76. Liberación de Yepes

Por Fernando Sánchez Resa.

Aún nos quedaba una jornada de andanzas y peregrinajes por la España roja: el traslado a Yepes (Toledo), distante a sólo doce kilómetros de Ocaña. Íbamos a salir por la tarde, aunque al final lo hicimos a las once de la noche, porque nuestro teniente (que se llamaba José) quiso celebrar su onomástica siendo 19 de marzo, día de san José. Para ello, organizó un gran baile de jefes y oficiales con la banda de música de la División. El trayecto lo hicimos a pie, pues la distancia era corta. No obstante, hubimos de cobijarnos en nuestras mantas, pues el vientecillo era bien frío. Yo, al no encontrarme bien, me ahogaba nada más llevar un kilómetro (acostumbrado, como estaba, a hacer cuarenta en cada jornada…). Terminé el recorrido con gran dificultad y esfuerzo por mi parte. Nos alojaron en una iglesia. Yo acomodé mi cama, resguardada de la fuerte corriente que circulaba, en un estrecho rincón que más parecía un nicho…

En este pueblo nos aburríamos mucho, pues pasábamos todo el día tomando el sol (y leyendo) en las cuevas que había en las afueras, estando (no obstante) allí más seguros de los posibles bombardeos… Al tener tanto tiempo, pensaba más en mis males y mi triste situación, que se veía agravada con el dolor de riñones de las malas noches pasadas entre humedades y las preocupantes sacudidas de mi corazón. Todo se aumentaba en nuestra cabeza, que estaba a punto de enloquecer, pues no sabíamos cuánto duraría nuestro destierro rojo… Por eso recordaba, tantas veces, aquellas palabras del profeta Jeremías: ¡Pax, Pax: Cum non esset pax! (‘¡Paz, paz, cuando no hay paz!’, Jer. 8‑11). En todas partes y todo el mundo hablaba de la paz; se añoraba y soñaba, pero la paz no aparecía. Y el mismo profeta nos obligaba a clamar por ella: Expectavimus pacem, et non erat bonum (‘Esperábamos la paz y este bien no llegaba’, Jer. 8‑15). Bien que evocaba y suplicaba a N. P. San Juan de la Cruz, mediante el nombre de Yepes, que me llevase nuevamente a los benditos claustros del Carmelo…

Cuando volvía del campo al pueblo (el día 27), un soldado de Transmisiones me preguntó si era yo el sacerdote de la Compañía de Ingenieros. Al obtener mi respuesta afirmativa, me dijo que una señora quería saludarme y que volvería al anochecer al cuartel para llevarme a su casa. Yo, una vez en la población, me acerqué al hospital para charlar un rato con las Hermanas Franciscanas que allí se encontraban y ellas me pusieron al corriente del rumor que circulaba: que los nacionales estaban cerca de Yepes y que al anochecer estarían aquí; y que los jefes habían ordenado no huir ni hacer resistencia. Con cuánto gozo recibí la noticia, aunque con la reticencia de verlo con nuestros propios ojos…

Al volver al cuartel, me encuentro al soldado que me busca para llevarme a la casa de la señora mencionada, nos saludamos y me da la noticia de que estamos rodeados por los soldados de Franco y que pronto entrarán en Yepes. ¿Es posible tanta dicha? Era el anochecer del día 27 de marzo de 1939. Ya no volveríamos al cuartel…

Estando ya en la casa, sentimos las motos y los tanques ligeros de Littorio. Subimos al piso alto para salir de dudas y, por la ventana, comprobamos que… ¡eran ellos! Parece más sueño que realidad: bajo nuestras ventanas van apresando a los soldados, desarmándolos y formándolos en varias filas para llevarlos a los campos de concentración. ¡Qué suerte he tenido al encontrarme en esta casa…! Como persiste la duda de si esto es realidad o sueño, bajamos las escaleras y comprobamos que van entrando en la casa varios oficiales y soldados italianos. Aunque solamente chapurrean el español, hablamos mucho y quedan enterados de que yo era sacerdote; por lo que me felicitan efusivamente al haber salvado la vida entre la criminalidad roja. Serían las tres de la madrugada cuando ellos se marcharon y nosotros nos fuimos a dormir.

Por fin, tras dos largos años (con sus días y sus horas…), podía recuperar mi verdadero nombre y apellidos: Claudio Alzola Ereño, dejando para siempre el supuesto nombre de Miguel Arregui Zalayeta que, durante dos años, había llevado. Así quedaron enterados todos los presentes…

Úbeda, 14 de julio de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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