La Vía del Sureste – 28

Por Manuel Almagro Chinchilla.

Día 22 de julio, Valdehúncar – Talayuela, 24 km.

Pasamos al valle del Tiétar por Navalmoral de la Mata, donde abundan las plantaciones de regadío, especialmente de tabaco y pimentón. Eran las siete de la mañana y recorrimos algunas calles de la localidad; paramos frente a la iglesia de San Andrés, a desayunar churros con chocolate. En la comarca, trabajan cuatro mil magrebíes en la agricultura hortofrutícola, circunstancia que queda reflejada en el ambiente urbano con un alto dinamismo y un buen nivel económico.

 

 

A Talayuela llegamos a las once de la mañana; «puntuales» nos dice Conrado, uno de los sacerdotes que había salido a recibirnos; no estaba el párroco Oswaldo Aparicio Giménez. Nos conduce a la iglesia nueva, en cuyos salones parroquiales nos alojaron. Eran unas estancias recién inauguradas, espaciosas, dotadas de todo tipo de servicios. Allí instalamos nuestras pertenecías y fuimos al ayuntamiento, ya que también nos propusieron  alojarnos en el polideportivo municipal y queríamos agradecer ese ofrecimiento, que fue acordado en pleno por el consistorio. No estaba el alcalde, ni el secretario, y dejamos a los funcionarios el encargo de que les transmitieran nuestra más sincera gratitud.

 

Talayuela se siente muy orgullosa de su nueva iglesia; en particular, de sus vidrieras diseñadas por el cura Oswaldo. Por la tarde, tuvimos misa concelebrada, a la que asiste mucho público y las monjas Piedad y Camino, de los Sagrados Corazones, ya conocidas en el tiempo de preparación del proyecto. Las saludamos efusivamente, hablamos largo rato y les damos una medalla de la Virgen de Tíscar; también, a Conrado. Vienen Helita y una compañera, de Valdehúncar; nos traen un teléfono móvil, el mío, que se quedó olvidado. Ahora no me perdono el hecho de haberles llamado la atención, porque fumaban.

 

almagromanuel@gmail.com

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