78. Epílogo

Por Fernando Sánchez Resa.

Y para finiquitar, después de haber ido resumiendo a largo de más de tres años, en esta página web, la autobiografía Estampas de mi calvario (subtitulada Memorias de un fraile miliciano en la guerra española) del R. P. Claudio de Santa Teresa, ocd, pretendo agregar algunas aportaciones más a ese tema, dar razones del trabajo realizado y expresar un deseo personal.

El asalto a los Carmelitas de Úbeda fue bien descrito por mi padre, Fernando Sánchez Cortés (q. e. p. d.), quien con su portentosa memoria recordaba aquellos lejanos tiempos como si fuese ayer mismo; y quedó extensamente reflejado en dos de los capítulos del reeditado libro Relatos y vivencias que (con autoría conjunta) tenemos publicado, tanto en papel como en la web de antiguos alumnos de magisterio Safa (http://www.aasafaubeda.com/index.php/escritos/64-relatos-y-vivencias/2203-ique-tiempos-aquellos-1; http://www.aasafaubeda.com/index.php/escritos/64-relatos-y-vivencias/2204-ique-tiempos-aquellos-y-2). Similarmente lo describe el P. Claudio en los primeros capítulos de Estampas de mi calvario y así me lo contó repetidas veces mi querida suegra, Francisca García Tejada (q. e. p. d.), que a sus diecinueve años vivió esas crudas y desgarradoras escenas de cuando hirieron al P. Claudio y lo subieron por la calle Montiel y Corredera de San Fernando hasta la Casa de Socorro y el Hospital de Santiago (http://www.aasafaubeda.com/index.php/escritos/97-estampas-de-mi-calvario/2743-09-refrigerio-oportuno). Contaba ella que el padre Claudio se sentó en el escalón de su puerta y solo pidió un vaso de agua, nada más; y como dejó un reguero de sangre tan grande, ella misma salió después con un cubo de agua a fregarlo, con gran pena y mucha rabia por la impiedad de la plebe… Mas quisiera añadir una escena no descrita en el mencionado libro, y que ella me repitió tantas veces: «Cuando terminó la guerra, llegaron el padre Claudio (que era alto y grueso y por el habla se distinguía que era del norte de España) y el padre Juan Manuel para agradecer el vaso de agua dado un lejano día (y la ayuda recibida) a la familia de la casa de la Corredera que lo auxilió. Los recibieron esposa e hijos en el despacho del padre de familia, pues éste había fallecido durante la guerra. Ambos fueron a dar las gracias a esta familia por haberle ayudado en aquellos momentos tan difíciles, haciendo gala de una valentía incuestionable y, en el fondo, salvándole la vida. Según el padre Claudio, aquel lejano día de julio de 1936 fue el mejor de su vida, durante el conflicto bélico, porque los siguientes serían mucho peores…».

Ambos (mi suegra y mi padre) coincidían en la misma versión: «El médico don Julio Corzo, cuando le llevaron al padre Claudio a la Casa de Socorro dijo que si lo iban a matar no lo curaba; como lo salvaron, lo curó…».

Y mi suegra me contó también de otro padre carmelita que se encerró en una celda y como sujetaba la puerta con sus manos para que no la abriesen, le fueron dando porrazos y puñaladas en las manos hasta que lo apresaron. Al llevárselo a don Julio Corzo les dio la misma respuesta: «Si lo vais a matar, no lo curo»; al perdonarle la vida sus carceleros, lo curó… Y a este padre carmelita le pasó como al padre Claudio: que sobrevivió a la guerra civil española…

También me contó y describió mi padre (infinidad de veces) la jornada del asalto a los frailes, con las múltiples escenas que vieron sus ojos de niño de trece años, aunque ya trabajaba en Biedma; y cómo un compañero mayor que trabajaba con él fue uno de los cinco primeros fusilados cuando entró Franco, por haberse destacado en la matanza durante la guerra civil… Y cómo al padre Juan Manuel lo sacaron lleno de agua y barro, pues se había refugiado en el pozo para que no lo matasen… Y lo que pasaron los carmelitas (frailes o legos) al llevarlos descalzos para concentrarlos en el ayuntamiento ubetense, estando levantado el piso del Paseo Mercado (hoy Plaza 1.º de Mayo), pues estaba lleno de chinas y/o grava. Todos vivieron su particular calvario pisando las piedras, saliéndoles sangre en los pies y/o mareándose o cayéndose redondos al suelo…

Un último apunte. Según dice el escritor e investigador Aurelio Valladares Reguero (en el n.º 18 de la revista anual CARMEN ÚBEDA, que la Venerable Archicofradía de la Virgen del Carmen publicó en julio de 2013) tuvo conocimiento del libro Estampas de mi calvario por esta web (http://www.aasafaubeda.com/index.php/escritos/97-estampas-de-mi-calvario), y escribió su artículo (páginas 65-70) consultando uno de los dos ejemplares que hay en la Biblioteca Nacional de Madrid. También escribe que se enteró, gracias a sus averiguaciones, que el padre Claudio tuvo un trágico final: murió a los sesenta y ocho años en Argentina (el 5-XI-1971), al caer por el hueco vacío de un ascensor. Según me aclaró personalmente Aurelio, seguramente estaría mal de la vista. ¡Inmerecido final para un hombre que tanto había pasado en los tres años de nuestra incivil guerra…!

Yo tenía diferentes razones para publicar el resumen de este libro. Ha servido para enterar a muchos lectores de su existencia, que yo también desconocía hasta que me lo comunicó un sacerdote ubetense. Dejar constancia de que hubo gente buena y mala en ambos bandos enfrentados (como en toda guerra entre hermanos), y más cuando se desatan las pasiones, los odios, las envidias… Mostrar las barbaridades que se hicieron para que no vuelvan a repetirse, pues la masa siempre se deja llevar más por los líderes negativos que ocasionan revueltas o guerras, agravadas por otros muchos factores económicos, políticos, religiosos… Aportar un punto de vista autobiográfico para la memoria histórica del conflicto bélico español (y en su vertiente local ubetense), que siempre deberá ser complementado y contrastado con otros diversos testimonios en este tema tan poliédrico y escabroso, del que por miedo todavía no se ha escrito lo suficiente; precisamente de unos hechos deleznables (por ambos bandos) que no debieron ocurrir nunca y que jamás debieran repetirse, pues entiendo que la memoria histórica debe ser conocer todo lo ocurrido en ambas partes de nuestra incivil guerra, con el mayor aporte posible de documentación y testimonios, para que el inteligente y sensato ciudadano saque sus propias conclusiones sin dejarse manipular o influir por ideologías, creencias o prejuicios previos, hondamente arraigados…

Y para finalizar, un ferviente deseo: ojalá que el ser humano aprenda de la Historia (con mayúscula) y no vuelva a caer en los mismos errores que sus antepasados cometieron; aunque me temo que será difícil pues, como solemos decir por estos pagos, nadie escarmienta en cabeza ajena. Han de ser los propios errores los que nos den sabiduría personal (ojalá que también social) para comprender que venimos a este mundo para ayudarnos unos a otros y conseguir la mayor felicidad posible, tanto individual como colectivamente; y no para hacer todo lo contrario…

Úbeda, 17 de julio de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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