“Barcos de papel” – Capítulo 19 c

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- El mal de la piedra.

En aquel momento apareció Roser con dos jarras de sangría.

—¿Te apetece?

—Claro. Me vendrá bien después del sobresalto. ¿Sabes que esta chica me ha adivinado el signo del zodíaco?

—¿De verdad? ¿Es que la conoces?

—No; es la primera vez que la veo.

—¿Y cómo lo hace? —preguntó con evidente ingenuidad—.

—No lo sé. Supongo que se trata de algún truco.

Bebí un poco: se notaba que la habían preparado las chicas, porque estaba demasiado dulce para mi gusto, y los trozos de fruta eran pequeños y bien cortados. La pitonisa miró a Roser y le aseguró que no había truco.

—¿Te interesa conocer tu futuro?

Roser alargó la mano y ella la miró unos instantes, levantó los ojos y le dijo:

—La palma de tu mano es muy suave, y tus dedos, tan largos y tan finos, son señal de paz y de mesura. Tienes un alma buena y generosa; vivirás mucho tiempo, lo dice aquí: ésta es la raya de la vida. Disfrutarás de una magnífica posición, pero debes cuidar tus relaciones. Eres una persona bondadosa, capaz de olvidar y perdonar ofensas. Debes alejarte de los déspotas y los signos de fuego, para ser feliz.

Sonó Love me tender en el tocadiscos de Susi, y Roser y yo nos pusimos a bailar. Nunca olvidaré con qué cariño se echó en mis brazos y me dijo al oído que le diera la mano a la pitonisa para que me leyera el futuro; pero me negué. Le dije que no creía que nadie fuera capaz de adivinar el porvenir.

—Escucha la música y olvídate de lo demás.

…when at last my dreams come true
darling this i know
happiness will follow you
everywhere you go.

Sólo bailábamos Roser y yo; los demás seguían bebiendo y charlando sin más pretensiones. Yo bailaba muy mal: un paso para un lado y dos para el otro. Eso es lo que había aprendido, cuando íbamos a bailar a la “Cultural”, con los discos de la sala de juegos del colegio escondidos debajo del abrigo. A mí, lo que me gustaba era pegarme a Roser lo más posible, hasta formar con ella un solo cuerpo y una sola carne, para cumplir con el mandato divino, que según “El Colilla”, se leía en la Biblia.

Poco después se nos acercó Ana Porcel.

—¡Qué bonito es el amor! Alberto, cuando miras a Roser, se te cae la baba.

A eso de la una, la gente empezó a desfilar y el panorama cambió por completo. Podría decirse que sólo nos quedamos los que habíamos tomado parte en la “Campaña de las octavillas” y pocos más. Xavier Granados nos expuso sus intenciones para seguir la lucha en el futuro, con un plan que Susi García calificó como el “mal de la piedra”. Se trataba de llenar los más recónditos lugares de las montañas que rodean Barcelona, de enormes piedras con inscripciones de Salvador Espríu y Joan Maragall (el abuelo de Pascual Maragall, que años más tarde fue alcalde de Barcelona). Para la campaña, contaba con la ayuda económica de personas tan relevantes de la vida catalana como Narcís de Carreras ‑entonces presidente de La Caixa‑ y Félix Millet, tristemente famoso por el caso Palau.

roan82@gmail.com

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