Por Manuel Almagro Chinchilla.
El Cubo de la Tierra del Vino – Zamora. 32 km.
Llegamos a Zamora el día 3 de agosto, con el cielo amenazando tormenta. Nos pusimos a descansar en una zona recreativa a la orilla del Duero, con unas magníficas vistas de la ciudad y la catedral al otro lado. Disfrutando con el desahogo y la panorámica, nos despreocupamos de buscar alojamiento, de tal manera que, cuando lo necesitamos, ya era tarde. Tampoco nos causó mucho apuro; nos metimos bajo uno de los arcos del Puente de Piedra, totalmente decididos a pasar la noche.
La suerte no estaba de nuestra parte ya que, al oscurecer el día, encendieron unos potentes focos de alumbrado decorativo del monumento, que nos cegaban, haciendo imposible nuestra permanencia allí. Obligados a salir, quedamos a merced de una fuerte tormenta que se desató, copiosa en extremo y repentina, que nos puso el cuerpo empapado como una sopa.
El resto de la noche la pasamos cobijados en un inconsistente y precario chamizo lleno de goteras, con la imprevista compañía de algún beodo y vagabundos varios, adictos a la indigencia, que se pasaron las horas canturreando por peteneras. «La vida es una mala noche en una mala posada», decía Santa Teresa.
Aquí, en Zamora, abandona el grupo Mari Carmen, que se había incorporado en la Estación de Linares – Baeza. En su ida, influyeron varios factores; el principal fue la insuficiencia de días de vacaciones, que le obligaban a reincorporarse a su trabajo. El grupo quedaba reducido a seis personas.
La otra es tomar a la izquierda para continuar por el Camino Mozárabe, con dirección Sanabria‑Orense. Nosotros ya teníamos elegido, desde la preparación de la peregrinación, ir a Astorga; de este modo, participábamos también del famoso camino francés que viene de Europa a través de Somport y Roncesvalles, confluyendo en Puente La Reina (Navarra).