Habiendo sido invitado amablemente por María del Mar Capel García para asistir a la segunda parte de las 10 visitas temáticas del programa Conociendo Úbeda, de la mano del Museo Arqueológico de Úbeda, no he querido dejar pasar la ocasión. Las cinco primeras, que se llevaron a cabo en la primavera 2015, de abril a mayo, me las perdí por no haberme enterado a tiempo. Por eso, el pasado sábado tuve el gusto de estar, una vez más, recordando y aprendiendo detalles históricos y artísticos del Hospital de Santiago que me gustaría contarles a ustedes, amables lectores.
A las once en punto estábamos citados los cincuenta agraciados (pues ese es el cupo limitado de personas que podíamos acudir) en el patio del Museo Arqueológico para que, una vez repartidos los nuevos folletos con las cinco visitas programadas para este otoño 2015 (Las pinturas murales del Hospital de Santiago; Mujeres en la historia de Úbeda; San Lorenzo, la parroquia olvidada; El Archivo Histórico Municipal; y Santa María de los Reales Alcázares), su directora, M.ª del Mar Capel, presentase al director de la visita: José Manuel Almansa Moreno, profesor de la Universidad de Jaén, de extenso currículo, siendo historiador del arte y especialista en pintura mural del Renacimiento en el Reino de Jaén y habiendo viajado, en repetidas ocasiones, a diversos países hispanoamericanos, donde nuestros antepasados españoles dejaron honda huella…
En esta mañana, más otoñal que veraniega, vamos caminando plácidamente hacia nuestro destino: el Hospital de Santiago; recorriendo el entramado de callejas, intramuros de la ciudad, hasta llegar a la zona de extramuros; según nos explicó nuestro amable guía, una vez arribamos allí.
En las puertas de este magno edificio, que debido a su forma y empaque, a veces se le ha llamado El Escorial de Andalucía, y ante un sol de justicia, hacemos la primera parada. Antes, José Manuel nos regala una fotocopia (en blanco y negro) de lo más característico de la escalera, antesacristía, sacristía, coro, iglesia y retablo que vamos a visitar; y explica múltiples detalles de la ubicación del edificio: que se construyó en los arrabales de la ciudad y en un tiempo récord para la época (1562-1575), sobre la ermita de San Lázaro que se encontraba en una elevación. Su fundador fue el obispo don Diego de los Cobos y Molina, personaje fronterizo entre príncipe y pastor de la Iglesia. Era hermano menor de Juan Vázquez de Molina, Secretario de Carlos I y Felipe II, y sobrino de don Francisco de los Cobos, Secretario del Emperador y Patrono de la Capilla funeraria de El Salvador. Este hospital se funda con tres específicas funciones: ser capilla funeraria, hospital y palacio episcopal; constituyéndose una fundación benéfica para atender a enfermos de bubas, doncellas, huérfanos y pobres de todas las enfermedades, con preferencia de Úbeda. Como José Manuel Almansa viene pertrechado de sabiduría y fotocopias (en blanco y negro y color) para ilustrar sus doctas y pedagógicas explicaciones, nos muestra su plano y la planta de la iglesia, que no es de cruz latina sino que tiene forma de H, desmintiendo lo que ignorantes guías turísticos cuentan a determinados turistas: «Que este edificio tiene su capilla en forma de H porque era hospital…»; encontrándose un tanto alejado del concepto de hospital del modelo toledano. Pide que nos fijemos en las dos torres de la fachada, con sus tejados de distinta forma, para destacar que la de la derecha (situada al sudeste) tiene un balcón episcopal que servía de tribuna para los actos cívico‑religiosos o populares, como la procesión del Santo Patrón de las Españas y para recibir a las procesiones que salían desde Santa María de los Reales Alcázares y llegaban hasta aquí; divisándose perfectamente, por aquel entonces, la ermita de San Nicasio, ubicada en la actual plaza de toros.
La segunda parada es a la sombra del fresco patio, donde antes de su construcción había una pequeña muralla que tuvieron que destruir. Allí nos recuerda la grandiosidad de este patio renacentista, compuesto por doble arcada, con columnas de mármol corintias que siguen el modelo nazarí de proporciones estilizadas, mostrando las dos altas y esbeltas torres que resaltan a nuestro frente (norte del edificio) y cuyo frontón, en el que se encuentra un reloj parado, no es original del edificio primigenio sino inventado, advirtiéndonos que fue construido en la década de los años 80 del siglo pasado. Luego, hace mención a las estancias que vamos a visitar: la magna escalera palaciega (que destaca por su envergadura y magnificencia), la antesacristía, la sacristía y la iglesia o capilla. Recuerdo yo entonces (según me contaban mis padres) cómo muchos paisanos, cuando volvían a Úbeda tras años de ausencia, lloraban ya desde lejos, viniendo por la carretera de Linares, al divisar (en lontananza) las ansiadas y luminosas torres del Hospital de Santiago, cuando aún la maraña de edificios altos no dificultaba su vista como lo hace hoy… Y el mucho tiempo que este edificio fue hospital, hasta que se construyó y fundó en 1975 el actual hospital San Juan de la Cruz, siendo atendido por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en su doble vertiente sanitaria y educativa; por lo que aquí hubo también, durante muchos años, escuela de niñas de párvulos y primera enseñanza, hasta que en 1967 se marcharon al colegio de La Milagrosa, situado junto al parque Norte…
La tercera parada es en el amplio descanso central de caja de la escalera palaciega, que está presidida por el Fundador, vestido de pontifical, el Emperador Carlos, Felipe II y Don Carlos, Príncipe de Asturias. Almansa nos lee la leyenda de la borrosa cartela con el escudo del fundador, que aparece sostenido por dos grotescos tenantes, y nos va ilustrando detalladamente de cada una las figuras que hay en la pintura mural de los paramentos y el magno techo, mostrándonos hojas impresas a color, especialmente para los que vamos teniendo achaques de cervicales y no debemos esforzarnos demasiado en doblar la cerviz y agudizar la vista. Nos cuenta muchas historias y curiosidades: como las ventanas que estuvieron cerradas hasta que en 1910 se abrieron; la ornamentación con veneras; la representación en su alta bóveda ochavada de reyes castellanos (e incluso de algunos que no lo fueron como don Juan José de Austria o el Infante don Carlos); padres de la iglesia; santas vírgenes con sus características iconografías; alegorías o estampas sobre la Creación del mundo y de Adán y Eva… Todo ello con un discurso llano y fácilmente entendible por el aplicado público asistente, salpicado de anécdotas e historias interesantes; haciéndonos caer en la cuenta, también, que esta iglesia fue almacén de tronos y retablos en el siglo pasado.
La escalera muestra el poder mundano del obispo y está pintada con almohadillado. Hasta él mismo reconoce que hay que echarle bastante imaginación a las escenas del Génesis…; y reímos todos. Salen a relucir otros estudiosos destacados de este edificio, como el insigne Joaquín Montes Bardo, quien también mostró, en repetidas ocasiones, esta transitada escalera (y todo el edificio) con el verbo que le caracterizaba…
En definitiva, todo el techo nos habla del discurso simbólico de la muerte, de la creación, de los santos, de los reyes… en una amalgama bien hilada.