Caso zanjado

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

—Patrón, terminé el trabajo.

—Bien, ya te puedes ir, pero antes deja ahí tu parte.

—Patrón, eso no es justo…

—Dialoguemos… ¿De qué te quejas?

—He hecho bien todo y lo he terminado a tiempo.

—Y yo te he dado trabajo. Luego tú me debes a mí. Caso zanjado.

 

***

—¡Me voy de casa!

—¿Qué te pasa?

—¡Que ya no te aguanto más!

—¿Y si yo no quiero?, ¿y si te lo impido?

—Está bien, dialoguemos…

—Vale, dame tus razones.

—Pues que ya no quiero estar más contigo. Me voy y punto. Caso zanjado.

***

—Todo está muy caro y no nos llega el presupuesto. Hay que recortar gastos.

—¿Y qué me cuentas con eso?

—Que vamos a dejar de gastar en esto…, esto… y esto.

—¡Pero de eso y eso no podemos prescindir, son cosas necesarias!

—Dialoguemos…

—Si tú prescindes de aquello, que es un capricho, tal vez compensemos…

—Ni hablar, que eso es lo mío. Se quita de lo dicho. Caso zanjado.

***

—¿Por qué quiere usted usar el ascensor?

—Porque es del edificio.

—Es que ese ascensor solo lo utilizamos los que vamos hacia arriba y a los demás no le corresponde.

—Si lo estamos pagando entre todos. Dialoguemos…

—Bien. Se aprobaron unos estatutos que así lo determinan. Caso zanjado.

***

—¿Por qué has destrozado mi ventana?

—Porque eres un bufón.

—¿Qué te hace pensar eso?, acláramelo. Dialoguemos. No tienes razones para hacerme ese destrozo.

—Sí que las tengo: eres un bufón. Caso zanjado.

***

—Todas las mañanas se beberá un vaso de la propia orina.

—¿Eso por qué?

—Porque es una forma de purificarnos.

—Pero yo creo que hay otras formas de hacerlo.

—Dímelas, dialoguemos.

—En vez de eso, tal vez encendiendo…, así lo manifestaremos mejor.

—Eso no lo han dicho nuestros profetas. Caso zanjado.

***

Diálogos de muertos. Diálogos muertos.

Diálogos que no lo son. Meras apariencias de diálogos para justificar su existencia, para imponerse al disidente. Tácticas exclusivas.

Diálogo, consenso… ¿Para qué si ya quedó todo zanjado? Se engaña aparentando la posibilidad de un diálogo, la oportunidad del intercambio de opiniones, la bondad de la aportación de ideas. Mentira. Diálogos en los que las posiciones ya están prefijadas y las conclusiones tomadas; siempre de quienes tienen el poder (que no necesariamente la razón) o de los que tienen solo ideas fijas.

Y, sin embargo, se apela al diálogo.

Dos no se pelean si uno no quiere y dos no dialogan si uno (o ambos) no quieren dialogar. Y, si se atienen a hacerlo, lo hacen con trampa, la trampa que siempre termina en el caso zanjado. En realidad, se decide seguir por la senda prefijada caiga quien caiga o suceda lo que suceda. Al igual que en los diálogos del inicio. Y es obvio que así no se va a ninguna parte, o a la peor de todas, pues si dos no dialogan, ¿entonces qué…?

Dase por sentado que el poderoso seguirá con su poder arbitrario, que el violento ejercerá la violencia, que el gobernante no dará razones de sus actos, que el delincuente siempre estará justificado y que el patrón podrá abusar de su dominancia.

Aceptadas estas reglas habrá de admitirse que el afectado, al que se niega el diálogo real, intentará cambiarlas… ¿Y de qué nos quejamos cuando eso ocurre?

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

Deja una respuesta