“Carta de una señora desconocida”

Por Fernando Sánchez Resa.

Estábamos en aquel febrerillo loco de hace dos años, en el que lo mismo lucía un rico y apetitoso sol que se cerraba el cielo y la lluvia caía a manta. Eso mismo ocurrió el jueves, día 6: que entramos a la sala de proyección con el cielo despejado y cuando salimos (cerca de las nueve y media), llovía con ganas de invierno…

Aquella vez nos juntamos bastante gente, con mayoría femenina (como siempre), pues todos queríamos degustar la interesante creación cinéfila de un nuevo director: Max Ophüls, cuyo centro cinematográfico‑vital es la mujer. Así lo ha demostrado con su abundante filmología en los diferentes países por los que ha transitado y triunfado. Nacido en Alemania, estuvo en EE UU, Inglaterra, Francia, etc., y siempre dejó profunda huella de su bien hacer cinematográfico, pues su obra influyó en autores posteriores (como Stanley Kubrick, entre otros) por los acertados, precisos y expresivos movimientos de la cámara…

Así nos lo explicó Andrés, mecenas del Cineclub “El Ambigú”, recordándonos (además) que estábamos de aniversario: el pasado enero (de 2014) se había cumplido el octavo cumpleaños de esta ONG que sigue viva, siempre animando a ubetenses y foráneos a seguir (todos los jueves del curso cinematográfico) la entretenida senda del visionado de películas que han dejado huella en la historia del cine. En su conmemoración, primeramente visionamos un clip resumen (corto y de loable montaje) que Andrés había elaborado.

Carta de una señora desconocida (Letter from an unknown woman, 1948; estadounidense) fue visionada en versión original, ante alguna protesta por tener que leer los subtítulos… También nos adelantó que se trataba de una cruda historia de amor no correspondido, en la Viena de 1900, de Lisa Berndle (Joan Fontaine) por el músico Stefan Brand (Louis Jourdan). Sabemos que se rodó en los estudios de la Universal, con apoyo de maquetas de Viena y que el nudo de la obra es el drama interior de Lisa, presa de un amor puro, irremediable e inevitable, que la mueve a los mayores sacrificios, pese a no ser valorado, ni recordado por Stefan. La obra enfrenta dos mundos opuestos, seguramente irreconciliables: la pureza de sentimientos y la exclusividad del amor de Lisa; y el egoísmo, exento de sentimientos, de un hombre de vida desordenada a la que sacrifica el éxito de su carrera, dotándolos (Ophüls) de un sentido melodramático de la obra, profundamente romántico, mediante un lenguaje visual, sonoro y verbal.

La música, de gran importancia en las obras del autor, es una parte original y otra tomada de Listz, Mozart (“La flauta mágica”) y Wagner (“Tanhauser”). La fotografía se beneficia de una iluminación magnífica que resalta la evocación dramática del claroscuro; y de un movimiento de cámara antológico, con encuadres y travellings soberbios. El guión, ajustado a la obra de Zweig, juntamente con la sabiduría cinematográfica del director, convierte a la obra en una joya del cine.

Joan Fontaine es una actriz muy mona que encarna el papel principal, y sabe interpretarlo muy bien, pues lo vive y borda. El filme es un gran drama del que se puede sacar múltiples conclusiones, que yo resumiría en una: hay que saber distinguir el trigo de la paja (o sea, el bien del mal), pues en el mundo hay muchas personas que se aprovechan de la fama, la belleza, el dinero…

En definitiva, es una bella e interesante película en blanco y negro, basada en una gran novela de un clásico, el austríaco Stefan Zweig, con guión de Howard Koch, pero llevada al cine de una manera magistral para que el simple y llano espectador coja la ola de encanto que le aúpe al gigantesco melodrama barroco, intenso, asombrosamente vigente, tan atemporal y grandioso como el amor. ¡Todos atesoramos en nuestras vivencias íntimas algún episodio de amor no correspondido o de amores ignorados, anónimos, platónicos…!

Esta película es una bella obra (llena de desasosiego), digna de ser visionada por todo aquél que se considere cinéfilo. Merece la pena ser cómplice, durante algo menos de hora y media, de unos jóvenes y guapísimos Joan Fontaine y Louis Jourdan.

Y así salimos todos: un tanto compungidos y llorosos por la historia que habíamos visto reflejada en la mediana pantalla del Hospital de Santiago, adonde quedamos citados para el siguiente jueves con el fin de disfrutar de otra gran película del director Max Ophüls que tan amable e inteligentemente nos habían descubierto los intrépidos y doctos chicos del Cineclub “El Ambigú”, a quienes desde aquí les canto el ¡Cumpleaños feliz…! Se lo merecen por su constancia, su celo, su amor al Cine (con mayúscula), su desinteresado y gratuito afán para que Úbeda tenga un cinefórum de calidad que la enriquezca aún más…

Úbeda, 13 de marzo de 2016.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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