto de Puente Viejo”, etc.
De las muchas escenas para el recuerdo, me quedo con dos: la de Regina mirando por entre los visillos de su ventana mientras su hija se aleja a lo lejos y la maravillosa secuencia del ataque al corazón que provoca escalofríos, pues está centrada en un primer plano exclusivo.
Los sublimes diálogos se quedan grabados en la memoria, pues hielan la sangre («No te odio; solamente te desprecio…»); la genialidad con la que están tomados los planos y un aprovechamiento total del juego de luces y sombras en la fotografía, por Gregg Toland, juntamente con la preciosista música de Meredith Wilson; así como la fabulosa interpretación de todos los actores, principalmente Bette Davis, hacen de La loba un imprescindible de la filmoteca mundial.
Es una interesante historia, pasada al cine, donde las conversaciones y las expresiones teatrales e interpretativas de los principales personajes, juntamente con su actuación, le dan un brillo especial; aunque es Bette Davis quien destaca sobremanera, en el papel de auténtica mala, tratando de salirse siempre con la suya… Menos mal que hay personajes buenos como su marido, enfermo del corazón, su hija Alexandra (Teresa Wright) y su novio, que ponen el contrapunto a esta historia que puede ser más real que la vida misma y que hace que nos llevemos cierto buen sabor de boca, aprendiendo y comprendiendo que la mala, por ejercer como tal, ha de padecer soledad, allá por donde camine…
En definitiva, grandiosa película sobre las ambiciones humanas que retrata perfectamente la codicia, la envidia, la avaricia y la soberbia.
La noche estrellada nos recibió, a la salida de la proyección, con su fresco vuelo, mientras marchábamos a nuestros hogares haciendo un improvisado cinefórum, entreverado de asuntos de la vida misma, con voluntad extraordinaria…
Úbeda, 15 de agosto de 2016.