Por Manuel Almagro Chinchilla.
Nuestra misa mayor del peregrino
El día 20 de agosto, a las 11 de la mañana, una hora antes de la misa, ya estábamos entrando en la catedral. En aquella humilde carpeta azul que habíamos comprado, en un folio pillado con las gomillas de las tapas, llevaba escrita la oración que debía leer, según habíamos convenido. Siguiendo las instrucciones del día anterior, nos pusimos en la zona acordonada, próximos a la parte del evangelio del altar mayor. A las 12, salía la comitiva de 50 clérigos, presidida por el obispo auxiliar de Santiago y por el arzobispo de Milán, Luis Quinteiro y Carlo María Martini, respectivamente, para celebrar la misa mayor del peregrino.
Es imposible describir todo lo que sucedió después. Los cánticos religiosos y toda la ceremonia fue algo realmente embriagador. En ocasiones, sentado en ese lugar preferente, pensaba en todas las vicisitudes pasadas a lo largo de 50 días de camino. Todo me parecía un sueño… No tenía más remedio que ocultar, con las palmas de las manos en el rostro, unas lágrimas que brotaban profundas e incontenibles, hecho que no pasaba inadvertido a algunos celebrantes próximos.
A la señal convenida con el maestro de ceremonias, subí al altar, al atril del evangelio, y di lectura a la oración, breve y precisa, como estaba convenido:
Somos un grupo de peregrinos procedentes de la provincia de Jaén y pedimos al Señor que aumente nuestra fe. Ese ha sido el motivo de nuestra peregrinación: que la fe que trajo el apóstol Santiago fructifique en nosotros. Conducidos por el Espíritu del Señor, hemos abierto una nueva ruta de peregrinación a Compostela, “La Vía del Sureste”. Después de 50 días caminando, hemos cubierto satisfactoriamente los 1 200 kilómetros que separan Santiago de Compostela de nuestro punto de origen: el Santuario de la Virgen de Tíscar, situado en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Pedimos que el Espíritu Santo esté siempre con todos nosotros.
¡Roguemos al Señor!