Por Dionisio Rodríguez Mejías.
3.- Preparando la trampa.
Intenté resistir, pero Xavier rebatía con gran habilidad cada una de mis objeciones: me dijo que, la mañana de la acción, llamara por teléfono a la empresa diciendo que estaba enfermo. Yo no quería comprometerme; sabía que, si la policía me encontraba lanzando octavillas, sería mi perdición. Todo aquello me producía un gran desasosiego, y me parecía algo sin sentido: aquellos muchachos pertenecían a familias acomodadas, y la mayoría tenía el porvenir resuelto; pero yo no era nadie.