Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Curiosa la revelación que nos hace Ramón Quesada sobre el origen de uno de los dichos más populares, digno de ser inscrito en el “Ubedí básico”. Aprovecha Ramón para dar un prosaico rodeo geográfico, enlazando citas y personajes.
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Al cabo de muchos años y ya «Más viejo que los padrones de San Antonio», como se dice en mi pueblo, por un convento del que sólo quedan los muros, he vuelto a ver a Mateo, un hombre inquieto y andariego que hacía de charlatán y que frecuentaba Úbeda, embaucando a los confiados con la venta de mantas “de la Pauana” y regalando peines “de nácar”. Y como los buenos actores que en la tragedia clásica se ponen una careta para hacer del personaje que representan, el redomado charlatán intentaba cubrir su figura de una personalidad ficticia, mitad barroca y mitad volteriana, para falsear la calidad de sus cobertores. Y, cuando no tenía gente a la que atender, se dedicaba a tocar la guitarra debajo del toldo de su vehículo, por lo que a la gente le dio por decir «Estás como Mateo con la guitarra», locución que se extendió por todo el país como esa de «Salirse por los cerros de Úbeda». Mateo viene a mi pueblo para internarse en una residencia gerontológica, porque su única familia fue su mujer y esta ya había entregado su alma a Dios en 1982. Resistiendo como pudo y con la promesa siempre de que no sería “manejado” por nadie, al verse incapacitado, no tuvo más remedio que doblegar sus sentimientos y entregarse a asistentes y enfermeras. Así que, en Úbeda, donde acaba de morir mi querida madre, cuando escribo este artículo, Mateo venía para morir también según su propia expresión y a ser enterrado en la misma tierra donde, con seguridad, yacían bastantes de sus clientes. Tenía razón Wenceslao Fernández Flores al decir «Que en las manos de estos mercaderes tan populares y de filosofía barata y llamativa, los géneros adquirían nuevas pátinas y brillos porque, entre el ir y venir de pueblo en pueblo, las telas tomaban el tinte de tanto manoseo». Charlantes de mirada penetrante que, con gracia furtiva, sabían encontrar y valorar las debilidades humanas, sobre todo en las mujeres, para darles gato por liebre; aunque Mateo, por lo menos en mi pueblo, fue un vendedor “muy honesto” para los ignorantes.
En “Anticuariado”, un libro que tiene escrito José A. Almagre Alises y al que tuve el placer de escribir el prólogo, el autor nos pone al corriente con pluma instruida y transparente, en cuanto a estas personas dedicadas a la venta ambulante. Dice, con adorno de su léxico particularísimo, que charlantes, buhoneros, marchantes, anticuarios, chalanes y comerciantes son una gama extraña que está en el mundo, porque en el mundo es preciso por su hechizo y por sus “picardías”. Así, más o menos.
También los charlatanes han sido muy sacrificados, pues cuentan que en Gandía, cuando uno de estos comerciantes se preparaba para llevar a cabo la venta de chucherías y otros géneros, uno de los compradores, creyéndose engañado, se arrojó sobre él y le apuñaló. El cuerpo del charlatán cayó al suelo entre cadenas, relojes, broches de afeitar y peines y, a poco, murió sobre el mismo asfalto. Mal final para un hombre sin otros recursos que el timo al por menor.
(28‑02‑2000)