60. En marcha

Por Fernando Sánchez Resa.

Eran las dos de la madrugada (del 11 de diciembre de 1938) cuando llegaron la docena de vagones de carga del tren que habíamos de tomar. Lo hicimos por asalto y cerramos las puertas para que no entrase el viento y la lluvia; pero, como estaba tan deteriorado y roto, ambos elementos circulaban en su interior. A las tres comenzó su marcha, mientras permanecíamos tan acurrucados como podíamos. Partimos quedando inmersos en la mayor oscuridad, tratando de dormitar. Así pasamos la noche: entre leve sueño y semivigilia; hasta que nos amaneció en Espeluy. Con cierta incertidumbre, paramos un rato y seguimos ruta hacia el norte, sin saber adónde nos llevarían, hasta que pasamos por Mengíbar y Jabalquinto.

Cuando llegamos a la estación Baeza (hoy, Linares‑Baeza) se detiene el tren. Nos avisan que bajemos y comprobamos que nos está esperando una sección de soldados con fusiles. Como no se fían de nosotros (pues siendo unos trescientos, faltan muchos por haberse escapado en el trayecto) nos llevan formados entre soldados armados, como si fuésemos presos o prisioneros de guerra… Nos cuentan y vuelven a contar; y cogemos la carretera hacia Baeza. No sabemos a dónde vamos, aunque llueve con ganas y nos mojamos bien, hasta que llegamos a Ibros, tras diez kilómetros de marcha. Allí nos llevan a la iglesia parroquial y nos encierran; lo que aprovechamos para tomar algún bocadillo que nosotros mismos nos habíamos preparado. ¡Qué bien nos supo el pan protestado la noche anterior!

Tras una hora de descanso, volvemos a formar y marchamos nuevamente; esta vez entre sembrados, olivares y resbaladizas veredas hasta Begíjar, sin saber si será nuestro destino definitivo. Y entramos, casi de noche, tras seis kilómetros de caminata. Al estar un buen rato detenidos, pude saludar a un buen compañero y amigo en las cárceles de Jaén y Fuerte del Rey.

Vuelven a llevarnos a la iglesia parroquial, en donde nos reparten un rancho de lentejas con carne de burro y pan. Fue una pena que la carne estuviera a medio cocinar y que mucha se tuviese que tirar. Menos mal que con el pan y las naranjas que llevábamos se completó la cena. No se cumplió nuestra ilusión de que allí pasaríamos la noche (ya eran las nueve), sino que fueron sacando tres grupos: para infantería, para ametralladoras y (el más numeroso, entre el que iba yo), para ingenieros; por lo que deberíamos ir a otro pueblo al ser agregados a la Compañía de Ingenieros de la Brigada Mixta 52, de la 19.ª División. La noticia nos sentó fatal, pues estábamos muy cansados y la noche era oscura; aunque tuvimos que conformarnos con la suerte que nos había tocado…

Úbeda, 28 de junio de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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