61. En Lupión

Por Fernando Sánchez Resa.

Hicimos a pie los dos kilómetros que distan Begíjar de Lupión, mientras José Daroqui, un teniente de zapadores, iba con el caballo delante. Pero era tan oscura la noche que hasta uno de los que iban primeros cayó en un estanque de agua, al desviarse de la carretera. ¡Menudo y fresco chapuzón…!

Cuando llegamos, nos repartieron entre las casas de los vecinos, con el consiguiente disgusto de estos. Primeramente, me tocó pernoctar en el desván de una tahona (que estaba abierto al viento), donde el cansancio nos permitió dormir toda la noche. Al día siguiente, nos cambiaron a un molino aceitero. Allí estuvimos varios días; hasta que nos dieron definitivo acomodo en un galpón lleno de ratas y agujeros en el tejado. ¡Cómo lo añoraríamos en las frías, tristes y lluviosas noches en las que caminábamos en el frente, solamente abrigados con una pobre frazada…!

Al tomarme la filiación, al día siguiente de nuestra llegada a Lupión, cuando fui preguntado por mi profesión, contesté: «Licenciado en Teología». Me había traído tan buena suerte en Martos que no quería dejar pasar la ocasión; como así sucedió…

Todos los días salíamos a hacer instrucción a una pequeña explanación del pueblo para no perder la forma militar. A la tercera vez, se presentó un cabo con orden del comisario político de guerra para que el soldado Miguel Arregui Zelayeta se presentase a él. Todo me lo supuse… Así lo hice, estando presente el teniente de la compañía, José Daroqui, licenciado en Filosofía y Letras. Muy amablemente, me preguntaron si era sacerdote y si quería dar clase de cultura a los soldados. Al verme en buena disposición, me eximieron del servicio de instrucción, de trabajar con pico y pala (estando así hasta la finalización de la guerra) y me encomendaron la noble tarea de enseñar a leer y a escribir a los soldados, nombrándome miliciano de cultura de la Compañía de Ingenieros Zapadores. ¡Cómo envidiaron mi suerte todos mis compañeros…! Luego, me invitaron a cenar y pasar un rato con ellos.

Pasados unos días, vino a buscarme un paisano mío (teniente, en funciones de capitán, de la Cuarta Compañía del Segundo Batallón de la Brigada) para interesarse por mi situación y con la intención de haberme ayudado, si me hubiese tocado infantería. Se alegró de mi suerte, que parecía favorable y dispuesta a acompañarme por los frentes de guerra…

Úbeda, 29 de junio de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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