Por Manuel Almagro Chinchilla.
Guadalupe – Castañar de Ibor, 28 km.
Siguiendo con nuestra Vía del Sureste, pasamos a la comarca de los Ibores: Navalvillar, Castañar y Bohonal, todos con el apelativo de Ibor.
Era el día 20 de julio; salimos de Guadalupe a las 4 de la madrugada. Al coronar una fuerte subida, de tres kilómetros, se divisan unas impresionantes vistas, a la luz de la Luna, de Guadalupe y sus sierras. Era completamente de noche.
En un cruce de carreteras, nos encontramos a la Guardia Civil de Tráfico que observan nuestra marcha, rigurosamente formados a la izquierda de la calzada. Vamos llaneando por una carretera de asfalto; la Ex 118. Nos amanece andando y hace un agradable fresco. De una plantación de eucaliptos, sale un zumbido de abejas que ya nos acompañaron hasta Navalvillar, donde paramos a desayunar. Pasados unos kilómetros, paramos en una fuente junto a la carretera, donde nos encontramos con una pareja de Córdoba, casi paisanos; la madre de ella era de Baeza, de apellido Viedma.
Llegamos al final de etapa, Castañar de Ibor, a las 12. Fuimos a la iglesia, como estaba convenido, pero el párroco, José Carlos Arellano, no estaba. Nos atiende Virtudes, una mujer muy abierta y simpática, mayor, con gafas gordas, viuda, de apellidos Dávila Martín. Dice tener adoptado al cura como si fuera su nieto; me pide que le haga una foto y que se la envíe; me da la dirección. Ahora no recuerdo bien si se la llegué a mandar. No sé si sería conveniente enviársela ahora, después de dieciséis años.
A las ocho de la tarde, vamos a misa; la dice nuestro cura Luis María. Es la única iglesia, parroquia en honor a san Benito Abad. Es bonita, con techos de madera y en uno de los altares hay un Cristo del siglo XV.