Por Mariano Valcárcel González.
Estas elecciones municipales me estaban dando cosas en las que pensar y me estaban mostrando realidades que explican ciertas cuestiones existentes, que uno hubiese querido, deseado, nunca estuviesen ahí.
Empecemos por la campaña general en sí, que se ha demostrado, en sus tramos últimos, bronca desapacible, traicionera y mentirosa, utilizándose todas las armas a mano (reales o virtuales, con sentido o sin él) para desprestigiar al contrario. No ya la tradicional salva de promesas publicitarias, que de sobra se sabe no cumplirán, ni las cabalgatas por asilos o mercados que luego ya no se volverán a pisar; es que se ha echado mano del juego sucio más evidente. Yo creo que ello es consecuencia del nerviosismo, inédito hasta la fecha, de ciertas candidaturas (especialmente del PP) que se sentían muy seguras de la victoria y ahora intuyeron que no era oro todo lo reluciente.