Por Fernando Sánchez Resa.
Querida mamá:
Un nuevo año se nos presenta por delante y tú, como siempre, lo acabas de inaugurar recordándonos que hace 91 años bendecías el hogar de los Resa Jiménez con una especial criatura llena de belleza, bondad y encanto. Tu madre, Pepa, y tu padre, Antonio, vieron colmados sus anhelos de maternidad‑paternidad con tu ansiada llegada a este mundo. Y eso que eran tiempos muy difíciles, cuando se iba a mediar la década de los años 20 del pasado siglo.
Y, desde entonces, no has hecho nada más que proteger y bendecir a toda tu familia. Primeramente, educándote con tus padres y hermanos en la pobreza y el esfuerzo, en la bondad y en el duro trabajo diario, prestándote siempre a hacer todo tipo de labor, sin distinción de sexo, con tal de que sirviese para mejorar y ayudar a la economía familiar. Hasta que te hiciste buena moza, guapa como actriz de cine, y enamoraste a papá, que bebía los vientos por ti desde bien joven y que, tras tus primeras dudas de noviazgo temprano, consiguió su mejor objetivo: llevarte al altar y hacerte su esposa.
Gracias a eso fundasteis vuestra propia familia nuclear y nos disteis vida a estos tres hijos que hoy estamos aquí, junto a ti, para celebrarlo y ayudarte siempre en esta larga vida que Dios y la naturaleza te han regalado; a pesar de que graves males, como la extirpación de un riñón, a tus 53 años, se te hayan cruzado en el camino. Y así has conseguido ser y hacer feliz a todo el mundo durante toda tu vida: trabajando duramente en casa y llevando el negocio de ultramarinos que durante 18 años sirvió de alivio económico al menguado sueldo que papá ganaba en Casa Biedma; además de ayudar siempre a tus ancianos padres y a tus hijos o nietos…
Papá se fue al cielo, como un relámpago, una calurosa tarde del último día de agosto del año 2014, y desde allí ha podido seguir comprobando tu valía como persona y mujer, sumamente frágil pero tremendamente fuerte y valiente, que sigues caminando por la vida, retornando paulatinamente a tu soñada infancia que hace ya tantos años disfrutaste, haciéndote la vida más sencilla y agradable y con ansias renovadas de seguir viviendo hasta que Dios quiera e irte con papá de la misma manera que él se nos fue. La lista de tus seguros anhelos diarios es menguada: gozar de tibio sol para calentar tu friolero cuerpo; recibir visitas de tus familiares más cercanos para consolarte y poder soltar tus vivencias y recuerdos más íntimos; seguir cocinando, cual chef empedernido, tus sencillos menús de cuchara que siguen constituyendo tu dieta diaria, complementada por las frutas y verduras que hacen tu vida más fácil; sin olvidar las múltiples medicinas que metódicamente sabes controlar y tomar, como ya llevabas tiempo haciéndolo con el desmemoriado de papá; y tus paseos diarios por el pasillo de tu piso en la hermosa y ajardinada calle Cava de Úbeda. ¡Siempre recordaré tus fabulosos estofados, aquellos sabrosos y variados fritos, así como las tortillas de patatas (que estaban para chuparse los dedos) que tantas veces nos has proporcionado!
Hoy, en tu nonagésimo primer cumpleaños, que a la vez es tu onomástica, todos queremos rendirte tributo de gratitud y admiración, porque siempre has sido la buena persona que todo ser humano quiere tener sentada a su lado en el largo trayecto que recorre el tren de la vida de cada cual, que cogemos desde que nacemos hasta el final de nuestros días; tan cariñosa y empática siempre con todo el mundo, identificándote de corazón con el pobre o la persona necesitada de cariño o ayuda. ¡Siempre te vamos a recordar como lo que eres: una madre ejemplar que nunca queremos perder!
Recibe muchos besos y abrazos de toda nuestra familia. ¡Te deseamos que sigas siendo siempre muy feliz los años que Dios te siga regalando para que estés entre nosotros, pues bien te lo mereces…!
Úbeda 1-1-2016.